—¿Cuánto más tendremos qué esperar? —inquirió Evangeline, la única hermana sobreviviente de la ahora difunta, Rosalie—. Mi hermana no tenía más familiares, su única hija murió hace años y probablemente su nieta también.
—Su nieta vive —dijo Brendan Reynolds, el abogado familiar—. La he localizado.
Sin embargo, casi al instante, la puerta se abrió y dio paso a Rivers, el actual viudo de Rosalie, quien se casó con ella en el ocaso de su vida y tras diez años de matrimonio, prometió respetar la voluntad de su esposa.
El semblante desgastado del, también hombre mayor, hizo que todos se pusieran de pie para ayudarlo.
—Lamento la demora —confesó, triste al verse solo.
—No pasa nada, comencemos entonces —añadió Brendan antes de colocar la memoria en la computadora para que pudieran ver la proyección.
La sala de juntas se sumió en un silencio expectante y Brendan se acomodó las gafas antes de encender la pantalla frente a ellos.
En pantalla, Rosalie Ralston, apareció, elegante incluso en la vejez y cansada por la enfermedad, pero sentada en su silla como una reina.
—Si están viendo esto significa que, por fortuna, ya no estoy entre ustedes. —Comenzó diciendo Rosalie, con voz firme, cruzando las manos sobre el escritorio—. No lloren demasiado…
Rivers, su viudo, ya lloraba desconsolado. Tenía un pañuelo apretado contra el rostro y los hombros se sacudían por sollozos.
Rosalie, prosiguió:
—He decidido dejar la totalidad de mi fortuna, propiedades y acciones a mi ausente nieta, Mara Ralston, hija de mi difunta Sophie. Sin embargo, hay una condición, Mara deberá casarse en un lapso de seis meses con un hombre apropiado, aprobado por Rivers y Brendan. Si lo aprueban, todo será suyo, si no, mi herencia pasará automáticamente a mi esposo. En caso de que Mara esté casada, solo se le dará la herencia si su esposo es confiable; de lo contrario, recibirá una compensación de 3.5 millones de dólares nada más.
Evangeline, la hermana de Rosalie, abrió la boca de par en par y se puso de pie de un salto.
—¡¿Qué?! —gritó, con el rostro enrojecido. Su ambición apenas pudo ser disimulada—. ¿Qué hay de mí?
Pero la voz en la pantalla no la dejó continuar.
—Mi esposo, Rivers, recibirá únicamente un cinco por ciento de las acciones de Ralston Corp., a menos que Mara falle en cumplir su parte, claro está. En cuanto a mi hermana, Evangeline… —Rosalie se inclinó ligeramente hacia la cámara, con esa sonrisa que siempre escondía veneno—, tú no recibirás nada, querida. Una serpiente reconoce a otra de su especie, pero hasta en eso, existen las víboras, conocidas por su veneno letal y las culebras, desagradables a la vista pero inofensivas. Yo soy de la primera clase y desde luego, tú eres la culebra. Siempre he conocido tus deseos, he sabido lo que quieres de mí.
Evangeline lanzó una especie de grito de guerra y golpeó la mesa con la palma abierta.
—¡Esto es inaceptable! No voy a permitirlo ¡Impugnaré ese testamento! —vociferó, fuera de sí, mientras Rivers le miraba sin poder creer que sus motivos solo fueran movidos por el dinero.
Brendan Reynolds cerró su carpeta con calma, como si hubiera visto esa reacción venir desde kilómetros de distancia.
—La cláusula es completamente legal —dijo, sereno—, pero por supuesto, está en su derecho de iniciar un proceso de impugnación… aunque, sinceramente, dudo que tenga fundamentos sólidos.
—¡Esto no se quedará así! —exclamó, clavando la mirada en el abogado.
Mientras tanto, el video finalizó con Rosalie levantando su copa de vino hacia la cámara, como si se burlara de todos desde el más allá.
Apenas unas horas después, Brendan miraba el informe del investigador privado. Cerró los ojos al ver el rato del investigador, declarándola desaliñada y descuidada.
También leyó que tenía hijas, tres y que era madre soltera, por lo que no estaba casada.
—Casar a una madre soltera va a ser un reto —dijo Rivers mientras arrugaba el entrecejo y miraba el informe—. Seguro que es bonita, pero debe estar desaliñada, con su piel descuidada. ¿Crees que puedas hacer algo con su aspecto? No sé, convertirla en una mujer… presentable.
—No dudo que sea una belleza y supongo que nada que un buen estilista y un diseñador de imagen no puedan arreglar —mencionó el nervioso abogado—. En cuanto al esposo, sí será difícil conseguir uno que se enamore en seis meses y que quiera aceptarla con sus tres hijas.
—¿Qué tal las agencias esas de parejas? Leí que hay quienes se encargan de encontrar esposa o esposo. ¿Eso es legal? —inquirió Rivers—. Tal vez ese sea el camino más viable.
—Sí, es posible —concordó el abogado—. Rosalie no dijo qué método se debía usar para encontrar esposo. Las agencias profesionales de citas y matchmaking, funcionan de manera similar a una consultoría. Ya sabes, entrevistas, análisis de perfil, etcétera. Luego presentan candidatos compatibles. Se enfocan en relaciones serias.
—¡Eso, es! Hay que llamar a todas para exponer el caso de Mara —dijo Rivers y el abogado asintió, entusiasmado.
Entusiasmo que solo duró un par de días, dado que todas las agencias rechazaron el proyecto, alegando que no se sentían capaces de cumplir el propósito, dada las condiciones de la novia. Aunado a eso, nadie quería trasladar personal hasta la remota zona costera de Dunmore Hills.