Esposa Inventada

CAPÍTULO 3: TRAJE DE NOVIA

CAPÍTULO 3

TRAJE DE NOVIA

Indira regresó del trabajo cruzando la puerta con una amplia sonrisa. Se le formaban unos coquetos hoyuelos en las mejillas cuando sonreía, herencia de su madre.

No era frecuente verla tan animada luego de una jornada de trabajo en la fábrica. En especial, la situación en la casa no estaba para sonrisas. Ese día, sin embargo, llegó contenta.

—Vaya…al menos alguien sonríe hoy —comentó Zarah con algo de resquemor.

Indira soltó el bolso a un lado y se sacó los zapatos para masajearse los pies magullados.

— ¡Por supuesto que sonrío! Soy la única que lo hace en esta casa. Nuestro padre no sonríe desde la muerte de mamá y tú andas siempre preocupada y con cara de funeral —respondió Indira.

Zarah soltó lo que estaba haciendo para acercarse. Se sentó junto a ella en el sofá y le habló con toda la seriedad que ameritaba la situación.

—Es que no estoy con cara de funeral por gusto. ¡Lo que está pasando es terrible! Solo que tú no le das importancia. Y deberías hacerlo ¿eh? Porque es tu futuro el que está en juego…—advirtió gesticulando con impaciencia.

La hermana soltó un resoplido.

—Mi futuro lo decido yo. Esa boda que tanto temes no va a suceder. Ya quédate tranquila y olvídate de eso — intentó calmarla.

Zarah hizo un movimiento afirmativo con la cabeza en señal de tristeza resignada. Sus hermosos ojos se opacaban cuando advertía la realidad que las rodeaba.

—Sé a lo que te refieres. Ya me dijiste que tienes un plan increíble para librarte de este atolladero. Pero no puedo confiar en un plan que ni siquiera me has compartido. Y que además no creo que exista…te recuerdo que no soy idiota… —respondió tajante.

Indira olfateaba el peligro. Cuando su hermana se ponía en esa actitud, era difícil lograr convencerla de nada. Lo sabía y lo evitaba a toda costa.

—Escúchame, hermanita. Solo tienes que tomarlo con calma. Ya lo sabrás todo a su debido momento. Muy pronto esto que hoy te atormenta pasará al olvido. Créeme. Yo sé porque te lo digo —insistía.

Zarah le contó luego sobre su conversación con Fabrizzio haciendo énfasis en la mala fama que se cargaba su futuro marido. Indira escuchó con poco interés, solo por no ser descortés.

—No me interesa saber nada de ese energúmeno. Aparte, si hago caso a las habladurías, terminaré por tener mayores motivos para negarme a esa boda. Prefiero no saber…

— ¡Ja! ¡Pero qué fácil es esconder la cabeza en la tierra como un avestruz! —escupió Zarah.

Indira iba perdiendo la paciencia. Había llegado demasiado contenta a la casa para ahora tener que lidiar con esto.

— ¿Dónde está papá? —preguntó Indira. Le urgía un cambio de tema.

Zarah aspiró hondo, con muestra de resignación.

—Salió hace un rato y seguramente regresará tarde y borracho. Traté de hablarle esta mañana pero no logré nada.

—Nuestro padre tiene un problema serio de alcoholismo —se acomodó en el sofá, pensativa —A veces pienso que es mejor que mamá no esté para que no tenga que ver en lo que se ha convertido.

Detesto tener que darte la razón pero es cierto —respondió.

Zarah se había acostumbrado a la crudeza con que Indira decía las cosas. Nunca maquillando la realidad. Además, a pesar de todo, aceptaba que su madre hubiera sufrido mucho si alcanzaba a ver en lo que se había convertido la familia que tanto cuidó. El hueco que dejó su ausencia en la vida de la familia era imposible de llenar. El dolor, imposible de superar.

Dos golpes se escucharon en la puerta.

— ¿Esperas a alguien? —preguntó Indira.

Zarah no esperaba a nadie y tampoco en la casa se recibían demasiadas visitas.

—No espero a nadie pero iré a ver…

El enorme paquete que se asomó cuando abrió la puerta no dejaba ver a quien lo cargaba. Tuvo que extender el cuello para lograr ver de quien se trataba.

—Disculpe, señorita. Necesito que firme como recibido —un cartero vestido de uniforme y sudoroso le hizo entrega del paquete y le extendió luego una libreta de recibos para que firmara.

Zarah titubeó por un segundo. Tomó el paquete con dificultad y lo colocó sobre una mesa. Era grande y pesado y llevaba el nombre de Indira estampado en letras grandes y elaboradas.

—Es para ti, Indira —le informó.

Indira se puso de pie de un salto.

— ¿Para mí? —preguntó extrañada.

No acostumbraba a hacer órdenes con envío a casa ni tampoco esperaba ningún regalo. De hecho, faltaba bastante para su cumpleaños. No obstante, la curiosidad la hizo mirar al remitente.

“Gennaro Ricci”

— ¡Es un regalo de él! —exclamó Zarah con una mezcla de confusión y alboroto.

Indira observó el paquete con desdén. Un regalo de ese hombre era lo último que deseaba.

— ¡Bah! Ábrelo tú…no me interesa —dijo volviendo a sentarse en el sofá sin la menor intención de descubrir el contenido de la caja.

Zarah se apresuró a abrirlo. Incapaz de articular palabra, quedó boquiabierta al ver su interior.

— ¡Por todos los cielos! —finalmente exclamó extasiada. Sus ojos quedaron en una especie de trance ante lo que observaba.

Indira no pudo evitar la curiosidad. ¿Qué tanto miraba su hermana que parecía haber caído en un hechizo?

—Déjame ver —dijo al tiempo que se asomaba a mirar. Su rostro confirmó igual sorpresa.

Zarah comenzó a sacar el vestido con sumo cuidado.

— ¡Es tu traje de novia! Tiene encajes con hilos de plata. ¡Está precioso!

Indira lo miró desdeñosa no mostrando el mismo entusiasmo.

—Digamos que sí…está bonito. Pero igual no me interesa —aseguró.

Zarah continuó sacando todo de la caja.

— ¡Y mira el velo que preciosura! —Lo tomó con cuidado y lo levantó con las dos manos para que no rozara el suelo.

Continuó revisando la caja como quien descubre un tesoro

—También hay alhajas, zapatos, perfumes… ¡todo es maravilloso! —expresaba con asombro.




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