Esposa sustituta

• Maya Everard •

—Debo admitir que no es para nada como me comporto comúnmente, lo siento, no debería haber hablado por ti; pero ¡Ese hombre estaba sobrepasando los niveles de ética laboral! — Su tono de voz lo hacía notar un poco exaltado.

—¿No tienes una llamada pendiente? — frunció ella el ceño, intentando terminar de manera rápida con esa conversación. 

Era consciente de que, si seguían hablando, su manera de responder no sería nada linda, y ni en lo más remoto decente.

Al parecer, Maxwell comprendió el mensaje que Emily le estaba queriendo comunicar; por esa misma razón, regresó a la llamada de la que pensaba haber dejado inconclusa; sin embargo, Tom ya había dado por terminada la llamada.

—Tengo una reunión importante, estaré de regreso antes del anochecer. Recuerda por favor lo que te dije y descansa — sin añadir nada más, Emily asintió y regresó su atención al celular, solo esperaba que su jefe no hubiera malentendido la intervención de Maxwell.

Erick había salido a su oficina mucho antes de su horario habitual, lo cual llegó a sorprender un poco a los trabajadores que estaban a su servicio.

El joven empresario era un aficionado a sus horarios establecidos, tenía una rutina para cada cosa; por ejemplo, antes de salir de casa, revisaba su lista de «NO DEJAR» desde que tenía cerca de seis años de edad.

Con las yemas de sus dedos, golpeaba su escritorio de forma rítmica; ahora toda su atención estaba centrada en esa misteriosa secretaria de la que no se sabía nada. 

¿Por qué no aparecía en los registros de esa quebrada agencia? 

Ellos habían sido casi los únicos que lograron convencer a los Graham de firmar juntamente en la agencia.

—Es increíble… — masculló Erick un poco frustrado. —Firmaron en una compañía que ya no existe, ¿No es mi agencia mejor que la de ellos?

Un gruñido lleno de molestia salió por sus labios.

Esto no era normal para Erick, no solamente la falta de ánimos por parte de los Graham para firmar, sino también el hecho de que el futuro de su agencia estaba dependiendo de una secretaria desconocida, una que se había encargado de borrar su pasado en ese lugar y desaparecido del mapa. 

Por esa misma razón, ofreció una pequeña recompensa a quien le llevara a su paradero.

El ruido de su teléfono sonó interrumpiendo sus pensamientos, tomando una gran bocanada de aire, se dispuso a extender su mano para dar por terminada la llamada.

El teléfono sonó una vez más, la acción de Erick se repitió unas dos veces más, hasta que, por fin, luego de tanta insistencia, terminó contestando.

La persona que lo había interrumpido no habló demasiado, con un simple: «Sé quién es. Encontrémonos en el parque central, en veinte minutos» la llamada terminó dejando a Erick demasiado confuso.

¿Acaso se trataba de la buscada secretaria?

El parque se encontraba a eso de diez minutos de camino, en caso de que no hubiera tráfico.

Por esa razón, Erick tomó sus cosas y se apresuró al encuentro con esa persona misteriosa. 

¿Qué había si se trataba de una broma o una farsa? 

Debía encontrar una manera para asegurarse de que la información que se le diera, fuera completamente verídica.

El auto de Erick se detuvo cinco minutos antes de que el plazo se cumpliera. 

Él detestaba por completo la impuntualidad, por eso procuraba llegar entre cinco y diez minutos antes.

Se dirigió al interior con pasos seguros, no sabía quién lo había citado al comienzo; sin embargo, estaba dispuesto a arriesgarse con la intención de poder encontrar a la misteriosa secretaria. 

Ella era la clave que necesitaba para poder hacer de su propuesta, lo más atractiva posible para los Graham.

Un hombre vestido de manera descuidada, que no aparentaba más de treinta y cinco años de edad, le hizo señas con su mano para que Erick se aproximara. 

Sus pantalones se veían desgastados y bastante rotos.

«¿Qué clase de extraña moda es esta?».

Se preguntó el joven empresario mientras sus pasos se detenían frente al hombre que, por una extraña razón, le resultaba conocido.

—Ha de ser usted, el señor Di Fierro — Expuso el hombre estrechando la mano de Erick. 

El más joven asintió un poco extrañado por el comportamiento de ese, pero, ignorándolo, decidió ir directo al punto que él necesitaba.

—Así que usted tiene información acerca del paradero de la antigua secretaria de… — fue interrumpido incluso antes de mencionar el nombre de la agencia.

—La tengo, e incluso mucho más que eso. Puedo llevarlo al lugar en el que ella vive; pero, eso tendrá un costo especial — una sonrisa de lado se mostró, revelando sus amarillentos dientes.

—Eso lo juzgaré yo mismo — sentenció aclarando su garganta. —Lo escucharé primero. Soy un hombre de palabra.




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