Por favor Rey Hermilio, permítanos conocer a su joven hijo el príncipe.
—Por supuesto, es un honor para mí presentarle a mi hijo.—Dió un paso al frente empujando a su hijo para acercarse más.—Me siento honrado en presentarles a mi hijo Antonio III, futuro rey al trono.
El joven pasó al frente y entre aplausos fue recibido.
La realeza dió los saludos y honores pertinentes. La princesa por su parte quedó asombrada pues las historias del príncipe eran ciertas y quedó cautivada completamente.
—Muy bien, pasemos a lo importante. ¿Qué términos necesitan para la unión de estos reinos?
—Me temo que estoy en la penosa necesidad de acudir a reinos lejanos y poderosos porque nuestra familia se dividió y ahora buscan tomar mi reino. La avaricia de mis hermanos terminó por vencerlos rompiendo nuestros pactos, abriendo paso a nuestros enemigos y llevando a los reinos cercanos a una crisis total.—Agachó la cabeza tomando su papel de beneficiario y rogó por su ayuda.—Mis consejeros me pidieron ver más allá de los reinos conocidos y así hacer resurgir nuestras tierras. Ellos esperan que con tan solo escuchar de nuestra alianza los enemigos dejarán de molestar pero de no ser así pediremos tropas prestadas para tomar los reinos de mis hermanos y los vecinos. Los tesoros y riquezas serán para ustedes, nosotros solo desearíamos ser propietarios de las tierras y claro, pagaríamos un tributo. Para demostrar que tenemos lealtad en esto ofrecemos a mi hijo, el codiciado príncipe en matrimonio con su hija.
Erendira apreciaba el evento recargada en un pilar que sostenía el techo del gran salón. Analizaba todo a detalle con esa gran inteligencia que le caracterizaba.
Su prima y el príncipe se habían estado observando todo el tiempo, era fácil adivinar que la alianza sería un éxito pues estos dos no renunciarían el uno al otro.
—Ya veo sus motivos, no preguntaré más.—Respondió el rey mirando fijamente a todos y juntando ambas manos.—Pero daré una respuesta definitiva una vez que escuche a mi hija.—Se giró para dirigirse a ella. —¿Estarías de acuerdo en unirte al príncipe en matrimonio?
—Yo haría cualquier cosa padre, si valoras que sea lo mejor para el reino.—Trataba de ocultar su emoción y se mantenía recta en la silla.—Pero me gustaría conocer un poco al príncipe, dar una caminata con él a solas para conversar.
—Muy bien hija, estoy de acuerdo.—El rey se levantó de su asiento.—Levanto la sesión un par de días para que ellos tengan un poco de tiempo y puedan conversar. Mientras tanto ustedes serán invitados de honor y pueden hacer uso del castillo a su antojo.
—Su majestad, estamos agradecidos.—Respondió el otro rey visitante inclinándose.
—Bueno si no hay nada más que hablar vámonos a dormir o a seguir bebiendo los que quieran.—Dijo mientras reía.—Yo estoy cansado e iré a mis aposentos.
—Si me permite su majestad yo tengo algo que decir.—El sacerdote emisario había llegado desde muy lejos buscando esposa para su rey.
—¿Quién eres tú qué se atreve a interrumpir está reunión?—El rey Ricardo cuestionó muy molesto al hombre que desde atrás de la multitud hablaba.
—Soy el sacerdote Jacinto Cruz y vengo del grandioso reino del Norte, semejante por muchos años a este reino. Soy un emisario de mi rey Agusto.
—¿El rey Agusto del reino del norte? ¡Vaya! Ese lugar es muy famoso por su grandeza y tu rey muy popular por su ascendencia y sus grandes victorias en las guerras.—Se calmó un poco al escuchar estas referencias.—¿Qué mensaje me traes de él? Te advierto que no es forma de interrumpir aunque seas un emisario necesitas hacer una reservación antes de presentarte además, ¿Qué clase de emisario viene así, con una capucha y sin guardia real?
—Me disculpo por la interrupción y por mi forma de vestir. Recién acabo de llegar a su reino y quise aprovechar la oportunidad de entrevistarme.—Se despojó de su capucha color gris para mostrar su cabeza calva y sus ropas de viajero.—Si me permite solicitar una audiencia con usted, seré muy breve.
Todos los ahí reunidos quedaron intrigados, Erendira con mayor razón y comenzó a analizar al recién llegado con su característica inteligencia.
—Habla entonces.—Autorizó el rey sentándose nuevamente.
—Le agradezco mucho.—Inclinó la cabeza.—Es verdad la fama y grandeza de nuestro reino pero ahora atraviesa un problema diferente, uno que tiene que ver con el amor. Soy un emisario en busca de esposa para mi rey.
—Entonces el joven rey que heredó el reino ya está en edad para casarse.—Ricardo estaba sorprendido de lo que oía, era muy poco común recibir notificaciones personales de los reinos aledaños.—¿Y por qué has venido aquí?, ¿qué intereses buscas?
—Este reino es conocido por su grandeza, por la sabiduría y benevolencia de su majestad.—Usaba un tono muy dinámico, no aburría al hablar.—Además de ser un reino a la par del nuestro, hemos sabido de su fama por las tres hermosas princesas que su majestad tiene como hijas.
—Ya veo, seguramente son el mejor partido para cualquier rey, eso no puedo discutirlo.—Echó a reír completamente orgulloso de sus hijas.—Pero me temo que llega algo tarde señor emisario eclesiástico, mi hija mayor ahora es esposa de otro rey en el oeste y mi hija que ve aquí acaba de ser prometida al hijo de nuestros nuevos aliados. Mi última hija tiene apenas 12, sinceramente la considero muy pequeña para esta situación.
—¿Enserio se atreverá a rechazar una oferta de unión con el poderoso reino del norte?
El rey Ricardo se mostró un poco serio ante tal respuesta. Sabía perfectamente que no debía desperdiciar así una gran oportunidad de ser aliado de un grandioso reino.
—Majestad, si me permite hablar.—Uno de sus consejeros pedía tomar la palabra.
—Adelante, tus consejos siempre son bienvenidos.
—Creo que el emisario no le ha actualizado del todo la situación del reino de su procedencia.—Jacinto lo miró nervioso al imaginar que ya sabían la situación del rey.