—¿Disculpe? —dijo sin entender.
—Soy Claire, la sirena del pueblo —respondió la mujer, con aire seductor antes de adentrarse sin permiso mientras Mara y las trillizas le observaban retroceder, casi hasta treparse sobre la mesa de la cocina—. Estoy aquí para conocerte.
Una risa nerviosa salió de los labios de Nicholas, quien miró a Mara, en busca de ayuda. Las trillizas observaban con atención, boquiabiertas.
»Se lavar, planchar, cocinar. Soy hermosa, tengo tres hijos de distintos padres, no se preocupe por ellos, no viven conmigo —añadió la mujer mientras él asentía y se inclinaba hacia atrás cuando ella se cernía sobre él.
—Es una fortuna que haya encontrado un padre para cada uno de sus hijos y así evitar que se peleen pero… lo cierto es que… no creo que yo sea un buen padre para su cuarto hijo —replicó, protegiéndose como si se sintiera atacado—. Soy irresponsable, bebo cada fin de semana y soy mujeriego, muy mujeriego. Ash, no hay mujer que se haya salvado de mí —Exageró para desanimarla.
—Mejor —dijo Claire, para consternación suya—. Mejor así. Soy experta en domar personas. Lo tomó del brazo y lo retorció, llevándolo hacia atrás para hacerle una mano de puerco que lo hizo chillar—. ¿Vas a volver a ser mujeriego? —preguntó la mujer, ejerciendo fuerza en el brazo y escuchando el chillido del hombre.
—¡Dios! —exclamó Nicholas y golpeó la mesa con su mano libre, como si se estuviera rindiendo, pero solo empeoró la situación cuando la mujer lo tomó del pelo y tiró de él con fuerza, exigiéndole que no fuera mujeriego e irresponsable.
Mara tuvo que intervenir.
—Basta, Claire —pidió la mujer, ayudando a Nicholas y haciendo que lo soltara—. Él ya entendió y no creo que esté interesado en casarse y tener un hermoso hijo contigo.
Su actitud solícita hizo que la otra entrecerrada los ojos. Nicholas se arrinconó y se protegió como pudo, aferrando su brazo para mitigar el dolor.
»Seguro que te llamará si te necesita —añadió Mara, al mismo tiempo que Claire se giró a ver a Nick e hizo el amago de tocarlo pero este gritó en pánico con un tono agudo.
Al final solo le tocó la mejilla, aplastándola y tirando de ella con fuerza, como si aplastara la mejilla de un niño.
Una vez a solas, Nicholas miró a la joven, quien se mostró furiosa con él y pensó que lo que estaba pasando no podría ser obra de nadie más que de las trillizas.
Las miró y estas se mostraron indiferentes, pero él no lo iba a dejar pasar:
—¡Ustedes! —Las señaló con el dedo—. ¿Qué es lo que hicieron?
La puerta volvió a sonar, interrumpiéndolo y Mara frunció el ceño antes de ir a abrir.
Begonia, la anciana sorda y extranjera, apareció frente a ella. Llevaba su bastón y un enorme moño rojo en la cabeza que hacía juego con su cargado maquillaje ochentero.
—No me iré de aquí sin un anillo —dijo la mujer mayor mientras se acomodaba la dentadura.
—¿Un anillo? —inquirió Mara y la mujer se colocó las gruesas gafas para luego sacar un pequeño recorte de periódico.
Mara lo tomó en sus manos, leyó y soltó un jadeo sorprendido. Al mismo tiempo el hombre de la motocicleta que solía perifonear anuncios por todo el pueblo, pasó frente a su casa, lanzando un anuncio.
«Hombre millonario busca esposa. No importa edad, sexo, aspecto ni condición social. Solo busca que sea buena persona, sin hijos y que tenga la dentadura completa».
Era lo mismo que ella estaba leyendo y al margen estaba la dirección de la casa de Mara y el número de teléfono de Nicholas, quien al escuchar su número de celular, frunció el ceño y habló:
—¿Ese es mi número de celular? —cuestionó intrigado y las niñas asintieron—. ¿Po… por qué está mi número de celular vinculado a un anuncio que dice que busco espo…? —Miró a las niñas cuando comprendió lo que estaba pasando, pero no tuvo tiempo de nada puesto que la mujer mayor ya lo tenía abrazado por el cuello y paraba la boca para recibir un beso.
Chilló y se escabulló como pudo, pero aquello empeoró cuando un travesti vestido con un traje verde de lentejuelas apareció bailando y moviéndose mientras sonaba unas maracas y se colocaba un clavel en la oreja.
Llegó diciendo que buscaba al hombre del anuncio.
Nicholas arrebató el periódico de las manos de Mara y leyó, lanzando un gritillo agudo al ver la nota.
De pronto un hombre elegante, muy masculino apareció, pero en cuanto habló, su aguda voz lo delató. Él se conformaba con una relación abierta y aseguró que dado que no tenía útero, no podía tener hijos.
Aquello estaba volviéndose cada vez más retorcido y Nicholas terminó escondido detrás de Mara, viendo cómo, una mujer de vida alegre aparecía y se comía los mocos mientras decía que podía ser la pareja ideal, una carnicera enorme que bien podría desollar a Nick también se presentó y por si fuera poco, una joven vestida en pieles que apenas mostraba su rostro llegó, diciendo que se identificaba como leona, dando un rugido que a todos les causó vergüenza ajena.
El pobre hombre estaba al borde de un colapso.
—¡Ya basta! —dijo Mara, cuando encontró todo tan surreal. Miró a sus hijas con enfado y las señaló como diciéndoles que luego hablaría con ellas—. Ha habido un error. Ese hombre de ahí no busca esposa, es hetero y desde luego no es millonario.