Pamela se siente fatal, su hijo al que siempre ha cuidado desde su vientre, ahora llora por Taylor, es como si la sangre supiera que él es su padre. Ella hubiese deseado que Taylor nunca los haya encontrado, estarían llevando su vida de manera normal como lo era antes.
Tristán, el hermano de Taylor, se quedó junto a Pamela durante la noche. La consoló diciendo que por ahora no le prohíba la visita del niño a su padre y que él tiene derecho a saber la verdad para que pueda estar tranquilo.
―¿Cómo quieres que de buena manera le diga a mi hijo que ese hombre al que él considera su amigo, es su padre? ―Rezonga la joven ― Él está pequeño y no entenderá nada, más bien lo que vamos a lograr es que se quede confundido.
―Cuñada…
―No estoy de acuerdo, esa es una decisión muy mía y no quiero que ninguno de ustedes se meta en ella. Además, ¿por qué me sigues llamando cuñada? Tu hermano y yo ya no somos nada, lo entiendes.
―Está bien que no quieras nada con mi hermano, pero te recuerdo que nosotros también somos familiares del niño y no tenemos la culpa de que ustedes se hayan separado. Tenemos el derecho de visitarlo e incluirlo en nuestros asuntos familiares.
Taylor está muy mal y no sabemos si un día se va a recuperar, más por eso debemos de tener asegurado el futuro de mi sobrino. Es por su bien, Pamela, por una vez en tu vida, no pienses en lo que te hizo tu esposo y deja a un lado el odio que sientes por él.
Piensa en el futuro de tu hijo, es posible que su padre falle, ¿qué va a ser de él si en unos meses o años tú también te mueres, ah?
Dímelo, el niño no tendrá a ningún otro familiar en su vida y se quedará a la deriva, quizá hasta sin dinero, por favor te ruego que no seas egoísta con su vida.
―Vete de aquí Tristán, ustedes lo único que quieren es quitarme a mi hijo.
―Pamela, no te alteres, no llores por favor. Te juro que nuestra intención solo es ayudar a nuestra sangre y también tú estás incluida por ser su madre.
Todos sabemos cuánto has luchado por él y eso es digno de admirar en una mujer que se ha esforzado por ser una profesional y buena madre. Te ruego que nos dejes acercar a nuestro sobrino y compruebes que solo queremos su bienestar.
―Es que no sé qué más pensar, tengo miedo Tristán.
―Danos una oportunidad, te juro que haremos que él nos tome en cuenta como familia.
―¿Estás dispuesto a respetar mi decisión de no decirle que ustedes son su familia? Es que tengo miedo.
―Por el momento lo aceptaremos como tú digas, pero no por mucho tiempo.
―Está bien. Pero no lo pueden sacar de la ciudad y mucho menos del país.
―No temas cuñada, no pasará nada sin tu consentimiento.
―Dormiré un poco, estoy muy cansada.
―Adelante, yo cuidaré del pequeño.
Por cierto, mi hermano te ama y está feliz de haberlos encontrado. Me lo dijo unos días después de su reencuentro, y yo le creo.
―Ujum.
Pamela sonrió con esa confesión, sabe que Taylor es un hombre rudo y no por gusto dirá que la ama.
―Te voy a hacer sufrir por un tiempo, Taylor. Incluso si estás tendido en una cama sin poder hablar o moverte, quizá ese sea el mejor castigo que puedas recibir de mi parte. ―Se dijo en su mente la pequeña pediatra.
La familia Morotova sigue frecuentando la clínica, ahora todos se han trasladado para la ciudad y se han hecho acreedores de su propia casa para estar pendiente de su hijo y su nieto. Mientras Pamela está trabajando en la clínica, ellos son los que se hacen cargo de velar por el pequeño Esteban, quien ya les ha tomado mucho cariño y le encanta pasar tiempo con ellos.
―Mamá, ¿por qué Tristán y Thiago se parecen mucho a mi amigo Taylor? ―Pregunta cierto día el niño.
―Es porque ellos son hermanos, mi amor. Son trillizos, pero tú aún no entiendes ese concepto.
―Si no hubiese visto a mi amigo en la clínica, diría que es uno de ellos.
―Ja, ja, ja, ven aquí mi pequeño saltamontes, vamos a casa con mamá.
―Mañana quiero ir contigo a la clínica para que veamos a mi amigo Taylor, ¿puedo ir? ―Consultó con unos ojitos de súplica que hace que el corazón de su madre se derrita de amor.
―Si me sigues viendo de esa manera creo que nunca me atreveré a negarte nada, mañana temprano nos vamos.
Este día no hay nadie en guardia para Taylor, su familia está en casa todavía preparándose al que le toca venir a estar con él.
Pamela se fue unas horas antes de que su turno inicie, sabe que él está solo y quiere que su hijo esté admirando por un largo rato a su padre disfrazado de amigo fiel.
―Mamá, siempre he soñado con mi papá.
―¡Qué! ―Exclamó con un sobresalto.
―Es decir, yo lo quiero conocer porque en la escuela todos me preguntan por él, y no me lo vas a creer, pero mi amigo es justo como yo les describo mi padre a mis compañeros. Es como si ese sueño se haya hecho realidad y el hombre de mis pensamientos haya tomado forma de humano.
―Dios mío, hijo. Pareces un adulto hablando de esas cosas.
El niño sonrió, él es un bebé muy inteligente, Pamela lo sabe y en su escuela también se lo han hecho saber sus maestros.
―Mamá, quiero que mi amigo Taylor sea mi papá.
―No digas tonterías, hijo.
―Pero mamá, cuando él estaba en casa te veía con ojos de amor y sonreía muy bonito, yo lo quiero mucho, mamá y me gustaría llamarlo papá.
―No sabes lo que dices, pequeño saltamontes.
El niño se separó un poco de su madre porque se ha molestado, entonces Pamela aprovechó la oportunidad y se acercó al hombre que yace acostado en la camilla.
―Sé que es un poco idiota lo que te voy a pedir, imbécil. Pero por favor levántate de esa cama Taylor, mi hijo te extraña mucho y me duele verlo así.
Sé que no somos los mismos de antes y jamás lo seremos, pero por favor, despierta y haz feliz al niño con tu presencia.