Esposa para el rey

Capitulo 30

—Señor ya estamos muy cerca del castillo.—Informaban al líder militar mientras se detenían para contemplar en el bosque.—Estamos a unas horas de llegar pero la noche nos alcanzará antes de eso.

—Muy bien explorador.—Respondió el general con voz analítica y agradecida.—Has hecho un gran trabajo. Ve a descansar.

El jefe militar miró a Agusto para llegar juntos a una solución.

—Ya lo escuchó mi rey. Estamos cerca pero la noche llegará primero.

—Creo que lo mejor es acampar.—Dijo el rey muy serio.—Dentro de todas las posibilidades, me parece que acampar es la que brinda más ventaja.

—¿Qué clase de ventajas? Si me permite saber.

—Podemos enviar exploradores mientras los soldados descansan. Así sabremos si el enemigo sabe de nuestra presencia o sigue celebrando.—Hizo una corta pausa para continuar.—Nuestros soldados podrán descansar antes del ataque. Aunque podríamos aprovechar la noche si estuviéramos cien por ciento seguros que ellos no nos esperan. Pero el rendimiento de las tropas puede bajar.—Señaló hacía el este, justo a una colina.—Conozco ese territorio, desde ahí se puede observar perfectamente el castillo y esa visión no la tendríamos por la noche. Ver qué es lo que sucede durante la batalla.

—Parece que todo ese tiempo en silencio no fue porque estuviera aburrido.—Afirmó el militar a Agusto.—Ha estudiado todo perfectamente. Yo no dudaré de usted así que daré las órdenes de inmediato.

El militar giró para buscar a sus asistentes. El gran ejército se había detenido y se estaban acomodando. Necesitaban recibir las órdenes de su líder.

—Di que vamos acampar aquí para descansar.—Le dijo al más cercano de todos.—Y pide a los explorados que estén listos para la acción. En un momento los voy a ocupar.

—¡Sí señor, de inmediato!—El soldado bajó del caballo y se dirigió con los exploradores para realizar las órdenes de su jefe.

El rumor de acampar se corrió por todo el ejército hasta que el último miembro se enteró. Los soldados comenzaron a extender su campamento. Los encargados eran los de mejor rango pues la élite de la milicia tenía que estar centrada en la batalla y eso incluía el descanso.
Otra tarea importante era alimentarse. Aunque llevaban semillas y otro tipo de alimentos, algunos se daban a la tarea de cazar para tener carne en sus estómagos. La zona era muy grande así que pudieron encontrar diferentes tipos de especies. Aunque no se alejaron mucho hacía el castillo para no alertar a nadie.
La noche llegó como se esperaba y el campamento ya estaba listo y funcionando. Las antorchas eran bajas pero aún así emitían una luz muy intensa. Los soldados se habían despojado de sus cascos y reposando sentados comiendo y bebiendo agua. El alcohol estaba prohibido antes de iniciar una batalla, aunque algunos desobedecian esta órden. Muchos por gusto mientras que otros para tomar valor lo hacían.
El campamento para los líderes estaba justo en el centro y ya había sido levantado de igual forma. Aunque había una gran carpa para planear los movimientos. Agusto y el resto de jerarcas estaban afuera disfrutando de la noche y observando todo detalle.
Las estrellas parecían contestar la luz pues comenzaron a brillar de una manera tan intensa que parecía una lámpara moderna en el cielo.
Los caballeros descansaban de igual forma en un terreno improvisado para que comieran hierbas. También se les dió agua y se les dejó descansar. Sin duda les esperaba un día muy ajetreado también a ellos.
Agusto reposaba en su silla especial mientras miraba hacía el cielo en dirección a su reino. Lo contemplaba tranquilamente hasta que fue interrumpido.

—Es extraño ¿Verdad?—Jacinto se acercó a él caminando.—El reino que siempre ha sido nuestro hogar y que defendimos tantas veces, ahora está a punto de ser atacado por nosotros.

—Si, es muy extraño.—Dijo él con voz tranquila y reflexiva.—Aunque si nos ponemos estrictos. Hacer esto es una forma de protegerlo también.

—Si, una muy dolorosa.—Concluyó igual de reflexivo y analítico.—¿Crees que la batalla sea muy difícil?

—Estoy haciendo todo lo posible para que no sea así.—Agusto seguía con la mirada enfrente y muy serio.—Se podría decir que esta es la batalla de su vida.

—¿Tanto así mi lord?—Preguntó con una sonrisa.—Después de tantas, ¿Esta lo es?

—Es la lucha por recuperar mi reino. El enemigo principal es mi familia.—Por primera vez lo miró a los ojos.—¿Por qué no sería esta?

—No se si lo sea o no.—Respondió muy serio nuevamente.—Pero suena a que es el gran final de nuestras hazañas. Y en mi opinión aún falta mucho por avanzar.

—Espero que Dios no te escuche esta vez.—Dijo sonriendo un poco él.—No me gustaría vivir más guerras. Creo que debería pasarnos como el reino del sur y enfocarnos en vivir más la paz.

—Aunque comparto tus pensamientos, dudo mucho que nuestros enemigos se apiaden de eso.—Le dijo con gran pesar en su voz.—Por más que nosotros queramos, ellos no lo desean. El reino del sur tuvo la suerte de no tener una familia deseosa de poder y mucho menos enemigos cerca. Eso es admirable.

—Si, sin duda la buena fortuna los acompañó.—Respondió Agusto un poco molesto.—A veces pienso ¿Qué valor tendrá lo material?

—¿A qué se refiere exactamente mi rey?—Jacinto no entendía bien lo que le expresaban.

—Lo material tiene un valor respecto al oro y otra monedas, ¿No?

—Si, así es mi rey...

—Pero si lo comparamos con otras cosas por ejemplo la salud. ¿Qué tendrá más peso?—Sus palabras eran muy sabias y Jacinto intuía a donde quería llegar.—Yo en mi situación cambiaría el reino entero por tener mis piernas de nuevo. El caminar, algo tan básico que no valoramos hasta que no podemos hacerlo. Eso para mí tiene un precio invaluable.



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Editado: 26.03.2025

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