Los soldados avanzaron con una serie de armas que tenían disponibles. Muy similares a las que los generales deseaban usar contra ellos pero no les fue posible. Se contuvieron pues obtuvieron la información. Pero esta vez ellos no tenían nada que ofrecer, ahora eran simples víctimas de un loco plan el cual los tenía encerrados y amarrados ahí.
Los prisioneros se acercaron uno a uno y cada quien tomó a un general para hacer lo suyo.
Las torturas comenzaron, les hicieron de todo sin importar el dolor. El corazón humano es capaz de almacenar mucho rencor hasta que encuentra la forma de liberarlo en una forma grotesca.
Así sucedió con los generales quienes eran los únicos que se mantenían en pie de sus ejércitos. Deseaban con todo su ser que alguien hubiera logrado escapar para dar aviso a su rey y así llegar a rescatarlos.
Sus esperanzas se iban terminando cuando nada de eso pasó. Las torturas seguían pero nunca apareció su héroe ni refuerzos, se consumieron por el plan enemigo y poco a poco se resignaron a morir, así el dolor iría desapareciendo.
—Les diré un poco más de mi plan para frustrarlos aún más.—El primo de Agusto seguía viendo aquello y se divertía por esa cuestión. Dejó de beber para continuar hablando.—Su ejército aún tendrá una función muy importante. Tomaremos sus armaduras, banderas y todo lo que haga falta para hacernos pasar por ustedes. Entraremos en las filas de nuestro querido rey y por la noche atacaremos a tantos como podamos. No sabrán ni quién los golpeó. Y todo esto fue tan fácil como dejarles creer que tenían la ventaja.
La risa comenzó a sonar muy molesta en los oídos de los generales quienes ya estaban hartos y desmoralizados. La situación no era para menos. Todos ellos habían tenido que aguantar muchas cosas que van más allá del límite humano.
—Ya han sufrido bastante estos bastardos.—Dijo un poco aburrído.—Las armaduras ya han sido recuperadas así que no perderemos tiempo. ¡Terminenlos ya!
La orden fue dada y por más ganas que tuvieran de seguir torturando, tenían que obedecer a su líder y así lo hicieron.
Tomaron una espada muy larga y afilada, con ella perforaron el pecho a la altura del corazón de cada uno de los generales. Su carrera y su vida se habían terminado y no había nada para remediarlo. Aquello se convirtió en una derrota humillante para el ejército de Agusto quien aparentemente no sabía nada. Él estaría esperando el regreso de sus soldados yen primera instancia eso iba a ocurrir pues los disfraces se lo harían saber.
Con la muerte de los generales, su primo tenía que encontrar quien sustituyera a los líderes para dar cuentas al rey cuando se cruzaran. Pero eso ya lo tenía muy bien pensado al igual que todo lo que seguía en su plan. Como un gran juego de ajedrez o cualquier otro de estrategia, este contrincante había empezado muy agresivo y jugando todas sus fichas sin guardarse nada. Estaba claro que no subestimaba a su enemigo y lo atacó con todo lo que tenía pues deseaba ganar a toda costa.
Ahora solo el destino sabía si Agusto se daría cuenta de esto y podría reaccionar o simplemente sería una víctima más de esta guerra.
—¡Señor, el ejército del general Moisés está regresando!—Uno de los vigías dió el aviso al rey Agusto quien aguardaba en su silla.—¡Se acercan por el oeste!
Agusto levantó la mirada para corroborar las palabras de su soldado. Se puso contento al ver que el hombre cabalgaba con un gran número de militares detrás de él. Eso le daba a notar que la batalla había sido un éxito pues no habían perdido gran cantidad de tropas.
Se quedó erguido custodiado por su guardia personal, aquella que no se despegaba de él en ningún momento. Ahí permaneció hasta que los hombres llegaron.
Cuando estuvieron a una distancia considerable, el soldado que venía en posición de líder se quitó el casco y se inclinó ante su rey.
—Mi señor, traigo noticias del campo de batalla.—Dijo aún con la cabeza abajo.
—¿Cuál es su nombre soldado?—Preguntó Agusto al ver que no era su conocido general.—¿Dónde está Moisés?
—El se quedó cuidando la recién tomada línea de batalla.—El hombre trataba de hablar lo más neutro posible pues un fallo en los acentos, podía hacerle notar de dónde venía en verdad.—Me pidió a mi que viniera para darle las noticias y proceder con el plan. La fortaleza del oeste ha caído.
—Esas con excelentes noticias. Muy buen trabajo solado.—Agusto lo analizó un momento antes de continuar.—No lo había visto antes, ¿cuál es su regimiento?
—Me halagaria que lo hiciera señor.—El soldado estaba muy confiado en su papel.—Pero no creo que pueda recordar todos los rostros de sus soldados, en especial el mío pues acabo de ascender de rango.
—Entiendo, pues muy bien.—Agusto le quitó la mirada de encima.—Ahora descansen, coman y beban, se lo han ganado.
El soldado se levantó y se colocó el casco nuevamente haciendo la reverencia a su rey. Después ordenó a sus hombres irse de ahí para seguir las instrucciones del rey.
—Comandante por favor espere.—Le interrumpió nuevamente Agusto evitando que avanzara.—Ustes está a cargo de ese escuadrón por favor que no se rompa la formación.
—Descuide su alteza, nos mantendremos todos juntos.
Con esas últimas palabras el usurpador se fue de ahí con su tropa para continuar con el plan y esperar el momento adecuado para su siguiente movimiento.
Agusto no tardó en recibir también noticias de los otros dos puntos donde habían atacado. En ninguno llegó algún general pues todos habían decidido quedarse en la defensa de los puntos capturados, para desde ahí unirse a su rey en la batalla por la fortaleza central. Agusto celebró esto y decidió poner en marcha el siguiente punto de ataque.
—¡Muy bien todos, vamos a avanzar. Los exploradores indican que el camino está despejado así que podremos seguir adelante sin impedimentos. Llegaremos a un punto donde acamparemos y por la mañana haremos el ataque final!