Esposa sustituta

• Condiciones •

Dos horas más tarde y con Emily a unos metros en frente de Maxwell comenzaron a escribir en un papel las condiciones que cada uno tenía para poner en el contrato, todo sería de mutuo acuerdo. 

Tom estaba a las espaldas de Emily observando lo que ella escribía; Erick, por su parte, estaba acompañando a su amigo.

—¿Te parece bien esta? — preguntó Emily un poco dudosa mientras señalaba a su tercera condición. 

Tom negó con su cabeza y con sus dedos formó el número tres, indicando que debía aumentarle a su solicitud. 

—¡Entendido! — exclamó con una sonrisa.

En el lado opuesto a la habitación, estaban los otros dos; ellos estaban intentando llegar a un acuerdo acerca de las cenas familiares.

¿Estaría bien hacer que Emily faltara a alguna de ellas? 

Sus padres eran realmente estrictos en esa área, en las reuniones familiares debía estar la familia completa; y Emily en ese momento se había convertido en una Jones.

—¿Una noche de karaoke a la semana? — susurró Emily observando confundida a su compañero, el cual, con satisfacción, había escrito la condición número tres —no entiendo cómo esto va a ser útil, pero ¡Está bien! — Exclamó haciendo un pequeño bailecito.

—Ya lo verás… solo confía en mí, es cuestión de tiempo — susurró a manera de secreto mientras señalaba a sus dos amigos —estando con ellos se vuelve una necesidad.

Los oscuros ojos de una pobre chica se estaban llenando de lágrimas una vez más.

 Observar la fotografía que logró rescatar de su familia estaba siendo impactada con el líquido fluyendo de sus ojos ¿Cómo había llegado a terminar de esa manera? 

Su corazón se encogía con solo pensar en la manera en la que su propia madre la dejó a la deriva, el momento en el que sus padres no le permitieron entrar a casa.

¿Simplemente había sido un objeto? ¿Una máquina de subsistencia de su propia familia?

El resplandor de las luces de un auto la sacó de sus pensamientos, secando rápidamente sus lágrimas y escondiendo la fotografía en su sudadera, se dispuso a rellenar el tanque del vehículo con gasolina, con la medida que el conductor le pidió.

Emma era la hermana mayor en su familia de cuatro, era la única mujer que le nació a su madre; sin embargo, el pequeño Flynn era el tesoro de sus padres, los cuales no trabajaban. 

Habían sacado a su hija del colegio con la simple intención de que fuera ella la persona que sostuviera su hogar, ella y las míseras ayudas del estado.

La joven trabajaba día y noche con el fin de que a su familia no le faltara nada, pero no era suficiente, eso le garantizaba numerosos golpes por parte de su progenitora.

«¡Eres una buena para nada!»

«¡Esto no es suficiente!»

No importaba cuánto se esforzara, ni lo agotada que se sintiera al final del día, todos los cuidados, atención y la mejor porción de comida eran para su hermano.

¿Había algo que comenzaba a descomponerse? Era para Emma.

¿La fruta mordida o picada por animales? Para Emma.

No solo era su madre el problema, lo era de igual forma su padre. 

El que se suponía debía verla como la niña de sus ojos y cuidarla de todos los que la quisieran dañar llegaba a ser incluso más cruel y desalmado que su madre.

Emma jamás olvidaría la vez en la que no pudo conseguir suficiente dinero para pagar las bebidas alcohólicas de su padre, la golpeó hasta que se cansó y la encerró a las afueras del patio de casa, la lluvia golpeó con fuerza la ciudad y, aun así, la puerta no le fue abierta para refugiarse. 

Esto le ocasionó un colapso al día siguiente en medio de su trabajo, no era la primera vez que sucedía en ese empleo, ni la segunda, ni tercera… su salud estaba decayendo cada vez más y no había quién le tendiera la mano.

«Lo siento, Emma… no podemos recibirte más aquí, estamos teniendo muchas más pérdidas de las que podemos manejar»

Con una mueca que intentaba ser una sonrisa, asintió mientras sentía cómo un nudo se formaba en su garganta y su respiración se dificultaba, ¿qué sería de ella si sus padres se enteraban de que había perdido su empleo? 

Ella había sido internada en el hospital durante dos días, en los cuales sus padres hicieron todo lo posible para arrastrarla fuera de ahí. Si no hubiese sido por el personal, ella habría sido dada de alta sin haberse recuperado ni un poco. 

Pero eso no sirvió de nada.

En el mismo instante en el que ella salió de ese maravilloso sitio a sus ojos, sus padres la recibieron a la puerta de su casa, con una sonrisa extremadamente falsa y con la maleta de su hija en medio de la carretera, la cual parecía haber sido arrollada múltiples veces, pues se encontraba destruida.

«No eres nuestra hija»

«No debí traerte al mundo»

Una carcajada salió de los labios de Emma, estaba escondiendo el desconcierto y dolor que sentía en ese momento. 




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