–Mi señor, los invitados están llegando.—Notificó un sirviente al rey Ricardo a través de su puerta.—¿Qué hacemos?
–¿Cómo qué ya llegaron?, ¿qué hora es?—Se levantó rápidamente de la cama.—¿Dónde está la reina?
–Ella le está esperando en el salón principal.—El sirviente estaba igual de nervioso que todos en el reino.—Me mandó a buscarlo.
El rey se levantó muy a prisa. Aún estaba con sus ropas de dormir y con una cara que le delataba la resaca.
Se miró en el espejo e intentó acomodarse el cabello lo más que pudo antes de abrir.
—La reina me va a matar.—Decía mientras se miraba.—Me advirtió claramente que no tomara y si lo hacía que no llegara tarde al compromiso.
Aún con reclamos en su boca, abrió la puerta para que el sirviente pasara.
–Pronto, ayúdame a arreglarme.—Le dijo muy agitado.—Y si la reina pregunta, cuando llegaste yo ya estaba listo.
—Eso sería mentir a la realeza.—Le respondió muy tímido.—Eso ameritaría un castigo severo.
—Y si le dices que tuviste que venir a despertarme, tú castigo será mucho peor.
El rey Ricardo se había relajado mucho en aquellos días. Sentía que su reino crecía pero su familia se desmoronaba y eso le traía una mezcla masiva de emociones. Así que sin grandes compromisos había optado por beber y refugiarse en los placeres que esto ofrecía.
Se refugió tanto en eso que no le importó que la boda fuera al siguiente día y que los invitados estuvieran llegando desde esa misma mañana.
Él y la reina tenían que estar ahí para recibirlos así como dar la gracias por su aparición.
Entre los invitados más destacados estarían el reino de Olster, el reino Esacrum de Agusto, la familia del rey Ricardo y su hija mayor quien ya se había casado.
La lista era muy larga y aunque ya habían tenido una vida en ese reino, está por alguna razón se presumía de ser más grande e importante. Además de abrir paso a festejos posteriores.
El rey Ricardo se apresuró con ayuda de sus sirvientes. En cuanto terminó se dirigió al salón real donde su esposa ya estaba dando la cara a los primeros invitados. Esto causó gran satisfacción en él pues su fiel compañera lo estaba apoyando en sus irresponsabilidades. Aunque a ella no le pareció tan bien, no por el hecho de hacer esas funciones, si no por el estado de su esposo y sus constantes parrandas.
Los primeros en llegar fueron unos primos de Ricardo. Era una familia muy lejana y con la que casi no se llevaba bien pero que invitaron por educación.
—¡Querido primo, es un gusto verte una vez más!—Saludaron al rey con un tono alto pero con mucha hipocresía.
–El gusto es mío.—Ricardo correspondió el saludo un poco distraído, le estaba prestando más atención a la mirada penetrante de su esposa.
–Te ves muy bien. Sin duda ir a la guerra te sentó positivamente.—Era como si se burlara de él.
Ante esto, el rey Ricardo reaccionó y recordó el porque no había deseado invitarlos. Era de esos primos molestos que prefieres evitar.
–Tú también te ves bien.—Respondió con una sonrisa burlona.—Estar fuera de tu reino que usas como escondite, te ves bien afuera.
–No podía negarme a una invitación tan importante. Así que aquí estoy.
Ambos se miraban cayendo en el juego de ofenderse indirectamente. Algo que ambos disfrutaban.
–Escuchamos que hubo un héroe muy importante en esas batallas.—Continuó el primo.—Alguien que hiciste bien en hacer tu aliado, dime ¿Cómo lograste una alianza así con ese hombre?
–Teníamos interés en común.—Dijo muy seco y sin ganas de dar explicaciones.
–Pues fue una suerte entonces.—Su tono de burla aún seguía.—Cuida esas relaciones entonces, no querrás ser su objetivo ahora tú , haha. Muero por conocer a ese "lisiado" como le dicen. Espero que lo hayas invitado.
–No tardarás en conocerlo primo.—Hizo una seña para indicarle el camino.—Mientras tanto pasa, les mostrarán sus habitaciones.
El primo cuyo nombre era Luis, siguió las indicaciones del rey y se fue de ahí con todos los que le acompañaban.
Al verlos salir del salón, Ricardo hizo gestos de desprecio y se fue a su trono.
Ahí ya lo esperaba su esposa quien entendió su malestar y ya no le dió ningún reclamo. Solo lo miró e hizo una señal para que el siguiente invitado pasara.
Ricardo y su esposa, la reina Elizabeth, recibieron a muchos invitados en ese momento. Tantos que ya comenzaba a ser cansado recibirlos y pedían a gritos un descanso.
Su moral subió cuando fue anunciado el siguiente en la lista.
–Con ustedes, desde las poderosas tierras del norte.—El mensajero anunciaba con pasión.—El héroe más reciente de las batallas, el rey Agusto I.
Ricardo y Elizabeth lo recibieron con una gran sonrisa. Agusto entró en su ya tradicional silla guiado por su guardia personal y también acompañado de Job, Jacinto y Mirlo.
Este trío se habían convertido en los más cercanos al rey. Debido a la expansión, el resto de miembros se habían ocupado de otras tareas dejando a ellos en los labores más cercanos. Además eran con los que Agusto se llevaba mejor y con los que podía hacer un mejor trabajo.
Estos tres con funciones especiales, se habían pegado al querido rey en ese trayecto.
Todos se veían bastante bien y muy cambiados. En especial Job quien ya no parecía un campesino sino un auténtico consejero. Usaba ropas finas, cambió su corte largo de cabello por uno más corto y refinado, además de tener una actitud diferente, ya no era tan impulsivo.
Todos fueron recibidos con regocijo y amabilidad. Se quedaron para ser abrazados por el rey mismo en persona, un detalle que tenía por muy pocos así que era bien recibido.
Agusto por su parte se comportó de igual manera, pero su visión estaba ocupada en otro sitio. Miraba hacia el interior de la sala buscando a la persona por la que había ido hasta ahí.
Los invitados pasaron a donde se les había asignado. El reino entero estaba preparando ese gran evento así que tenían todo calculado.
Toda la zona este del castillo fue acondicionada para que los invitados estuvieran ahí por cinco días, tiempo que durarían las fiestas. Aunque los últimos dos, solo eran para los miembros de la alianza y su futuro.
El día inició bastante bien. Desde muy temprano todos los responsables de la boda estuvieron como locos preparando esta ceremonia, incluida Sleidy quien se ocupó en su única tarea: estar lista y hermosa para el evento principal.
Para esta misión decidió llevar a diez especialistas para su vestuario. Todas juntas habían trabajado desde días antes en su look. Además de ellas, se juntaron sus otras dos hermanas. La princesa Sofia, quien era su hermana mayor la cual no vivía ya en ese reino gracias a que se casó, pero no se perdería la boda de su hermana. También estaba la pequeña Lisa, la más pequeña de las tres y quién se rumoraba era la consentida del rey. Por supuesto tampoco dejó de asistir Erendira, quien era la mejor amiga de Sleidy y quién está pidió que estuviera presente en todo momento. Aunque todas juntas serían sus damas, Erendira era la más importante para ella.
Todas participaron con su opinión y esfuerzo, para dejar muy bella a la que estaba por convertirse en esposa de Marin y princesa heredera del reino de Olster.
Después de varias horas de trabajo rudo en esta operación, lograron terminar.
El resultado satisfació a todas las que estaban ahí, Sleidy se veía muy hermosa, supieron resaltar todos sus atributos así como transformar las cosas negativas. Cuando ella se miró al espejo dijo: