Antes de que se llegase la hora que Taylor le mencionó que se irían para la reunión, Pamela salió de la empresa y se fue a reunir en una cafetería con sus compañeros, entre ellos, el más fastidioso y cariñoso del aula que solo pasa abrazándola a ella y a las demás chicas.
—Pamela, por qué has decidido que nos reunamos aquí y no en tu apartamento como lo hacíamos antes. Allá podíamos divertirnos y aquí no porque hay que guardar silencio. —Se queja su compañera.
—Lo siento mucho, pero es que… eh, por el momento no nos podemos reunir allá porque ha llegado mi tía y mi primo, no quiero molestarles con nuestra presencia.
—Ah, deberías de presentarnos a ese primo entonces, quizá esté muy guapo y se enamore de alguna de nosotras.
—Chicas, por favor, trabajemos. —Les reclama, al sentir su rostro sonrojar.
—Buenas tardes, chicos, espero que les esté yendo muy bien en su estudio. —Dijo el hombre que hace unos segundos entró en busca de su esposa.
A quien ha encontrado muy sonriente al lado de un tipo que la abraza, mientras las chicas babean por estar entre las piernas del dios griego que ha llegado, Pamela teme que todo se salga de control en ese instante, por lo que de inmediato apartó el brazo de su compañero que descansa sobre su hombro.
—¡No, no puede ser! —Se dijo para sí misma.
—Hola guapo, ¿qué se le ofrece? —Dijo una de las chicas.
—Primo, ¿Qué haces aquí? —Preguntó Pamela, entre dientes y poniéndose de pie para acercarse al hombre.
—Oh, ¿él es tu primo del que nos has estado hablando amiga? Guao, sí que es guapo, ¿qué esperas para presentárnoslo?
—Chicas… chicas, por favor.
Quiso callarlas Pamela, demasiado avergonzada. Ninguno de su grupo sabe que ella se ha casado con un apuesto millonario y que justamente está junto a ellos ahora y tal parece que ha venido a marcar su territorio.
—¿Primo?
¿Les has dicho que soy tu primo? —Reclamó Taylor, haciéndose el indignado frente a todos.
—No, eh, bueno, sí. Es solo un malentendido, por favor, retírate ahora.
—No, espérate. Quiero dejar claro que yo no soy el primo de Pamela, ella es mi esposa y he venido para llevarla conmigo, tenemos un asunto pendiente y no puede esperar, así que nos despedimos de ustedes ahora.
Pamela no tuvo otra opción que disculparse con sus compañeros de clase y hacerle caso a Taylor, se retiraron ante la atenta y confundida mirada de los chicos al verlos tomados de la mano.
—¿Quién te ha autorizado para que vengas e interfieras en mis asuntos? Me has dejado en ridículo, ahora ellos dirán que además de estar casada, soy el peluche de mi marido. —Se quejó Pamela.
—Silencio, muñeca de porcelana. Ya sabes el compromiso que tienes conmigo y así preferiste venir aquí.
¿Así que, ante tus conocidos, soy tu primo? Me puedes explicar, qué significa eso.
—Frente a tu familia y socios, soy tu esposa, lo demás no vale. ¿O no es así?
—Claro que no, debemos de cuidarnos frente a todo el mundo, me has negado ante tus amigos y eso no me agrada.
—Sí, claro que debemos de cuidarnos siempre, así como tú lo disimulas al besarte con la estúpida practicante, verdad. ¿A eso le llamas cuidar nuestro matrimonio? Usted es demasiado patético, señor Taylor.
—No diré nada, te pedí que no salieras porque nos reuniríamos juntos, ahora vamos camino a esa reunión con los inversionistas, por favor compórtate como una dama de la alta sociedad, aunque, creo que eso es muy difícil para ti.
—Basta Taylor, no me humilles de esa forma, ya es demasiado, te recuerdo que te estoy haciendo un favor y en cualquier momento yo puedo abrir la boca y hacer que todo se te venga al suelo. No me tientes a hacerlo.
—No creo que tengas el dinero suficiente para regresarme todo lo que te he pagado por adelantado y que seguramente ya no tienes ni un centavo.
—¡Idiota! —Exclamó Pamela, rechinando los dientes y dando golpes con su pie en el suelo, aunque sabe que hacerle un berrinche a su esposo no le servirá de nada. El dinero ya no lo tiene, es verdad, ha pagado la carrera completa en la universidad y se le ha ido más de la mitad de lo que recibió por el contrato de matrimonio.
Minutos después llegaron al lugar en donde ya los están esperando los inversionistas, están molestos porque Taylor se ha retrasado veinte minutos en llegar. Al bajar del auto, los esposos se tomaron de la mano y fingieron estar contentos de encontrarse con ellos.
—Señor Morotova, he estado a punto de largarme y dejar el asunto para otra ocasión, pero ahora que ha llegado esta belleza se me han pasado todos los males. —Dijo uno de los caballeros, el más coqueto.
—Oh, sí, les presento a mi amada esposa. —Dijo, en tono serio, pues, no le ha parecido buena la idea de que le estén echando el ojo a la chica.
Mientras dos de los hombres hablan de negocios con Taylor, en el otro extremo de la mesa se encuentra un tercero que habla y ríe con Pamela, más que todo, ella lo hace para molestar a Taylor y vengarse por la pena que le hizo pasar, hace un rato frente a sus compañeros.
Taylor les observa de reojo y se remueve en su silla, se siente muy incómodo y desea darle una trompada al hombre que está haciendo sonreír a su esposa, hasta ahora se da cuenta de lo bonito que ella sonríe y se siente celoso de no ser él quien provoque sus carcajadas.
—Y usted, señor, ¿También ha venido a negociar o solo a hablar con mi esposa? —Preguntó, a modo de broma, fingiendo no estar molesto.
—No se preocupe, señor Morotova, esta chica me inspira tanta felicidad que no es necesario que hable de negocios con usted, tenga por seguro de que firmaré sin pensar dos veces lo que usted me pida.
Taylor resolló como un toro con esas palabras del hombre, está celoso, odia a Pamela, pero en este momento muere de celos y solo desea tenerla en su cama debajo de él y follarla hasta que ambos cuerpos ya no lo soporten. Se apresuró con la firma de los otros contratos, al final ni siquiera se fijó lo que hacía, con tal de terminar lo más rápido posible y llevarse a su esposa lejos de ese hombre, no le importa si está firmando hasta la entrega de las empresas.