Esposa falsa del Ceo Taylor

6

Pamela se encuentra nerviosa, no encuentra la manera correcta de decirles a sus suegros que está embarazada. Ha intentado varias veces más llamarle a su esposo para darle la noticia a él primero, pero es lo mismo, no obtiene respuesta. Ella ya se ha resignado a que él no vuelva por ella, total desde su inicio la odió y solo ha sido un contrato, su afecto fingido.

—Pamela, necesito que me acompañes a un viaje en el extranjero. —Le informó su suegro, mediante una llamada a su celular.

—¡Qué! —Exclamó ella, con preocupación.

—¿Qué pasa? Por qué te sorprendes, eres mi mano derecha y necesito que vayas conmigo.

—Lamento reaccionar así, señor. Lo que sucede es que… eh, yo no estoy bien del estómago y volar me hará mucho mal.

—Oh, no te preocupes por eso, querida. En el camino al aeropuerto compraremos unas pastillas para controlar las náuseas y asunto arreglado.

Pamela no tiene otra opción, tendrá que aceptar viajar con su suegro y jefe, ella no quiere comentar sobe su embarazo y deberá de fingir estar bien, aunque se sienta morir por las terribles náuseas que cada día van empeorando.

—En unas horas pasaré por ti. Ash, deberías de venirte a vivir aquí a la villa con todos nosotros, estás alejada y nos preocupamos.

Pamela le agradeció al señor por ser tan amable y cariñoso con ella, a pesar de que su esposo no la quiere. Ella no pretende que se sientan comprometidos a velar por el bienestar del producto que su hijo ha dejado botado. Pamela ya tiene planeado marcharse de esa ciudad, desea hacerlo lo más rápido que se pueda, sin embargo, ahora con este viaje se retrasará su plan.

Dos horas más tarde…          

—Hemos llegado un poco tarde, por favor, quédate en tu habitación mientras yo me adelanto y me disculpo con los inversionistas. ¿Te parece?

—Claro que sí, señor Morotova, en un minuto le alcanzo.

El suegro le dio un número de habitación en donde se supone que es la sala de conferencias de ese hotel. Pamela agradeció tener su propio espacio y aprovechó para darse una ligera ducha y luego se fue dispuesta a estar presente, aunque sea en la última parte de la reunión que es lo que más le compete a ella, la firma de los convenios.

Pamela tocó una, dos, a la tercera vez le abrieron la puerta, es una dama, una chica que se encuentra a medio vestir y observa de manera despectiva a Pamela.

—Me imagino que eres la mucama que solicité para que venga a limpiar el desastre que hay en el baño. —Dijo, la hermosa dama.

—¡Qué?, no, señorita, creo que me equivoqué de habitación, por favor disculpe la molestia causada!

Pamela está segura de que ese papel fue el que le entregó su suegro, se supone que es la sala donde estarían reunidos.

—Nada de eso, eres tan inoperante que te rajas a la hora de hacer tus deberes, entra ya antes de que mi marido llegue y encuentre aun sin arreglar el desastre que juntos ocasionamos.

—Ya le dije que yo no soy una mucama, llame al servicio del hotel si no quiere hacer usted misma las cosas. —Dijo, Pamela y dio un paso atrás para retirarse.

—Como te atreves a levantarme la voz, maldita, loca. Tú no tienes idea de quien es mi marido, más te vale que llores porque no tarda en llegar y no tendrá piedad contigo.

Grita la mujer desconocida, al mismo tiempo que arrastra del cabello a Pamela para que entre a limpiar el baño.

—¿Qué pasa aquí? —Se escuchó la voz de un hombre, es irreconocible y debilitada.

—Oh, mi amor, he pedido al hotel que envíe a alguien para la limpieza, sin embargo, la estúpida que han enviado no quiere hacer su trabajo, puedes creerlo, amorcito. —Se quejó la chica al salir del cuarto de baño.

—Déjamelo a mí, yo me encargo de ella.

Taylor se acercó a la chica que está hecha un ovillo sobre el suelo, sollozando porque no entiende que es lo que pasa y es consciente de que esa mujer es mucho más fuerte que ella y no se puede defender.

—¿Qué esperas para hacer lo que mi mujer te ha ordenado? —Escupió Taylor, con molestia, mientras que la chica lo acompaña y sonríe de burla.

Ahora Pamela reconoció la voz, es el mismo hombre con el que ella está casada, es Taylor.

Ella lo observó con una mirada triste, decepcionada o arrepentida, mezclada con temor. No se le hace extraño de que su esposo haya huido para estar con alguna amante, pero lo que no entiende es qué hace ella aquí si se supone que su suegro la esperaría para reunirse, ¿o acaso él está detrás de todo esto?

Pamela observa detenidamente a su esposo y niega con la cabeza, la decepción la hace actuar así. Taylor está peor que ella, demacrado, pálido y hasta la voz le ha cambiado mucho, ya no es aquel hombre que ella conoció en la oficina, es como si ahora estuviese en su lecho de muerte.

Taylor se sintió morir al ver el rostro de su esposa, tiene marcas rojas en las mejillas y quizá son producto de las veces que la chica loca la atacó, aunque no entiende a qué ha llegado Pamela, sintió una enorme pena por ella.

—Oh, mírala, mi amor, trata de dar lástima. Pero no, ella debe hacer su trabajo, oblígala para…

—¡Basta! —Intervino Taylor. —Cállate y vete de mi habitación. —Le ordenó a la chica, quien se estremeció con su mandato.

—No me vas a avergonzar frente a esta cualquiera, ella no vale lo que yo valgo en tu vida, solo déjala que haga su trabajo, es más, te perdono muchachita, ahora vete. —Habló con desesperación la desconocida, pretendiendo hacer como si no ha pasado nada.

—Aquí el que da las órdenes soy yo, he dicho que te largues de mi habitación y dejes en paz a mi esposa.

La chica se quedó con la boca abierta al escuchar eso, sin querer discutir, en ese momento se terminó de vestir y tomó su bolso para irse, ella es una dama de compañía que durante estos meses ha estado al lado de Taylor y creyó estar enamorado de él, ahora que la ha desechado no piensa quedarse de brazos cruzados.




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