Mara quitó los brazos cruzados que mantenía, sonrió y se adentró en la torre con pasos firmes. Lo hizo de tal forma que Nicholas creyó que en cualquier momento lanzaría un rugido y lo echaría al piso para devorarlo sin sazonar y a mordiscos.
Carraspeó al verla amenazante y dio un paso atrás de forma instinva, casi sin pensarlo, sintiendo un hormigueo de alarma recorrerle la espalda y erizarle los vellos al ver la mirada colérica de la mujer. Algo en Mara, en la forma en que lo miraba, le decía que no había escapatoria y que había escuchado todo, por lo que seguramente estaba furiosa.
—Hola —dijo ella con voz tranquila, casi normal—. Escuché ruidos y pensé que había ratones. No me di cuenta de que no estabas allá abajo, lamento si te asusté.
Nicholas parpadeó, desconcertado y confundido por su voz, hasta cierto punto amable. Esa calma era un disfraz, estaba seguro de ello; lo supo al instante en que la vio mirarlo como si sus ojos echaran fuego, así que no entendía por qué ahora se estaba mostrando amable.
No dudaba que haya escuchado cada palabra que había dicho sobre ella, cada desprecio, y sobre todo, que haya oído que no pensaba mantener una relación. No quería ser cruel, pero cada afirmación era cierta y ya que había escuchado todo, quizás era momento de dejar claro ese punto de una vez por todas. Su corazón se aceleró al darse cuenta de que tenía la oportunidad de hablarle del tema, así que se recompuso y carraspeó cuando ella ya estaba en la puerta dispuesta a irse.
Mara se giró entonces y le miró con el entrecejo fruncido.
—¿Estás… estás bien? —preguntó Nicholas, con un hilo de voz, intentando sonar lo más natural posible mientras ella le veía y parpadeaba confusa.
—Sí, ¿por qué no lo estaría? —respondió Mara, con toda la normalidad del mundo. Esto hizo que Nick se sintiera alarmado, pensando que le había afectado más allá de lo normal y solo se estaba contendiendo.
Tragó saliva, sabiendo que no era lo justo, pero era lo mejor.
—Quiero decir… emocionalmente… después de todo lo que dije sobre ti con mi amigo… Ya sabes, eso de que no me interesas. —Su voz se vio bajando la intensidad a medida que hablaba, quizás porque ella no dejaba de mirarlo o porque no sabía cómo continuar, debido a la vergüenza que le provocaba hablar de eso.
—Ya te dije que estoy bien, ¿qué esperas que diga? —cuestionó la mujer y él solo negó.
Mara soltó una risa y siguió su camino, bajando apenas unos escalones para volver, pero de nuevo, la voz de Nick la detuvo.
—Es que… no me gustaría que pensaras algo malo de mí, pero sí que tengas claro que no pasará —añadió el CEO mientras ella detenía sus pasos y se giraba de golpe.
Sus ojos lo fulminaron. Le observaron con tal intensidad que Nicholas creyó que en cualquier momento entraría en combustión. Se vio tan afectado que terminó bajando la mirada y mostrando una actitud un tanto sumisa.
»Quería que estuvieras bien, que no te sientas mal por no ser mi tipo —añadió mientras ella alzaba ambas cejas sin poder creer su atrevimiento—. Eres una buena mujer y seguro habrá algún hombre que desee casarse contigo. Digo, hay muchos pescadores, algo encontraré pero… no yo. En fin, quiero que estés bien.
—¿Bien? —repitió Mara, su tono afilado como un cuchillo y su avanzar lento hacia él hizo que se viera retrocediendo de nuevo—. No sé exactamente lo que intentas decirme. —Hizo una pausa observándolo—. Ya sé… No bueno, ¿qué esperabas? ¿Que me derrumbara por tus tonterías y sueños de galán? ¿Que llorara porque no me quisiste? —Soltó una risa.
Él quiso hablar, pero no encontró palabras. Cada intento se veía opacado por la risa sonora y burlesca que lanzaba la mujer.
»Lo que hay que oír —continuó diciendo Mara y volvió a carcajearse—. Escucha, todo lo que dijiste sobre mí… cada desprecio, cada comentario cruel sobre mi físico y lo desarreglada que soy, te tengo una sorpresa: no me afecta. No vivo de opiniones ajenas y no lloro por idiotas que se creen galanes. No sé de dónde sacaste esa tontería. No hay ni un solo segundo en que tu desprecio me afecte; en principio porque no me interesas ni física ni emocionalmente, ni siquiera me fijaría en ti, aunque fueras el último hombre en la Tierra. ¿No será que eres tú quien no supera ese beso?
Nicholas boqueó, sintiéndose atropellado.
—¡Claro que no! —exclamó en su defensa.
—Bueno yo ya ni me acordaba. Lo pregunto porque fuiste tú quien corrió a contarle a su amigo sobre lo que pasó, para mí fue un error y listo, olvidado, pero parece que tú hasta hiciste una reunión para dejar claro que no lo superas —aclaró la mujer—. Cariño, no pienso perseguirte, antes… como perra, perseguiría mi cola que a ti, tranquilízate y duerme tranquilo. Te aseguro que mejores hombres me han pretendido, más guapos, más adinerados y si no me fijé en ellos, ¿por qué me fijaría en ti?
Él se quedó inmóvil, paralizado, como si la sangre le hubiera dejado el cuerpo. Su ego, hasta entonces inflado, se desmoronó en silencio.
»En fin, guarda tus disculpas y tus preguntas —concluyó ella, con una frialdad que le hizo sentir chiquito y miserable—. No me interesa una disculpa de alguien que no significa nada para mí. En fin, creo que lo mejor es que en cuanto la tormenta pase, puedas buscar un nuevo lugar donde quedarse. No me gusta vivir con gente en la que no confío y tampoco que vivan pensando que entraré en la noche a su habitación para abusarlos.