—¿Y bien? — cuestionó Emma manteniendo la calma; sin embargo, estaba comenzando a impacientarse debido al hombre que se encontraba en el interior del vehículo.
Él se mantenía en silencio y no despegaba sus ojos de la chica.
—¿Se encuentra bien? — preguntó una segunda vez dejando escapar una diminuta cantidad de aire.
No se podía sobresaltar y correr el riesgo de perder su trabajo, en ese momento no lo soportaría, y esa era la razón por la que había aprendido lentamente a controlar su temperamento.
—Lo siento. El tanque lleno, por favor.
No importaba lo mucho que Tom se esforzara por hacer que sus ojos se despegaran de Emma, ellos simplemente se dedicaban a detallar cada una de sus facciones. La mirada de la chica lucía tan desanimada y agotada que despertaba una extraña emoción en el interior del joven.
Él no sabía qué tipo de sensación era; sin embargo, desde lo más profundo de su ser, despertaba el deseo de saber más de ella y de descubrir la razón por la que su semblante denotaba tanta melancolía.
—Gracias — fue lo único que logró salir de entre sus labios.
El joven, que usualmente era de demasiadas palabras, no encontraba qué decir. Cuando menos lo pensó, era momento de continuar con su camino y las estrepitosas bocinas de los autos de atrás le indicaban que no debía permanecer más en el lugar.
Para Tom fue extraño el momento en el que sus ojos se cruzaron con los de la joven.
Sin ninguna duda, él reflexionaría acerca de su encuentro y le daría plena autorización a su mente para que ella imaginara los múltiples escenarios que habrían provocado que la chica de la gasolinera tuviera ese semblante.
A los ojos del chico, ella era completamente hermosa; pero, aun así, no podía evitar de sentir que había unas gigantescas tinieblas que le impedían a ella observar las cosas buenas del mundo; incluso su tono de voz era apagado.
«¿Cómo se escucharía su voz cuando estuviera feliz?» se preguntaba frunciendo levemente el ceño.
La rizada melena del joven se mecía con la suave brisa nocturna, parecía que una agradable llovizna iba a empapar una vez más las calles.
El aniversario desde el día del que escapó de casa estaba llegando, dentro de poco habrían pasado siete años de haber tomado esa repentina decisión, la última vez que llegó a ver y a escuchar a sus padres.
Desde que Tom tenía memoria, sus padres nunca hicieron un intento de encontrarse con él, habían seguido con sus vidas como si nada hubiese pasado y eso era lo que más llenaba de dolor el corazón del chico de melena ondulada.
No había más que pudiera hacer, sino esperar el momento en el que sus caminos se volvieran a encontrar, bueno, si sus padres así lo querían.
Seguirle los pasos al joven heredero corporativo Maxwell Jones no era nada sencillo; Tom contaba con una larga lista de actividades diarias que su «Amigo jefe» acostumbraba a completar sin ningún tipo de interrupción.
Desde que el joven tenía memoria, no había pasado un día en el que Maxwell aplazara su trabajo, salvo en las vacaciones anuales.
Una persona que, a los ojos de Tom, era un «trabajador compulsivo» era su amigo Erick.
Quizá esa había sido la razón por la que prefirió ser el secretario asistente de Maxwell y no de su otro amigo.
Estaba convencido de que Erick no había llegado a tomarse en serio sus vacaciones durante demasiado tiempo, quizá no había llegado a tomar vacaciones decentes después de haber asumido el cargo de la agencia.
—Desayuno con el vicepresidente de Friday Corporation — masculló Tom leyendo la nota que él mismo había escrito en la mañana de ese día.
—Con todo el asunto de la boda, el contrato y la nueva cuñada falsa lo había olvidado — suspiró asegurándose de marcar correctamente el número de su jefe.
«¿Hace poco no terminaste de salir? ¿Dejaste algo otra vez?» cuestionó Maxwell al otro lado de la línea.
«¿Tom?» preguntó una vez más; sin embargo, su amigo estaba absoluto intentando identificar la canción que estaba sonando en el fondo.
—¿Eh? Lo siento, no sabía que escuchabas ese género de música — soltó una risita —por un momento supuse que te gustaba la aburridora y repetitiva música clásica que acostumbras a reproducir en el trabajo.
«¡¿A qué te refieres con aburridora y repetitiva?! ¿Cuándo aprenderás que esa es la clase de música que mejora la concentración, además de ser relajante y perfecta para la zona de trabajo? La música que oyes es cortesía de Emily, no sabe escuchar esa música chirriante solo para ella». Se quejó de la manera más robótica posible.
Su voz sonaba tan serena a pesar de estar luchando contra sí mismo de ir a apagar el equipo de sonido que se encontraba en la habitación de Emily. «¿Cómo es posible que ella pueda estar allá, encerrada con tanto ruido?»
—Eso es solo porque eres un amargado y hasta este momento no has vivido como las personas normales. Yo solo llamaba para avisarte que la reunión con el vicepresidente de Friday Corporation se estableció para el desayuno de mañana.