Esposa por testamento

Capítulo 5

Nicholas colocó las manos en la entrepierna y miró a la mujer, un tanto avergonzado. Sintió el rostro acalorado y comenzó a pensar en todas las penurias que pasó para llegar ahí y así bajar la emoción que se mostraba en algunas partes de su cuerpo, específicamente ahí donde los pensamientos más pecaminosos parecían morar.

El calor subió hasta sus orejas, cuando se vio a sí mismo con una casa de campaña en la entrepierna.

Carraspeó.

Por su parte, Mara rodó los ojos con un gesto incómodo, pero se recompuso de inmediato y habló.

—Fingiré que no vi eso. —Su voz condescendiente y, hasta divertida, según la apreciación de Nicholas, lo enfadó—. Tampoco es que se note mucho.

La frase cayó como un balde de agua fría. No solo se sintió enfadado sino también avergonzado.

Le molestaba que Mara pensara que su cuerpo respondía al de ella. El tono divertido que usó antes, le pareció incluso pretencioso, así que quiso defenderse y justificarse.

—No hay nada que fingir —dijo, con un tono más duro de lo que pretendía, atrayendo la atención de la mujer—. Fue solo una reacción fisiológica nada más. No hay nada por lo cual hacer un escándalo.

Ella parpadeó, sorprendida por su aspereza. Desde luego no había pensado en otra cosa. Sin embargo, le pareció que Nicholas sí que pensaba que ella estaba teniendo pretensiones para con él y la sola idea le causó gracia.

Soltó una risilla involuntaria.

»Me veo en la necesidad de pedirle que no se haga ideas equivocadas —continuó diciendo el rubio, con una dureza que comenzó a incomodar a la mujer—. No tiene nada que ver usted, tampoco pretendo decir nada inapropiado, es solo que... Mara, usted no es mi tipo… en realidad, ni siquiera me resulta atractiva. —La mujer alzó ambas cejas al escucharlo—. Perdone que lo diga de forma tan directa, pero odiaría dar la impresión incorrecta. Yo no vine aquí para intentar conquistarla; de hecho, justo en este momento de mi vida, estoy perfectamente bien, solo. Aunque si quisiera, tendría la mujer que quisiera, pero esto no se trata de mí, sino de que no se haga ilusiones ni se forme ideas erróneas con mi presencia.

Las palabras se le escaparon como veneno, más crueles de lo hubiese deseado, pero ya no podía detenerlas y tampoco se arrepentía de dejar claro eso.

—De acuerdo —dijo la mujer y sonrió burlona.

—Como dije, no se ilusione —añadió una vez más, está vez con un hilo de desdén—. ¿Puedo tutearla? —Ella asintió—. Bien, bueno, eres completamente distinta a lo que busco y a lo que me gusta. Para serte franco… me resultas algo… grotesca y… nada bonita.

El silencio que siguió fue denso, uno en el que ella solo le miró directamente a los ojos, hasta que finalmente, asintió.

Mara parpadeó antes de darle un vistazo con la expresión serena; no obstante, podía verse en sus ojos un pequeño brillo filoso, ese que aparecía cuando estaba dispuesta a defenderse con todo.

Nicholas retrocedió medio paso al verla acercarse de forma amenazante. Respiró profundo y se removió incómodo.

Entretanto, Mara parecía estar pensando en las palabras correctas para destriparlo, aunque él no podía definir si era eso o estaba intentando seducirlo.

—Parece que pone demasiado esfuerzo en convencerme de algo que no quiero ni necesito escuchar —habló Mara, con un tono poco amigable—. Mi madre decía que quien da explicaciones, al menos, demasiadas explicaciones, es porque está aceptando una culpabilidad y necesita desmentir a toda costa para no quedar como un payaso.

Nick pensó en refutar, pero la vio tan feroz que pensó que le arrancaría la cabeza de un mordisco y mejor decidió callarse, aunque ella tampoco le dio oportunidad.

»Como sea, no te preocupes —continuó diciendo, ladeando la cabeza para observarlo y esbozando una sonrisa que auguraba una victoria—. El día que empiece a ilusionarme con alguien, será con un hombre que no necesite humillar a una mujer para esconder que se siente vulnerable.

—Bueno, me pareció que estabas intentando… —dijo Nicholas, pero negó después—. Olvídalo, solo quise aclarar que no hay oportunidad. Nada más.

Se acercó un paso más a ella, intentando intimidarla, tan cerca que pudo apreciar de nuevo la rareza de los ojos de Mara.

—Umm, ¿sabes? —susurró la mujer, sin quitar la vista de él—. Cuando alguien realmente está fuera de tu alcance, no necesita gritarlo, simplemente lo está y ya. Además, no sé de dónde sacaste que me atraes o que quiero seducirte, pero resulta divertido ver cómo los hombres se crean historias absurdas en su cabeza todo el tiempo y luego dicen que somos nosotras. Lo cierto es que sí me gustan los animales, pero no los de tu tipo. —Arrugó la nariz con desprecio—. En fin, te indicaré como ordeñar a las vacas. Ojalá cuando te miren no te sientas acosado.

Dicho eso, se giró con calma y continuó su camino hacia las vacas.

Él se quedó inmóvil, con la réplica purgando por salir de su boca, pero aunque no lo reconocería, tenía el orgullo hecho añicos. Por primera vez, no tenía nada ingenioso que decir.

La siguió hasta el establo y observó a las vacas. Olían a todo y a él le pareció asqueroso.

La vio agacharse y aunque intentó no mirar, sus ojos parecían dispuestos a ver el perfecto corazón que se formaba con su trasero, mientras ella se agachaba para tirar de la teta de la vaca.




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