Esposa por testamento

Capítulo 8

—Bueno, no es como que te haya querido besar —dijo de forma despectiva—. Lo cierto es que no sé qué pasó. Seguro fue la lluvia, debo tener fiebre o como todo en este horrible pueblo, debe estar contaminado o algo y me afectó. Como sea, no volverá a pasar, ni sueñes con que voy a besarte de nuevo. Mi trabajo es encontrarte esposo y tú ya aceptaste los términos, así que cuando el pueblo deje de flotar en estar tormenta, iré a buscar sobrevivientes y encontraré un esposo adecuado para ti.

Mara rodó los ojos y se alejó, yendo a acostarse con sus hijas, quienes dormían profundo.

Entretanto, Nicholas salió de la torre y caminó algunos más arriba, solo para ir a una especie de sala de control. Solo habían cables y máquinas que no estaban en funcionamiento, en un espacio tan reducido que solo podía moverse en su propio lugar.

Se sentó sobre lo que parecía una caja de herramientas y pensó en lo que acababa de pasar.

—¿Eres estúpido? Dejas que te engatuse una tormenta y una mujer que ni siquiera es tu tipo —se reprendió a sí mismo—. De todas las mujeres que pudiste toparte en la vida para besar, eliges a la más fea. ¿Qué clase de ser humano despreciable eres?

Su teléfono sonó y él se sobresaltó antes de sacarlo y ver la pantalla. Frunció el ceño al notar que se trataba de una videollamada de su amigo. Quiso ignorarlo, pero le hacía falta desahogarse, así que decidió contestar.

—Hola —dijo el otro hombre y frunció el ceño al ver el lugar de fondo—. ¿Dónde diablos estás?

—¿Para que llamas? —inquirió Nicholas mientras observaba a su amigo intentar reconocer el lugar que le aparecía en pantalla.

—Fui a tu oficina hace un rato y me dijeron que estabas de vacaciones. Quise saber por qué te habías tomado vacaciones y dónde estabas, aunque… a juzgar por el lugar no es tan buen sitió—. ¿Qué diablos es ahí? Hay tanto óxido que el tétanos encontró su hogar.

—Estoy en Irlanda y no son vacaciones, vine porque tengo un asunto urgente que atender y justo ahora estoy tratando de resolverlo. El lugar es una torre que sirve de refugio porque estoy justo en una tormenta —aclaró mientras el otro boqueaba sin poder creer que se hubiese ido hasta Irlanda.

—¿Irlanda? ¿Qué es ese asunto que te hizo viajar? —cuestionó con curiosidad, un sorprendido Roldan, su amigo.

—Una clienta, debo buscarle un esposo —confesó Nicholas mientras el otro pestañeaba sin comprender qué tenía eso de extraordinario.

—¿Qué hay de especial en esa clienta? —inquirió confuso—. Solo puedo pensar en dos razones por las que fuiste personalmente hasta Irlanda para tratarla. Primero, o la comisión que vas a llevarte por encontrarle una pareja es obscena y capaz de tentar al mismísimo Jesucristo, o bien, es casi casi una diosa, tan hermosa que parece surreal. No puedo imaginarte viajando solo para reunirte con una clienta de las del montón. Cuéntame.

Eso fue todo lo que Nicholas necesitó para desahogar la tensión por la que estaba a punto de morir por un aneurisma o algo parecido.

Se puso de pie de un salto, tanto que sobresaltó a su amigo al otro lado de la pantalla.

Roldan observó a Nicholas ponerse de pie y para sorpresa suya, dar vueltas mientras aleteaba como gallina sacudiéndose.

»¿Qué demonios te pasa? —preguntó nervioso y alarmado—. Deja de aletear. ¡Nicholas!

El otro seguía dando vueltas y aleteando como una gallina cacaraqueando.

—Mara Ralston. —Comenzó diciendo mientras el otro asentía sin entender—. Mara Ralston —repitió.

—Ajá —respondió Roldán, con gesto aburrido, entrecerrando los ojos—. ¿Qué paso con ella? ¡Dios, deja de hiperventilar! —gritó cuando este se mostró dando vueltas como perro persiguiendo su cola—. Pareces un camarón, de lo rojo que estás. ¡Ya dime que pasa!

—Mara Ralston. —Volvió a decir un atribulado Nick.

—¿¡Qué diablos pasa con ella!? —gritó el otro, perdiendo los papeles.

—Es mi clienta, debo casarla lo más pronto posible y… —dijo retorciendo sus manos, al tiempo que el otro se quedaba expectante—. Es una mujer…

—Sí bueno… no conozco a un hombre que se llame Mara, pero seguro que debe haber alguien así —confesó el otro sin entender qué estaba pasando—. ¿Y cuál es el problema? Si no podías ir, pudiste dejar que alguien se hiciera cargo.

Lo miró como si fuera estúpido.

—¿Qué? —preguntó un consternado Nicholas—. No es eso, es que… Ella es algo… diferente a lo que imaginé.

—Explícate —dijo el otro, interesado en el asunto—. Es la primera vez que una mujer te deja tan consternado a juzgar por tu semblante tonto, dime qué es lo que te tiene tan intenso con ella.

—Es… poco atractiva, algo… descuidada en su apariencia, madre soltera y tiene unas trillizas que si se enfrentaran al diablo, lo mandarían a terapia —contestó Nicholas de forma corrida, soltando el aire al final de su declaración—. ¿Sabes qué es lo peor de todo este embrollo? —Su amigo negó, sirviéndose un café mientras miraba la pantalla y lo escuchaba—. Que a pesar de que es fea, no me gusta ni es mi tipo, la besé.

Roldan se vio pasmado al escucharlo y terminó por derramar el café, puesto que la taza se llenó y él jamás dejó de servirse hasta que sintió que el líquido le quemaba la pierna.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.