—¿Enserio eso te dijeron?—Agusto preguntó sorprendido a Eréndira quién se había sentado junto a él en una banca del jardín.
—Así es su majestad, solo queda corroborar los datos con los guardias y habremos descifrado este asunto.
Erendira estaba reposando mientras amarraba su cabello dejando al descubierto sus hombros y también su cuello. Era de piel morena clara, muy fina y por supuesto muy bien cuidada. Por más que el monarca tratara de poner atención al tema más importante, la belleza de su prometida le robaba la atención.—Además no creo que ellas me mintieran, era un plan muy bien hecho que si no fuera por su consejero, estaríamos en problemas, con un príncipe muerto y al borde de una guerra.
—Y todo esto ocurrió tras mis narices.—Su mirada mostró frustración y una molestia muy grande.—Por eso casi no salgo del reino, me inquieta mucho la inseguridad y lo que pueda pasar. Aquí me siento impotente.
—No sufra mi rey.—Erendira era muy atenta y educada.—Lo pasado está ahí. Lo pudimos evitar y eso es lo bueno, debería pensar solo en eso.
—Nunca cometo esos errores.—Respondió él igual de molesto.—Soy muy precavido, no pensé que mi familia pudiera planear algo así. Estaba tan distraído con el viaje y con...
Se detuvo para no decir nada en frente de ella. La pena lo comía.
—¿Con qué otra cosa estaba distraído?—Erendira no perdió la oportunidad de enterarse aunque lo hizo por acercarse a él y no por el chisme.
—En nada, nada importante.—Dijo él muy tajante intentando cerrar el tema.
—Si se distrajo tanto como dice, debió ser algo importante.—Insistió mirándolo a los ojos, algo que aunque no quisiera le comprometía.—Quiero entender y ayudar, dígame por favor o es que acaso ¿no soy digna de saber?
—Creeme que ya has ayudado más de lo que imaginas.—Agusto la miró de igual forma aunque le costaba trabajo mantener su mirada fija en ella.—Estaba muy distraído pensando en ti... en convertirte en mi reina.
Erendira se enteró del motivo y le pareció muy romántico oírlo. Por algún motivo esas palabras tuvieron un gran efecto que hasta su corazón comenzó a latir más rápidamente. Su pupila se dilató y comenzó a sentir esas mariposas en el estómago, esas que indican que alguien ha entrado en ti y se aproxima a tu corazón.
La joven futura reina ya comenzaba a verlo con ojos de pareja aunque no habían tenido tiempo para conocerse o tratarse como tal. Lo único que sabían es que bajo un convenio se convertirían en marido y mujer.
—Y ahora qué me has visto, ¿Algo de mi no de su agrado?—Erendira se atrevió a preguntar esto evadiendo por completo el vacío mental que se generó en ella con el anterior comentario.
—¡Por supuesto que no!—Gritó sin pensar casi al instante que escuchó la pregunta. Al hacerlo, se dió cuenta de la posible exageración, aunque ella lo vió como halago.—Quiero decir, eres una buena mujer, se nota eso al instante.
—Me alegra su opinión hacía mi.—Dijo ella con una sonrisa.—Espero cumplir con las expectativas.
—Ya lo haces, estoy seguro que serás una gran reina.
Agusto notó que ya era un hecho. A cada instante que pasaba lo asimilaba de mejor manera y poco a poco deseaba el día de la boda con todo su ser.
Ante esto, había una situación que le preocupaba y decidió preguntarle directamente.
—¿No te molesta casarte conmigo?—Preguntó con un tono triste, subestimándose así mismo.
—Por supuesto que no mi rey ¿Por qué piensa eso?—Erendira se sorprendió por dicha pregunta, tanto que incluso se levantó para mostrar su sentir.—¿Acaso he hecho o dicho algo que le haga pensar eso?
—No para nada.—Dijo él sorprendido por la humildad de aquella mujer.—Has sido todo lo contrario, demasiado atenta, linda, noble y de gran ayuda. Algo que no podría compensar con nada.—Hizo una pequeña pausa para abordar el tema directamente, necesitaba hacerlo creyendo que Erendira aún no era consciente de aquello.—Mi pregunta va más allá. Lo digo por mi condición. Como comprenderás no es la mejor forma de ser un buen esposo ni un buen rey.
—Si me permite, creo que eso no tiene nada que ver.—Erendira le hizo saber que era muy consciente de todo y que no le importaba. Ella se convertiría en su esposa sin importar nada.—Yo estoy segura que usted es un gran rey y también una gran persona. La vida nos pone muchas pruebas, ninguna es fácil pero tenemos que aprender a lidiar con eso. Y créame, nadie es perfecto.
—Lo dices con mucha sabiduría. Ese mismo espíritu se requiere para que puedas reinar cómo Dios manda.
—Eso me preocupa. Aunque he estado toda mi vida con la realeza, desconozco esos asuntos.—Bajó su mirada para continuar hablando.—No sé si podré serle de ayuda allá. Aunque si lo que necesita es una figura de reina lo haré con mucho gusto.
—No solo te quiero como una figura para pasearse conmigo por el reino y que todo mundo vea que no estoy solo.—Ahora Agusto fue más allá y la tomó de la mano.—Quiero una persona inteligente como tú. Alguien que me ayude a reinar como se debe, una compañera en todo lo que haga. Y no solo yo, el reino entero lo necesita.
Ambos se miraron a los ojos. Estaban tan cerca que fue fácil verse sus pupilas mutuamente. Al ritmo de una melodía inexistente, se acercaron poco a poco hasta que sus labios quedaron lo suficientemente cerca para tocarse. Lo hicieron de una forma muy tierna, un beso que los unió aún más y que era el comienzo de algo grande. Un beso que fue interrumpido.
—Me alegra ver que se llevan muy bien ya.—El rey Ricardo había llegado hasta ellos.—Me pregunto, ¿Cómo va la investigación?