—¿Están amenazándome? —cuestionó el hombre de forma autoritaria—. No puedo creer que unas niñas como ustedes sean tan… ¡ash, qué rabia!
Caminó hacia las escaleras y bajó solo para encontrar que el agua había bajado considerablemente hasta hacerse solo charcos de lodo. Aún llovía pero al menos el viento había mermado. Solo fue el paso de la tormenta.
Las niñas bajaron y lo observaron con atención.
»¿Dónde está su madre? —preguntó.
—En casa, fue a ver cómo quedó todo. Seguro que estará limpiando —mencionó Jocelyn y golpeó su piecito contra el suelo—. Dijo que la alcanzáramos para darnos una ducha antes de desayunar. También dijo que hablaría con el señor O'Callaghan, suele dar hospedaje y mamá dijo que es tal vez tenga una habitación para ti.
—Ya veo, tu mamá quiere que me mude —murmuró Nicholas.
—Sí —respondió Juliette de forma autoritaria—. No es bueno que un hombre viva con cuatro señoritas decentes. Mamá solo debe vivir con mi papá.
—¿Y dónde está tu papá? —inquirió interesado.
—Muerto —dijo Josephine mientras la mandíbula de Nicholas, parecía caer al suelo—. Eso dice mamá, que está muerto para ella. Es una fortuna, no me gustan los hombres, a ninguna de nosotras nos gustan.
—Dios lo tenga en su gloria —añadió Juliette mientras se persignaba y las otras chicas también lo hacían, emulando a su hermana mayor.
—¿Son de alguna clase de congregación? —inquirió Nicholas, con curiosidad.
—No, solo aprendemos de las señoras que han estado con nosotras —dijo Jocelyn—. No vamos mucho a la iglesia.
—¿Por qué siento que me están diciendo algo entre dientes? —cuestionó mientras entrecerraba los ojos viendo de una a otra, estudiándolas con cuidado—. Siento que están amenazándome entre líneas.
—No nos gustas —dijo Juliette, con sinceridad—. Nos molesta tu presencia.
—¡Pero si no les he hecho nada! —se defendió; no obstante, Mara apareció y lo interrumpió.
—Niñas, es hora de darse una ducha —aseguró la mujer y sin más se dio la vuelta, llevándose a sus hijas detrás como patitos corriendo tras la madre.
A Nicholas no le pasó desapercibido que ella no le dio ni los buenos días, así que supuso que seguía enfadada con él.
—Bueno, no pasa nada —murmuró mientras iba detrás de las cuatro mujeres de la casa—. No viniste a hacer amistad, en realidad viniste a casarla y listo.
Sacudió sus pensamientos y en cuanto llegó, se encontró con que un sujeto de más o menos treinta y tantos esperaba en la entrada.
Mara sonrió amable y se acercó al hombre, saludándolo con un abrazo y un beso en la mejilla. Hablaron algo, pero él no podía escuchar desde su lugar aunque las niñas observaban al tipo con disgusto, así que supo que tampoco les gustaba.
Se acercó más y sintió la mirada de ambos adultos dirigirse hacia él.
—Este es —dijo Mara, observándole y enarcando una ceja mientras el sujeto le miraba, escudriñándolo—. ¿Crees que haya algún problema?
—¿Problema? ¿De qué hablan? —inquirió Nicholas, viendo de uno a otro—. ¿Quién es usted y por qué me está mirando como si fuera un fenómeno? No me gusta nada, así que mejor dígame qué pasa.
—Él es Dilan O'Callaghan —declaró Maca, quien le dio una sonrisa amable—. Tiene una habitación disponible para alquilar y le comentaba que estabas en busca de una.
Nick miró al hombre. Era relativamente joven y bastante atractivo.
—Vendré por ti en la tarde —dijo Dilan con actitud enfadosa—. Mantén tus cosas listas.
Nicholas no dijo nada, pero le quedó claro que el hombre no pretendía ser su amigo, puesto que su mirada era la de un adversario, amenazante.
De pronto, el tipo cambió su gesto duro a uno amable antes de entregarle a Mara una canasta con víveres, mismos que ella agradeció y finalmente se fue. Entretanto, Mara se fue dentro y las niñas permanecieron a su lado en la entrada, viendo con el entrecejo fruncido al hombre que se alejaba.
—¡Jum! —dijo Juliette mientras Nicholas la observaba—. Ese hombre. Vamos a hacerle sufrir de nuevo.
—¿De qué hablas? —preguntó un curioso Nicholas.
—Era un pretendiente de mamá, es rico, pero a ella no le gusta y a mí tampoco, a ninguna de nosotras —dijo la mayor de las trillizas—. Le dimos su merecido pero parece que quiere pelea.
Levantó sus puñitos como si fuera a acabarlo.
—¿Ese hombre… él quería a tu madre? —cuestionó sin poder creer que un hombre como él quisiera a una mujer como Mara.
—Sí, igual que el doctor del pueblo, el dueño del casino, el dueño de la flotilla de botes. Mamá es popular —dijo Jocelyn mientras él abría la boca sin poder creerlo—. Ninguno se casará con ella. No lo permitiremos.
—No puedo creer que haya hombres que la quieran y ella se aleje. No estamos nadando en pretendientes, ¿qué le pasa a esa mujer? —murmuró furioso mientras pensaba que debía buscarlos a todos para ver si todavía estaban dispuestos—. Creo que es momento de encontrarle un esposo.
—Tampoco te queremos —dijo Josephine de forma autoritaria—. No busques a mamá.