La noche pasó muy rápidamente. Agusto no pudo descansar ni un poco, nerviosismo por la nueva vida, planear una estrategia y estar alerta, fueron una combinación perfecta para dejarlo con insomnio. ¿Y quién podría dormir tranquilo antes de una guerra? Estaba claro que ya no se sentía él mismo. Aunque aún tenía su inteligencia, extrañaba el montar su caballo y atacar al frente de sus tropas. Tener la opción de correr, luchar, ser un ejemplo en la pelea, todo eso hacía una importante elevación moral.
Tristemente tenía que estar esclavizado a esa silla sin poderse mover por sí solo ni a la velocidad deseada. Todo eso lo dejaba ciertamente incapacitado y con la moral baja. Dependía solo de dirigir a las tropas desde un punto medio y enviar a los soldados para decretar sus órdenes.
Tenía la ventaja de contar con el general del reino sur, él no era especialista en pelear enfrente de su ejército pero era un gran líder y se podía desplazar mejor que él.
Los sueños lo habían aterrorizado en esa noche, unos donde él perdía y su familia lo capturaba cumpliendo así sus deseos.
La forma en la que lo sometieron era la peor inimaginable, cortaban sus brazos en público y lo arrastraban hasta morir quemando su estandarte.
Otro sueño que consideró pero aún, fue cuando su gente y su propio ejército lo abandonó por hacerse aliados de su familia. Esto lastimó su corazón y no tuvo forma de luchar para revertirlo.
Cuando sus sueños estaban por consumirlo aún más, pues apreció su ex esposa con todas las personas que le habían abandonado. Lo hicieron para burlarse de él y sobajarlo, estaban unidos con el resto de su familia y eso lo limitaba.
Pero la mujer que había entrado en su vida recientemente apareció para salvarlo. Erendira era la heroína en esta ocasión. Su imagen apareció contra el sol y caminó lentamente hacia él para darle la mano diciendo.”Tranquilo, todo está bien.
La luz se abrió en ese momento en su camino, la mano de Eréndira lo llevó por él abriendo un camino entre la batalla, uno en el que ambos huían para no enfrentar más ese destino.
Agusto se conservó muy confundido después de aquellas imágenes que su mente le había generado mientras intentaba dormir.
En el fondo su idea estaba muy marcada por el cansancio de las guerras y el deseo no de luchar más. Esas ideas estaban llegando en un mal momento pues el día para la batalla estaba iniciando. Todo por pensar que no era la vida que Erendira merecía y que luchar por un reino traería consecuencias que atentaban contra la tranquilidad.
—¡Mi rey las tropas le esperan!—Esta vez el encargado de tocar a su puerta para despertarlo era Job, el nuevo valiente consejero del rey.—¿Está despierto?, ¿puedo pasar?
—Si Job adelante.—Respondió Agusto aún disperso.—Llevo un buen rato despierto.
El joven consejero entró pasando la cortina, lo hizo de una forma muy despreocupada y con exceso de confianza. Esa forma tan noble y única lo hacía especial, provocaba caerle bien al rey.
—¿Qué estaba haciendo?, ¿preparándose mentalmente para la batalla?
Job se sentó mientras veía al rey acostado en la cama.
—No, de hecho estaba meditando sobre todo esto…
—¿Sobre los planes de batalla?—Preguntó confuso.—Creí que la idea era clara. Si va cambiar algo necesito correr para avisar al general, necesita saber.
—Tranquilo Job no se trata de un cambio en la batalla.—Dijo Agusto nervioso.—Es sobre la batalla en sí.
—No me diga que no desea pelearla.—Job lo miró muy tiernamente.—Es eso lo que estoy entendiendo.
—Esos pensamientos me han comido durante horas...
—¿Por qué?, ¿acaso es cobardía?
El valiente consejero hizo pensar al rey de inmediato en su honor. No quería dar esa impresión aunque dada la circunstancia si abandonaba todo, qué más le daba.
—No es cobardía.—Respondió muy firme.—Aunque debo reconocer que no me siento tan fuerte como antes. No te negaré que mi situación actual me pone en cierta desventaja ante todos.
—Puedo entender eso.
Job no recriminó, dijo exactamente lo que su rey deseaba escuchar y eso le sorprendió.
—¿Cómo puedes entenderlo si nunca has pasado por esto?—Le preguntó intrigado y para nada molesto, sabía que su intención no era bardearlo.
—Porque he sentido miedo antes. Para ser más claro.—Pausó para girar su cabeza hacia abajo.—Me he sentido insuficiente toda la vida, siempre con el temor de fracasar. Incluso ahora que usted me nombró consejero yo estoy que muero de miedo, incluso más que ir a la batalla. El tener un puesto para el que nunca me he preparado me mantiene siempre pensando en que pasará si fallo. Lejos de disfrutar es muy estresante.
—Perdoname Job...yo no sabía que sentías eso.—Agusto se sintió conmovido.—¿Qué puedo hacer para liberar esa carga?
—El punto es ese. Usted ya ha hecho demasiada, la inseguridades son mías y nadie va cambiar eso.—Hablaba con mucha sabiduría, se notaba que había estado pensando en eso mucho tiempo.—Los demás me pueden hacer el trabajo fácil pero si yo no cambio mi mentalidad, cualquier cosa me afectará.
El rey se quedó sorprendido por esas palabras, ya sabía lo que seguía a continuación y el gran error que estaba cometiendo.
—Así usted. Cree que seguir en este camino sólo le llevará a lugares más difíciles y tiene miedo a no superarlos y quedarse a medias.—Hablaba muy fluido para eso.—Y comienza a poner pretextos sobre la seguridad de los demás y muchas cosas. Pero le debe quedar claro que usted debe seguir su camino y si las personas realmente desean estar con usted, seguirán a pesar de ese camino.
—Me has dejado sin palabras pero con las dudas completamente despejadas.—Dijo Agusto con una gran sonrisa en su rostro.—No cabe duda que hacerte mi consejero fue la mejor decisión.—Le guiñó el ojo en señal de compromiso mutuo.—Si pensabas que no estabas haciendo bien tu trabajo, debo decirte que estás en el mejor camino.
El ejército se formó rápidamente. Estaban listos para avanzar en cuanto su líder diera la señal.
La estrategia era conocida por los líderes, los soldados sabían lo que tenían que hacer, lo inevitable estaba por ocurrir.