—Yo debo ir en busca del café — intervino Charlotte con la intención de escapar de esa incómoda escena, la verdad era que ella no deseaba ser testigo de las torpezas de su jefe, quizá, él y Emily eran el uno para el otro.
Jeremy aclaró su garganta, entre tanto le indicaba a Emily que tomara asiento, los ojos de la joven no se despegaba de su jefe, temía que una vez más este fuera a estrellarse con la maceta que se encontraba a su costado.
—¿Qué es lo que le trae hasta aquí, Emily? — preguntó esbozando una muy diminuta sonrisa.
Sus ojos se abrieron tan solo un poco más, solo lo suficiente para poder admirar el rostro de la joven, la mirada de Jeremy podía asemejarse a las aguas más cristalinas que jamás hayas llegado a ver, las cuales están protegidas por una espesa muralla de árboles silvestres.
Igual a lo que su jefe había hecho poco atrás, ella aclaró su garganta, ignorando por un momento que los ojos del mayor eran capaces de hipnotizarla, había tenido el deseo de acercarse más a su jefe, con la simple intención de conocerlo mejor; pero, no quería quedar como una mujer interesada, es más, ¿cuántas mujeres no estaban interesadas en él? No solo era atractivo, sino que lideraba una de las empresas de entretenimiento más reconocidas del país.
—Señor, yo… — masculló jugando con sus manos bajo la mesa.
Ella tenía claro a lo que había venido, aun así, ¡¿Por qué las palabras no salían de su boca?!
—Dígame Jeremy… aún no estoy casado — elevó una de sus pobladas cejas, aquella característica que hacía resaltar aún más su clara mirada.
Su cuerpo se había inclinado levemente en dirección de su empleada, le estaba demostrando de manera inconsciente que ella gozaba de su completa atención.
—No creo que pueda hacerlo — suspiró y tomando una gran bocanada de aire se apresuró a hacer su solicitud.
El tiempo avanzaba y Camila podría cansarse de esperarla, ya se había retrasado algunos minutos… bueno, había que confesar que Camila era la persona más impuntual que Emily había llegado a conocer.
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Maxwell había pasado el resto de la tarde sentado en la misma posición, sin moverse ni un solo milímetro.
Emily no había escapado, cosa que lo llenaba de bastante alivio; sin embargo, no dejaba de pensar en las palabras que emplearía con la joven, todo estaba aún confuso.
El sonido de la puerta abriéndose de par en par lo sacó de su trance. La nota que Emily había dejado explicando que saldría a su trabajo, cayó de las manos del joven en el instante en el que sintió pasos demasiado pesados acercándose a la sala.
Podría ser cualquier persona, todos menos Emily, él había notado que el cuerpo de ella era bastante pequeño, además de que, si sus huesos llegaban a pesar demasiado, esto no sería suficiente para causar tal escándalo.
Su cuerpo se había preparado para defenderse de lo que fuera que se estuviera aproximando a su ubicación, había tomado una de las lámparas que se encontraba a su lado.
—¡¿Estás loco?! — gritó Erick mientras corría en dirección de su amigo, el cual estaba dispuesto a lanzárselas.
—Aún está ebrio — masculló Tom soltando una enorme carcajada sujetando su estómago.
—Únicamente hemos venido a comprobar cómo se encuentran. No respondiste a nuestras llamadas durante todo el día. Es decir, nunca contestas al ver que éramos nosotros, pero siempre cuelgas las llamadas — explicó Erick lanzando un suspiro en el instante mismo que dejaba la lámpara en su lugar.
—¿Dónde se encuentra Elisa 2.0? Se me hace que ella es un poco más divertida que la anterior — cuestionó Tom recorriendo con su mirada su enorme salón. —¿Decidió escapar? — preguntó por segunda vez —sabía que eso pasaría en algún momento, pero no que sería tan pronto — suspiró rodando los ojos.
Maxwell y Erick intercambiaron miradas y se marcharon, dejando a Tom hablando solo como era costumbre.
En esa ocasión hablaba acerca de lo mucho que le había gustado la comida que les había obsequiado la madre de Emily, divagando poco después a sus ansiadas vacaciones de verano en Cancún.
—¡¿Chicos?! — exclamó corriendo en todas direcciones al encontrarse solo —No me dejen solo aquí — pidió viendo cómo la sala se hacía cada vez más y más grande.
Maxwell y su amigo se habían instalado en la terraza de la mansión, Erick disfrutaba de la brisa nocturna debido a que esto le recordaba a su niñez, antes de que sus padres decidieran enviarlo a un internado para mejorar sus habilidades.
En ese entonces, Maxwell y Tom se escabullían para llevarle un poco de comida chatarra, a pesar de que esta se encontrara prohibida en el campus. Los tres habían sido cercanos desde hace bastante tiempo, lo que les había dado la habilidad de poder leerse como si fuesen libros… aunque algunas veces estos parecían estar en mandarín.
—¿Qué harás? — indagó Erick observando detenidamente a su amigo.
No le importaba cuántas veces Maxwell intentara decirle que todo estaba bien, él mismo sabía que el joven se había metido en una encrucijada, todo por la presión del momento. Dio un par de golpecitos en el hombro del menor.