—Me imagino que lo quiere aquí a toda costa su majestad.—Dijo Jacinto mientras se levantaba con la intención de ir a buscarlo.—Iré a decirle a los guardias que me ayuden a esa tarea.
Justo cuando Ricardo pensaba que era un buen momento para iniciar ya que todos estaban reunidos. Notó que Jacinto era el que se iba lo cual le causó un poco de malestar.
—Mi rey, puede comenzar.—Dijo Agusto para no retrasar más la reunión.—Mis consejeros se reunirán en un momento con nosotros.
El rey Ricardo asintió con la cabeza y decidió iniciar. Movió la cabeza hacia su anunciador para que esté de manera verbal diera inicio.
—Estamos reunidos para festejar en primera instancia la unión de nuestros reinos por medio del matrimonio.—El vocero lo hacía con mucha alegría, como si hubiera estado esperando el momento de su participación por mucho tiempo. Lo que decía, lo estaba leyendo de un pergamino que con ayuda de escritores pudo realizar. Esto era muy común en todos los reinos, la presentación decía mucho de ellos.—Por una lado nos complace anunciar el compromiso de la princesa Sleidy hija de nuestro rey Ricardo con el príncipe Marin. Este compromiso fue el motivo de nuestra celebración pasada y me complace informar que la boda será en dos meses. Así se había estipulado y así se acuerda que será.—Tomó un poco de aire para continuar.—La siguiente unión se hará con el reino del norte cuyo rey Agusto I, desposará a nuestra lady Eréndira, sobrina del rey Ricardo y por quién también corre sangre real. Dicha boda es oficial aunque no se tiene una fecha debido al respeto de la boda anterior.
Los aplausos se hicieron presentes para festejar este par de acontecimientos importantes que sin duda eran esperados.
—Gracias vocero. Pues están todos invitados a la boda.—Dijo Ricardo para provocar un poco de risas ahí.—Ya que esto es oficial también lo son nuestras alianza que son importantes para todos aquí.
Considero que ambos reinos tienen regentes nobles y con tierras prósperas las cuales un día pretendo visitar.
Ambos reyes levantaron la mano para afirmar que su presencia era bien recibida en sus reinos.
—Dejando las celebraciones y buenas noticias a un lado.—Continúo el rey.—Estamos reunidos también para hacer una planificación militar. Hemos estado en paz mucho tiempo, lo sé, pero como dije antes hay momentos en los que se tiene que hacer esto.
Mientras el rey hablaba, Jacinto y Job entraron en la sala, uno mucho más apenado que el otro aunque también muy emocionado por lo que se le había requerido.
Caminaron uno delante del otro y llegaron a sus respectivos asientos donde Agusto y Erendira los esperaban.
Estos dos últimos habían estado muy atentos el uno al otro. Las miradas indiscretas no se hicieron esperar por parte de ninguno. Sin duda estaba naciendo algo muy importante para ellos.
El amor y la guerra estaban creciendo como dos hermanos en un mismo hogar.
Por un lado Agusto estaba perdiendo su reino ahora por la conquista de su familia. Todo el esfuerzo que estaba intentando hacer por rescatarlo parecía en vano a la vez que se sentía fuera de ahí. Su familia lo había estado vigilando y ahora con esta gran oportunidad estaba muy cerca de arrebatarle lo más preciado.
Pero por otro lado su cercanía con la mujer que sería su esposa fluía mucho mejor de lo que se hubiera imaginado. El haberla conocido era una bendición muy grande. Su carácter era perfecto, su inteligencia oportuna y su humildad muy destacada. Eso sin tomar en cuenta la belleza con la que se caracterizaba y que era parte de un encanto que llegó hasta él desde el primer día que la vió.
Su vínculo había crecido gracias a las adversidades que enfrentaron juntos. Muy rara la forma pero funcionó.
Pero ahora Agusto contaba con entregarle un buen hogar así como un reino que gobernar, si lo perdía todo era casi seguro que el matrimonio con ella sería suspendido y él no deseaba llegar a eso. Así que su compromiso era muy alto con ella pues tenía que cumplir lo prometido.
Gracias al sentirse en las nubes por estar enamorado de ella, compensaba un poco la preocupación que tenía. Todo lo había puesto en manos de su mensajero con quien contaba para llegar antes que el ejército invasor. Pero no solo era eso, su ejército así como las personas leales a su reinado, tenían que creerle e irse del reino como se lo pedía. Algo que veía muy difícil pues ningún ejército optaría por abandonar la seguridad de las murallas y el hogar solo porque se los pidieran así.
Esto preocupaba a Agusto quien deseaba terminar con eso.
Había encontrado otra gran bendición como lo era la alianza. Aunque con su gran orgullo no deseaba abusar de ellos ni hacer pelear guerreros en su nombre pero dada la situación era una ventaja que no se podía negar a usar.
—Le pediré a mi ministro de guerra que les comunique con los elementos que contamos para una batalla.—Ricardo interrumpió los pensamientos de Agusto para dar paso a los planes de batalla.—Por favor jefe Goru, lo escuchamos.
Se levantó una persona que estaba a tres espacios del rey Ricardo. El mismo hombre que había mostrado gran respeto el día anterior y quien era el jefe militar de ese reino.
—Gracias a la paz nuestras filas se han reducido pero eso no quiere decir que nuestros soldados no sean capaces.—Comenzó el reporte.—Tenemos un total de 20,000 soldados de los cuales podemos desplegar 9,000 sin ningún problema. Esto para garantizar la seguridad de todo el reino y poder tener control del mismo.—Hizo una ligera pausa para observar la reacción de todos y al contemplar su silencio decidió continuar.—Tenemos gran riqueza y alimento para grandes distancias así como máquinas de batalla poderosas, caballos y arcos que nos complementan. Estarán listos y ordenados en 3 días a lo mucho, en ese tiempo podrán marchar a donde usted lo ordene mi rey.
El jefe militar terminó de hablar y giró para mirar a su rey indicándole que había terminado su reporte.