Esposa para el rey

Capitulo 49

La batalla se postergó por tres días más en los que el enfriamiento fue inevitable. El primo de Agusto quien era el encargado de llevar a cabo la defensa del reino, estaba haciendo todo lo posible por sobrevivir y evitar que este cayera. El hecho que se postergara tanto fue porque los dos se ponían trampas mutuamente haciendo que actuaran con mucha cautela y no enviando a la mayor parte de sus ejércitos a la lucha.
Agusto tenía los números pero su contrincante tenía la defensa la cual era muy fuerte. Los elementos sorpresa se habían terminado así que la estrategia tenía que cambiar. El enfriamiento final era inevitable.

—Señor, estamos listos para el ataque.—Informó Mirlo a su rey mientras reposaba enfrente de su ejército.

—¿Ya han regresado los exploradores?—Preguntó el rey intrigado.

—Asi es. Han verificado todos los puntos que les pidió.

—Excelente. Entonces traigan la artillería y que comience el ataque.

La orden final del rey fue dada y de inmediato se movilizó su imponente ejército para lograrlo.
Colocaron en posición las catapultas y con estas lanzaron múltiples rocas hacia los muros que eran defendidos por los arqueros. La defensa no tenía tantas ni mucho menos eficaces máquinas así que si querían conservar sus muros debían atacar de otra forma.
La caballería era eficaz contra este tipo de ataques, pues con su rapidez podían interceptar e impedir que los ataques se efectuaran. Pero para llegar necesitaban cruzar un mar de enemigos en el cual sería seguro que se ahogaran.
La solución por la que optó el líder fue la de resistir y dar la última batalla cuando los muros cayeran. Sus soldados serían el temor tras estás palabras pero no se iban a detener o rendirse esta vez, deseaban defender su hogar.
Llegó la orden y las rocas golpearon una y otra vez hasta que el muro comenzó a sufrir daño. Con cada golpe se elevaba la esperanza del ejército atacante mientras que el temor en los defensores era notorio.
No se enfrentarían en un ataque directo, el primo de Agusto tenía pensadas varias estrategias defensivas como el uso de aceite hirviendo, entre otras trampas. Aún así, Agusto sabía que la peor defensa eran esos muros y que en cuanto los derrumbara, la victoria llegaría tarde o temprano.
Después de un par de horas en que las piedras llovieron por los aires para impactar en el muro, este por fin cayó dejando una gran abertura por la cual podía pasar el ejército.

—Es una brecha de buen tamaño mi rey.—Informó Mirlo quien ya era el general a cargo de todo el ejército.—¿Pido a las tropas que avancen?

—Aún no. Necesitamos abrir más espacio.—Dijo Agusto a su hombre.—Sigan lanzando piedras.

—Pero mi rey, perderemos mucho tiempo y el desgaste será mayor.

—Lo sé, pero si los reportes de los exploradores son ciertos.—Dijo optando por su ya conocida postura para analizar y planear.—En ese pequeño hueco iremos directo a las trampas. Necesitamos más espacio para que él ejército pueda maniobrar.

—¡Ya escucharon al rey!—Mirlo dió el comunicado a sus hombres.—¡Ya aguantamos tres días aquí, podemos resistir unas horas más para entrar por fin!

Tuvo temor que sus palabras desmoralizaran a sus hombres pero estos respondieron de una forma muy positiva y continuaron con la misión.
El tiempo pasó nuevamente y el plan de Agusto funcionó. Lograron derrumbar una gran parte del muro. Ahora solo quedaba lo más difícil... hacerse paso entre los escombros y derrotar al ejército defensor.
El rey lisiado se puso su casco dorado mientras se preparó con su nuevo carro para avanzar.

—¡Muy bien hombres de guerra!—Comenzó a hablar mientras se preparaba.—¡El momento ha llegado, los muros han caído. Vamos a avanzar para conquistar y cumplir por fin nuestro cometido!

Los hombres se prepararon mirando a su rey, siguieron el protocolo. Se colocaron en posiciones y esperaron la orden de su rey.
Agusto estaba listo pero se detuvo para observar si veía a su primo en las líneas defensivas pero no fue así. No lo había visto desde que inició el ataque y eso le desconcertó.
El estratega no esperó más tiempo, lo que había planeado se realizó y era hora de avanzar, así que con gran coraje dió la orden.

—¡A la carga!

Todo el ejército se movilizó después de esa orden y gritaron para correr hacia el muro derribado y chocar espadas con el enemigo.
La defensa se mantuvo firme en la línea. Los arqueros lanzaron sus fechas para derribar a la mayor parte de atacantes pero no pudieron hacer mucho. Dentro de poco tiempo la caballería ya les había alcanzado inutilizando sus movimientos.
La feroz batalla entró en una sangrienta fase donde los rivales se atacaban sin consideración. El ejército de Agusto era más grande pero no podía entrar del todo por la brecha así que tenían que empujar a los rivales para generar más espacio y poder ayudar.
La defensa sabía esto y se montaron en una postura defensiva para resistir la presión. Aunque no iban a resistir mucho así.
Los arqueros hacían su trabajo, pero al estar en un espacio tan reducido no podían disparar sin evitar atacar a los suyos así que solo disparaban en cuanto fuera seguro.
El ejército de Agusto poco a poco logró entrar más y más hasta que los defensores corrieron hacia atrás para refugiarse en las torres internas. Ahí los arqueros lanzaron flechas con fuego para incendiar el aceite derramado y así crear un nuevo muro pero esta vez de fuego.
Los soldados de Agusto retrocediendo ante este nuevo bloqueo y por las flechas que eran lanzadas desde las torres.
No fue una pérdida total pues muchos de los defensores se habían quedado atrás y no pudieron cruzar antes que el fuego se incendiara. Acabaron con ellos mientras el fuego seguía su curso.
Retrocedieron lo suficiente para evitar las flechas. Aunque mientras más lo hacían, reducían la oportunidad de tomar el reino por completo. La defensa estaba jugando a cansarlos y provocarles bajas poco a poco con todas esas trampas que colocaron para ellos.
El rey Agusto tenía un nuevo obstáculo por vencer y necesitaba hacerlo rápido.



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Editado: 26.03.2025

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