Nicholas salió del baño y se encontró con la ropa perfectamente acomodada en la cama. Se apresuró a vestirse y de inmediato volvió a salir.
Pronto se vio invadido por el aroma a deliciosa comida. Las tres niñas estaban sentadas en la mesa ya; una de ellas pellizcaba una hogaza de pan y bebía leche.
Observó a Mara, quien de inmediato puso la comida en la mesa.
—Ven a comer algo —pidió la mujer y él obedeció.
Al destapar la comida, un humeante guiso le invadió la nariz con un aroma delicioso y solo entonces reparó en la mesa, en todo el festín caliente que había sobre ella.
El primer relámpago resonó y el cielo comenzó a oscurecerse.
—Hemos cubierto bien a todos los animales —dijo Juliette mientras su madre agradecía.
Mara sirvió a sus hijas primero y luego a Nick, quien agradeció y comenzó a comer con ahínco. Disfrutó de los alimentos. Comió tanto que después de terminar se sentía adormecido, sobre todo porque el aire frío comenzaba a correr por la casa, con un silbido que daba un poco de miedo.
Al terminar, vio a las niñas recoger los platos e ir por tres pequeños bancos. Los colocaron al fregadero y comenzaron a lavarlos. Una los lavaba, la otra los enjuagaba y la otra los secaba, colocándolos en su lugar de una vez.
Parecían patitos tras su madre, perfectamente organizadas, como si supieran cada una de sus tareas.
Eran pequeñas, pero extremadamente listas.
Sonrió mientras las veía y luego miró a Mara. La vio colocar pan, latas, una caja cesta con frutas, algunas verduras y un poco de carne dentro de unas rejas de madera para luego colocarlas sobre un mesón.
Quiso preguntar en qué ayudaba pero lo cierto era que Nick se sentía un inútil, así que solo se asomó por la puerta y su sonrisa se borró al ver el clima.
Eran apenas las cuatro de la tarde y estaba casi oscuro. La brisa húmeda y fría golpeaba su rostro. El viento ya no silbaba, más bien parecía un rugido y la lluvia comenzaba a caer, fina pero fuerte.
Mara salió corriendo de la casa y fue hacia el establo, revisando de nuevo que todo estuviera perfectamente asegurado.
—¿Pasa algo? —preguntó cuando la vio volver—. Parece que será una tormenta muy fuerte.
Ella se paró a su lado y miró con preocupación en dirección hacia el mar.
Estaban cerca de la playa y Nicholas pensó que algo podía estar mal.
—Dijeron que sería fuerte pero breve, solo estaría de paso unas horas —dijo Mara en respuesta y él asintió—. Sin embargo, me preocupa ver el cielo así de oscuro tan temprano y… aunque la playa queda a varios minutos de aquí, no lo sé, me siento inquieta.
Una ráfaga de viento les golpeó y él solo pudo mirar hacia el lado contrario. Observó cómo cada vez más el viento se hacía más fuerte.
La lluvia comenzaba a volverse más espesa, con goterones marcados.
»Iré a revisar el vivero, no puede haber fugas de agua o mis plantas morirán, también veré los pequeños plantíos detrás —dijo Mara, con cara de compungida—. ¿Podrías ver que las niñas no salgan por favor?
—Sí, por supuesto —confirmó, viendo cómo ella corría los escalones hacia el campo.
Miró una última vez el cielo y luego se metió a la casa donde se encontró con las tres chicas.
—Su mamá dijo que no salieran. Mi trabajo es cuidarlas. —Un relámpago fuerte lo interrumpió y lanzó un grito agudo antes de encogerse. Luego miró a las chicas, quienes seguían en su lugar, sin inmutarse.
Carraspeó y se envaró para mostrar autoridad, pero Juliette entornó los ojos y miró a sus hermanas.
—Tal como lo veo, nosotras cuidaremos de él —murmuró la mayor de las trillizas—. Se orinó con un relámpago, imaginen lo que pasará cuando inicie la tormenta.
—No tenía miedo —se excusó el hombre y carraspeó de nuevo—. Les enseñaba técnicas de supervivencia. Lo cierto es que soy experto cuidando de otros. Soy un CEO, tengo a mi cargo a muchos empleados.
—Ummm dijo la vaca —respondió Josephine, acomodando las gafas en su rostro.
—Por hoy te dejaremos tranquilo —agregó Jocelyn mientras hacía una seña que dejaba claro que lo estaría vigilando.
Un nuevo relámpago resonó y las chicas corrieron a sentarse frente al televisor para ver las noticias de la tormenta.
En la tele se seguía diciendo que sería solo de paso, pero que era evidente que había golpeado con mucha más fuerza de la esperada a solo horas de tocar tierra en aquel remoto pueblo.
En cuestión de minutos, Nick tomó unas rejas y colocó víveres, cobijas, lámparas; cualquier cosa que sirviera para mantenerlos vivos.
—Niñas —dijo, al mismo tiempo que las tres le miraban—. ¿Hay algún refugio cerca?
—No —respondieron al unísono.
—¿Estás asustado? —inquirió Juliette.
—No, solo creo que la tormenta será más fuerte de lo que los noticieros estiman —añadió Nicholas de forma autoritaria—. Lo mejor es tener un lugar al cual ir en caso de que todo se ponga peor. El mar está demasiado cerca.