El sol ya estaba en una buena posición para alumbrar completamente todo el reino.
Todos los habitantes estaban preparados. Desde los soldados que ya habían tomado su formación desde muy temprano. Se colocaron en la parte de afuera de la ciudad, con todos ahí reunidos se veía una gran espectáculo digno de ver.
Arqueros en sus posiciones. La caballería en los costados, la infantería enfrente con múltiples abanderados cargando los escuchados del reino y para completar la maquinaria pesada que aguardaba hasta el fondo.
Ambos ejércitos de igual magnitud estaban esperando las indicaciones de los generales para avanzar. Era algo que imponía solo con verlo.
El rey Ricardo por su parte estaba a las afueras listo para inspirar a su ejército. Era un hombre ya mayor para ese entonces quien no iría a la batalla. Esa misión se la confiaba a su general de mayor grado quien era el líder militar junto a los 9,000 soldados que habían acordado mover.
La reina por su parte estaba a un costado de su esposo. Debajo de ellos, todos los ministros y gente importante del reino así como el rey Wilson y su esposa que esperarían a su ejército propio para unirse en la siguiente batalla. El príncipe de Marin tendría esa misión, ir a encontrar su ejército para reunirse todos ahí.
Sleidy por su parte acompañó a su prometido a las afueras del castillo donde después de ver marchar al ejército aliado, él iría a su misión.
El joven ya estaba sobre su caballo y perfectamente escoltado por caballeros de máxima confianza para ellos.
La princesa estaba a su lado tomándolo de la mano, esperando el momento de su partida y del mayor espectáculo del día.
A la reunión también habían llegado varios mirones del pueblo que no deseaban perderse dicho espectáculo. Sabían que la guerra se avecinaba pero al no ser ellos los atacados se atrevieron a salir e intentar ver todo con lujo de detalle.
Agusto por su parte ya estaba en su caballo con sus dos fieles compañeros. Jacinto quien ya era todo un experto y Job que tuvo que aprender a montar rápidamente. Ambos a lado de su rey y rodeados por la guardia real.
El ejército de Agusto no daba nada que desear, se veían perfectamente armados además de muy experimentados. Algo que en ese entonces se agradecía el tener.
Como no había un general regente el propio Agusto marchaba con sus filas para realizar esa misión. Lo había desde que era príncipe así que su valor nunca estuvo en duda. Los soldados más veteranos lo conocían bien y sabían que era un excelente estratega así como fue un gran guerrero. Parte de ese respeto militar fue lo que les hizo quedarse a su lado para enfrentar esos retos.
—Creo que lady Eréndira se quedó dormida.—Le dijo Jacinto a su rey al ver que no llegaba.—Ya debería estar aquí, ella es muy puntual.
—Hablas como si fuera una obligación que ella estuviera aquí rodeada de este gentío.—Dijo Agusto mirando enfrente pero deseando desde su corazón que ella llegara.—Yo la entiendo, tal vez está viendo desde un punto más alto y cómodo.
—No diga eso, si después de lo que ha pasado es normal que ella estuviera aquí despidiéndolo.—Jacinto seguía muy insistente con eso.—Quizá algo muy importante la retrasó. Estoy seguro que desea venir.
—Bueno ya la veremos en otro momento. Por ahora debemos concentrarnos en lo que viene.
El sacerdote le hizo caso y giró su cabeza para mirar solo en frente y no estarla buscando en la multitud.
Mientras esto ocurría se acercó a ellos el representante y líder de las tropas de Ricardo, quien junto a Agusto estaría dirigiendo la campaña.
—Parece que todo está listo mi señor.—Dijo acercándose lentamente y montando a caballo.—Las tropas están alineadas, solo necesitamos un mensaje motivacional.
—Estoy de acuerdo contigo pero creo que el rey Ricardo es el más indicado para eso.—Agusto mantuvo su mirada firme y sus palabras rectas.—Ayer lo conversamos y creo que mis soldados se motivarán más al saber que no estamos solos y para eso, el rey es ideal. En pocos momentos seguro dará el discurso.
—Entiendo. Entonces solo me mantendré a la espera y marcharemos inmediatamente después, ¿Está bien?
Agusto respondió moviendo la cabeza en señal afirmativa. Realmente estaba concentrado.
El viento soplaba fuerte pero lo había en dirección contraria, como si les estuviera indicando que avanzar era lo correcto y que debían irse pronto. El rey Ricardo quien aguardaba mirando desde lo alto decidió hablar por fin.
—¡Queridos guerreros!—Los soldados giraron inmediatamente después de escuchar al rey hablar. Lo hicieron muy sincronizados y en órden.—¡El día de hoy estamos reunidos para enfrentar a un enemigo en común que ha osado no solo atacar el reino del Surten si no a todos nosotros con su agresión. Primero al reino de Olster al atentar contra la vida del príncipe. Después contra nosotros al traer asesinos e intentar envenenarme. Y ahora esos hombres han ido a tomar el reino del Esacrum de nuestro aliado el rey Agusto. Les pregunto a ustedes, ¿Debemos quedarnos con los brazos cruzados? o ¿Hacerlos pagar lo que hicieron?
Los gritos simultáneos respondieron en afirmación con la segunda opción. Un grito que estremeció a todos los que escucharon y que hacía temblar a la tierra misma.
—¡Entonces están de acuerdo conmigo, vayan y recuperen ese castillo aniquilando a nuestros enemigos en su totalidad! —Pausó y tomó aire para gritar de nuevo.—¡Vayan y demuestren que cualquier atentado contra nuestro reino y contra su rey es una sentencia de muerte. Vayan y hagan ver que nuestra alianza es la más poderosa de todas y que nuestro ejército es el mejor!
Los gritos se escucharon nuevamente por parte de todos los soldados que escuchaban el discurso y que poco a poco comenzaban a motivarse.
—¡Para esta misión llevan a dos grandes expertos en la batalla y con los que seguro traerán la victoria a casa!—Continúo su discurso con mucha pasión.—¡Nuestro grandioso general Kanser y sus ayudantes!