Esposa falsa del Ceo Taylor

Extra 3

Lo que Esteban temía sucedió, Dania se levantó muy temprano y casi se va de golpe al suelo cuando observó la cantidad de hombres haciendo ejercicio en la cancha.

Ella corrió a encerrarse a la habitación sin siquiera entender o preguntar qué es lo que está sucediendo.

― Permiso para hablar mi capitán. ―dijo uno de los soldados.

― Adelante recluta. ―respondió Esteban.

Y es que aunque estén fuera de las instalaciones del batallón, ellos siempre deben hablarle con respeto a su oficial.

― Una chica se asomó por la ventana y al observarnos se ha retirado.

― ¡Entendido!

― Permiso para retirarme, oficial.

― Regrese a su puesto de entrenamiento.

Sin importarle dejar abandonado a su equipo, Esteban corrió hacia la casa en busca de la chica, quiso abrir la puerta de la habitación; sin embargo, ahora ella se ha encerrado bajo llave.

― Dania, por favor, abre la puerta y hablemos. Sé que ya has salido y nos has visto, ahora necesito explicarte.

― ¿Dónde está tu esposa? me dijiste que ella llegaría temprano a casa y yo no la vi allí.

― Es por eso que te pido que abras la puerta.

― Ahora tengo miedo.

¿Quiénes son ustedes?

― No temas, nadie te hará daño.

― Dime quienes son ustedes, ¿acaso son mafiosos y me has secuestrado?

Pregunta entre sollozos al otro lado de la puerta.

― Somos militares, ¿recuerdas que ayer te dije que te traería a mi casa porque aquí estarías protegida?

― Sí, pero me dijiste que con tu familia, jamás mencionaste lo que dices ahora.

― No quise asustarte, por eso lo oculté.

He hablado con todos ellos y ni siquiera te dirigirán la palabra, creo que eso te servirá para estar tranquila.

― Sí, como no, como si te van a hacer caso.

― Lo harán, créeme que lo harán porque soy su oficial y me deben obediencia.

― ¿De verdad, me van a proteger?

― Te juro que lo haremos, mientras estés con nosotros no te va a pasar absolutamente nada.

Con la esperanza de que el hombre desconocido le esté diciendo la verdad, Dania abrió la puerta y salió de la habitación.

― Acompáñame, hablaremos cómodamente en la sala de descanso.

― Mira Dania, te voy a confesar que yo no estoy casado, en pocas palabras no esperes a otra chica más que tú porque no vendrá nadie. Por favor comprende que ayer tuve que mentir porque sé que de lo contrario no hubieses aceptado venir con nosotros.

Después de explicarle y presentarle a cada uno de los integrantes del equipo, Esteban y dos hombres más acompañaron a Dania a una tienda de ropa y la hizo comprar todo lo que necesitaba para sus cuidados personales.

― Estoy muy agradecida con usted, señor Esteban.

― ¿Por qué tanta formalidad de un momento a otro?

― Todos le tienen respeto y yo haré lo mismo.

― Ja, ja, ja, no seas tonta niña. Tú puedes llamarme como quieras, menos señor u oficial.

A Dania se le nota un gran cambio desde que está en esa casa, ya lleva una semana y ahora sonríe y se nota más tranquila al hablar con los muchachos.

― Bueno, chicos, ya han pasado varios días y ustedes no me han permitido que entre en su cocina, exijo que a partir de la cena sea yo quien les prepare sus alimentos hasta que se marchen.

― Está bien, si tanto insistes puedes hacerlo. ―respondió Esteban, pues los demás no tienen voz ni voto para decidir lo que está bueno o malo.

Por tres días consecutivos ella les ha estado cocinando y también mantiene ordenada la casa, excepto las habitaciones, esas las ordena cada uno.

Cada vez que salen a misión se quedan dos hombres cuidando a la chica, ella aún no sabe que ese equipo está allí con el fin de buscar y capturar a una banda de mafiosos, a ella le han dicho que su trabajo es de rutina como los demás policías y que solo han venido a darles acompañamiento.

― Esteban, esta noche puedes dormir en tu cama, y yo aquí en el sofá, cambiaremos de lugar.

― De ninguna manera, niña tonta, ve a la habitación y duerme tranquila mientras yo vigilo.

― Ya llevas varios días durmiendo en este sofá y debes estar muy agotado, por favor intercambiemos o me sentiré más mal y culpable de lo que ya estoy.

― No te preocupes por mí, estoy acostumbrado a esto.

― Entonces ven a la cama conmigo. ―propuso.

― Dania, no me estés pidiendo algo de lo que no estás cómoda, quizá a media noche te pongas a gritar y me eches de la habitación aduciendo que he llegado a tu cama sin tu permiso. Solo imagínate lo que dirá mi equipo.

― Te prometo que te estoy diciendo la verdad, tú has hecho mucho por mantenerme a salvo mientras yo solo te traigo incomodidades, ven, ya todos los chicos están durmiendo y no verán que estamos en la misma habitación.

Ambos se dirigen a la habitación, Dania le dice que ella dormirá para el lado izquierdo de la cama y él que se acomode en el lado derecho, lastimosamente es una cama muy pequeña y aunque no lo quieran sus cuerpos se rozan uno con el otro.

― Me siento bien cuando estás cerca de mí. ―confesó la chica.

― Niña tonta, no sé en qué momento Dios te puso en mi camino, pero te juro que estoy feliz de haberte encontrado.

Ahora duerme, a esta hora la casa ya debe estar en silencio.

― Sí, mi capitán.

Respondió Dania, haciendo que Esteban sonría en secreto y se pregunte ¿por qué esta chica es tan feliz si ni siquiera tiene un lugar a donde ir y tampoco un familiar a quien acudir?

Por la mañana Esteban despertó muy feliz porque sobre su pecho duerme una niña a la que él siempre le llama tonta, incluso él la está abrazando de forma inconsciente.

― Si tú supieras lo hermosa que eres niña, admito que el imbécil de tu expareja tiene buenos gustos, aunque te haya comprado, se debió haber divertido contigo.

Esteban observa detenidamente el rostro tranquilo de la joven, seguidamente sacudió su cabeza y se regañó a sí mismo por estar pensando en cosas que a él no le convienen.




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