Esposa sustituta

• No quiero verlo •

Su cabello estaba hecho un desastre, de la misma forma en la que estaba su vida en ese instante.

Aun en esa situación, no podía reflexionar con claridad. Los acuerdos que haría con Emily, sin duda alguna, debían esperar a que ambos se encontraran con mayor sobriedad.

Los pasos sigilosos de Maxwell lo llevaron a la primera planta de casa, procuraba no encontrarse con Emily, de la cual, desconocía su paradero. 

Sería incómodo para él y probablemente para su nueva compañera encontrarse esa mañana y deseaba ahorrarles a ambos esa pequeña molestia.

Para su suerte, la joven no se encontraba en el piso inferior. «Puede que ella también se sienta incómoda al verme» pensó.

Un suspiro se escapó de entre sus labios, hasta ese momento no lograba comprender lo que le llevó a actuar de esa manera. 

Aún sus pensamientos estaban entremezclados y su dolor de cabeza no había disminuido ni tan solo un poco —Emily… — susurró al recordar el nombre de la joven y aquella habitación que él había preparado para su ahora exnovia.

Sus pasos se aceleraron mientras él tambaleaba, regresando a la recámara principal. Había tenido que sujetarse por el pasamanos de las gradas. 

Tenía miedo de lo que Emily pudiera llegar a opinar luego de que viera lo que se encontraba en la habitación, rogaba para que ella no se hubiera enterado de lo que contenía esa recámara.

Al abrir la puerta, notó que todo se encontraba en el mismo lugar en el que lo había dejado, un suspiro aliviado inundó el recinto a la vez en la que su cuerpo sentía que una gigantesca carga le era retirada de los hombros. 

Ahora, la verdadera pregunta, era: ¿En dónde se encuentra Emily?

Si él sabía en dónde estaba, sería mucho más sencillo evitarla todo el día, lo haría hasta que se sintiera lo suficientemente preparado para enfrentarla, y ofrecer las disculpas que estaba más que claro que ella necesitaba. 

La había presionado para que aceptara contraer matrimonio con el heredero; además de eso, la había seguido de una manera bastante infantil.

¿Eso era propio de Maxwell? ¡No! No lo era ni en lo más remoto, y eso era lo que llenaba al joven de vergüenza.

El heredero se dispuso a buscar en cada una de las habitaciones que su «modesto hogar» tenía. 

Para él era costumbre gozar de las más exuberantes edificaciones y lujos, por tanto, tener un hogar con cerca de diez habitaciones no era nada a comparación de la casa de sus padres, el lugar en el que había crecido.

Ella no se encontraba en ningún rincón de la mansión. Dándose por vencido en su búsqueda, Maxwell regresó al enorme comedor, él aún no había contratado a nadie, planeaba hacerlo al lado de Elisa, cosa que no llegó a concretarse. 

«¿Emily se sentirá cómoda con más gente en la mansión?» se preguntó mientras servía un poco de agua tibia.

Esta había sido una costumbre que adquirió desde que recibió a su amigo que había viajado desde Asia.

Sus ojos se elevaron levemente al ver una nota en el refrigerador, seguramente se trataba de Emily. 

«¿Y si se arrepintió en medio de la noche y se marchó?» suspiró, arrastrando sus pies en dirección del refrigerador para alcanzar la nota. 

—No la culparía, yo haría lo mismo si me encontrara con alguien como yo — masculló sacudiendo su cabeza de un lado para otro.

El sonido de las bocinas le alertaba a Emily que debía continuar caminando. Ella había salido demasiado temprano con la intención de no encontrarse con Maxwell, no lo haría cuando ella intentaba comprender en qué estaba pensando en el momento en el que ella terminó accediendo a una cosa como esas. 

¡¿Quién se casaría por dinero?! Bueno, muchas personas lo hacían, estaba claro. La pregunta debía reformularse ¡¿Por qué ella se casaría por dinero?!

Se sentía tan avergonzada de ella misma que le costaba, incluso, verse en el espejo.

Estaba buscando la manera en la que no tuviera que pasar tanto tiempo con ese hombre, ella no tenía claro en qué trabajaba. Por lo tanto, ella no podría imaginar el horario que él tendría, pero sí podría ajustar el suyo para estar en casa lo menos posible. 

—Antes de ver a su mejor amiga, se desviaría un poco con el fin de hacerle una visita a su jefe, pediría que sus vacaciones terminaran antes de lo acordado.

Muchos de sus compañeros la veían extrañados, aún faltaba algún tiempo para que su alocada compañera regresara a sus labores.

¿Qué la había traído hasta ahí? ¿Había gastado su salario u olvidó que no era hora de retomar el trabajo? 

En el momento en el que ella se dirigió a la oficina del CEO, continuaron con lo que estaban haciendo.

Jeremy, su jefe, estaba en medio de «un asunto importante» o eso fue lo que dijo una de las secretarias.

Antes de que Emily tuviera el cargo de traductora, ella había sido la asistente personal del editor principal, había escalado en la «pirámide laboral» que se había creado en el interior de la agencia.




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