Héctor: sé que nunca debí ser indiferente contigo. El resto de mi familia solo piensan en ellas mismas y lamento que tu madre te haya hecho a un lado.
Ariadna: tampoco tu me quieres, padre. Esa es simplemente la verdad, aunque sea doloroso para mí, pero le pido que no finja un cariño que nunca ha sentido por mí.
Héctor: nunca he fingido nada y cada mes te daré la mensualidad que te corresponde para que puedas vivir cómodamente, ya que te iras lejos.
Ariadna: necesito pedirle también que no le diga a nadie en donde tengo pensado irme. Porque necesito que todos piensen que me iré a un convento para convertirme en religiosa.
Héctor: nadie sabrá de los planes que tienes y lo único que le diré a tu madre será eso. Ahora necesito saber si ha pasado algo entre ustedes para que pueda evitar su rompimiento.
Ariadna: entre él y yo solo ha existido simple besos, así que no existe ninguna posibilidad para que lo pueda evitar y si él vizconde le dice todo lo contrario no deberá de creer en su palabra, porque eso sería una mentira.
Ella se despide de su padre y cuando lo hace se dirige directamente al jardín de su casa para poder regar sus hermosas flores que tanto le gustaba cuidar, pero de repente ella sentía que alguien la estaba observando y eso era demasiado extraño y prefirió olvidarse de eso para seguir regándolas y las horas ya habían pasado y los rumores se habían esparcido por toda la ciudad.
En la casa de Dante McGregor
Dante: ahora mismo me dirás si mi mujer se va a convertir en religiosa si o no. Espero que sean simples rumores los que escuche y si es así necesitare hacer algo esta misma noche.
Gabriel: si es verdad, señor McGregor. Solamente que eso no fue lo único que escuche, porque su padre también tiene pensado casarlo con otras de sus hijas para cumplir con el contrato que hicieron con su familia.
Dante: nunca aceptare a nadie que no sea mi mujer y fue una suerte ordenar que la vigilaran. Ella se convertirá en mi esposa y no en religiosa, ahora debo de esperar a que se haga de noche para entrar a su recámara y esta vez despertare a su lado.
Gabriel: sé que no debería de decir esto, pero si no ama a la señorita debe dejarla ser feliz a su manera. Porque ella entendió que nunca lo iba a hacer.
Dante: no eres nadie para interferir en mis asuntos y te recuerdo que solo eres un sirviente y debes de mantenerte en tu lugar si quieres conservar tu trabajo.
Gabriel: lo lamento mucho y no fue mi intención hacerlo. Me imagino que yo me encargare de su seguridad cuando sea su esposa y sobre todo soy el más indicado para cuidarla.
Dante: lo único que necesitas saber para que puedas conservar tu trabajo es que no debes de ver con otros ojos a mi mujer y espero que no te hayas tomado el atrevimiento de hacerlo.
Gabriel: siempre he respetado a la señorita por ser su prometida. Además, ella es una joven buena que merece tener a su lado a un caballero que la ame y esas serán las últimas palabras que le diré sobre esto y le debo una disculpa por mis palabras, porque usted la quiere, pero no sabe de qué manera y debería de pensarlo bien antes de hacer algo para que regrese a su lado.
Dante: nunca pedí tu consejo y ella entenderá esta noche que no podrá hacer nada para evitar nuestra boda por más intento que haga de dejarme.
Gabriel: entonces me retiro si ya no me necesita. Eso quiere decir que seguiré vigilando su casa hasta que ella este a su lado y cuando sea su esposa me limitare únicamente hacer mi trabajo.
Dante: espero que la cuides a la perfección. Porque algo que nunca he tolerado son las fallas y debes mantener tu lugar delante de mi esposa.
Gabriel: siempre he sabido que usted es demasiado celoso. Aunque ocultaba como se sentía, ya que no entendía que era lo que le estaba pasando con su prometida.
Él se despide de Dante para seguir con su trabajo. Espero únicamente una hora para salir de su casa y al momento de salir se sube a su caballo y de esa manera se dirige a la casa de Ariadna.