Esposa para el rey

Capitulo 40

La celebración pasó y el tiempo también. Habían pasado un par de semanas desde lo ocurrido en la batalla y desde que las noticias se extendieron por lo largo de todos los reinos.
Los enemigos de Agusto que habían logrado escapar, se refugiaron en su reino principal de Krimea como era de esperarse.
Ahí lloraron y lamentaron su ambición y movimientos acelerados que hubieran funcionado como el plan perfecto sin la intervención del campesino Job y su atención en el caso.
Se refugiaron tras los muros sintiéndose seguros pero sabían que esa seguridad no duraría demasiado. Tardé o temprano recibirían en casa a los enemigos que habían despertado.

—¿Qué debemos hacer ahora?—El tío menor de Agusto conversaba con sus consejeros.—Dijeron que en ese plan no había margen de error y todo salió mal.

—Así era mi señor. No sabemos cómo se dieron cuenta de nuestra operación.—Sus consejeros vestían con una túnica blanca y un sombrero de este mismo color.—Incluso preguntamos varias veces a los espíritus antiguos y ellos nos dieron la razón.

—Espíritus, espíritus, ¿Dónde están?—Su tono de voz era el de alguien muy molesto.—Nosotros somos seres físicos y pensantes, creer en esos espíritus es una tontería.

—No subestime su poder mi señor.—Seguian hablando los consejeros.—Recuerde que gracias a ellos logramos tener victorias importantes el el pasado, incluso nos hicimos de varios territorios.

—¿Y por qué nunca hemos podido tomar el reino de mi sobrino?—Golpeó la mesa mientras preguntaba.—¿Por qué el Dios en el que cree es más fuerte que sus espíritus?

—No es una cuestión de deidades mi señor....

—¡Dejen de poner pretextos estúpidos!—Se levantó muy enojado.—Les pedí una solución para este problema y solo vienen a decirme sus justificaciones tontas.

El silencio se hizo presente después del regaño recibido, no habían logrado hacer su tarea de conseguir una solución y esta vez no había justificación.
De pronto cruzó por las grandes puertas color café el sobrino. La tercera persona que estuvo en la invasión al reino de Surten.

—¿Por qué tan de malas tío?—Preguntó con burlas mientras se acercaba a la reunión.—No me digas que estos monjes no han cumplido con tus expectativas, ¡Qué novedad!

—No vengas a fastidiar con tus comentarios sarcásticos.—Le respondió igual de duro y frío.—¿Qué has averiguado?

—Nada nuevo. Nuestro rey lisiado sigue en su reino con ese gran ejército que ha logrado reunir.—Se sentó, se sirvió vino y se mostró muy relajado.

—¿Cómo puedes estar tan tranquilo después de lo que estás diciendo?—Su mal humor era evidente y la falta de tolerancia ante todo también.

—Y ¿Por qué debería preocuparme?—Colocó sus manos en la parte de atrás de la cabeza.—Agusto es un cobarde, pensador y filósofo. Ese idiota nunca marchará hasta acá con un ejército.

—No puedes estar seguro de eso. Deberías pensar en un plan por si eso ocurre.—Lo miró fijamente.—No todas las personas van a reaccionar siempre como tú lo esperas. Esa es la ley de la vida y no lo has entendido.

—Entonces nunca hubieras hecho caso a estos bufones para empezar.

—Que fácil es culparme a mí por la decisión de todos.—En esta ocasión se puso reflexivo.—Fue decisión de los tres así como las consecuencias.

—Qué extraño que menciones las consecuencias hacia los tres.—Ahora él se puso muy serio.—Mi padre es el único que quedó capturado dando la cara por esas decisiones.

—Y nosotros escapamos muy apenas, no sé cómo lo hicimos.—El nivel de satisfacción en sus palabras era muy notorio.—Pero si no aprovechamos esa ventaja terminaremos igual que él y nuestros dominios se perderán.

—Te ves bastante preocupado por eso. ¿Qué dicen los espíritus?, ¿han dado alguna estrategia de batalla?

El silencio se hizo presente a raíz de las burlas que el joven guerrero hacía respecto a la situación actual.
No era difícil de notar que el estrés estaba muy presente en todos ellos. Habían empezado una guerra que quizá no podían ganar y ahora debían considerar cuál sería la mejor opción para salir lo mejor librado posibles.

—Tal vez lo mejor será empezar de cero e irnos a nuestras tierras en Taiberia.—El actual líder rompió el silencio para dar su aportación.

—Venga tío. ¿Vas a tirar la toalla tan pronto?

—Estoy considerando la mejor opción.—Golpeó sus puños uno con otro mientras hacia referencia a esto.—Agusto podrá venir y tomar estas tierras por muchas resistencia que pongamos. Pero por mucho que sea su deseo de venganza, jamás irán hasta allá.

—Tiene razón señor.—Los sacerdotes retomaron su participación en aquella pequeña reunión.—Su familiar no conoce esos terrenos y no desplegará un ejército tan lejos, no es un conquistador. Si nos movemos hacia allá estaremos seguros.

—Y ahí están tus monjes cobardes.—Interrumpió el menor nuevamente ofendiendo a los clérigos.—¿Sus espíritus también se mudarán a esas tierras?

—¡Basta ya, te lo digo de nuevo!—Habló nuevamente con furia.—Somos lo único que queda de la resistencia, no podemos pelear entre nosotros.

El joven hizo caso a esta petición y se quedó callado para que el resto hablara.

—No estoy diciendo que sea la mejor opción ni que lo haremos. Sólo estamos contemplando opciones.

—Si me permite señor podemos evaluar todas las opciones. —El sacerdote mayor continuó para no perder credibilidad.—Los espíritus son sabios. Ellos nos podrán ayudar.

—Hagan lo que tengan que hacer. Quiero escuchar todas las opciones y no solo de los espíritus. Intelectuales, guerreros, necesito todo lo posible.

De pronto un golpe interrumpió nuevamente, el sobrino se molestó tanto por lo que escuchó que no pudo resistir más el silencio y lo rompió.

—Si quieren huir como los cobardes que son, háganlo.—Se levantó dispuesto a salir de ahí.—Pero conmigo no cuentes, yo me quedaré aquí en mis tierras y si Agusto viene a buscar pelea, lo esperaré con una sorpresa.



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Editado: 26.03.2025

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