—¿Qué querías que hiciera? ¿Cambiaría algo el hecho de que lo supieras? No creo que tengas el valor para atreverte a hacer que renuncie incluso después de que le dijiste que no interferirías en nada relacionado con su trabajo; por otro lado, ¿no se suponía que era algo que tú debías de haber sabido desde antes? Ahora no me vengas a culpar a mí, el principal culpable es Berremy por haberla contratado — se escudó de manera rápida al ver cómo la mirada de Maxwell se hacía más fuerte sobre él.
—Tráeme algo de beber… por favor — pidió lanzando un pesado suspiro. Era consciente de que discutir con Tom, no los llevaría a ningún lado.
•
•
•
Emma había terminado de limpiar su zona de trabajo.
Ella se estaba esforzando mucho para poder conservar los numerosos trabajos de medio tiempo que tanto le había costado conseguir.
Ella era una «doña nadie».
Llegó a una ciudad sin ningún conocido, sus trabajos la mantenían tan ocupada que, le era casi imposible tener una vida social.
Todos los que la veían podían opinar de ella, que se trataba de una mujer distante; sin embargo, estaban completamente equivocados.
Ella no era una chica distante, era una chica a la que la vida le había robado su sonrisa, y lo único que podía dar, eran las falsas sonrisas que había visto en los demás, especialmente en su propia familia.
¿Emma había llegado a sonreír?
¿Cómo podía lucir una verdadera y honesta sonrisa en su rostro?
La campana de la tienda en la que hacía su turno de tarde, sonó revelando a un nuevo cliente.
Ella no logró verlo con claridad, se había escabullido en medio de los estantes; lo único que ella alcanzó a ver, era la castaña cabellera del hombre, él parecía ser alto, no le dio mayor importancia hasta que él se acercara a pagar o saliera de manera sospechosa de la tienda.
Eso había pasado un par de veces y en todas se trataba de gente que buscaba tomar lo que no le pertenecía.
Claro estaba que Emma terminaba llamando a la policía y el joven devolvía lo que estaba hurtando, además de una pequeña multa.
El joven parecía determinado a tomar lo que deseaba, pues, con seguridad, se acercó a los estantes de bebidas y dando una vuelta, se dirigió a Emma para realizar el pago.
Sus miradas se encontraron por un par de segundos; a la joven le parecía extraño el comportamiento del chico, a este, por su parte, se le hacía familiar el rostro de Emma; sin embargo, no tenía claridad de en dónde la había llegado a ver.
Luego de cobrar la bebida, Emma notó algo extraño en el comportamiento del chico.
Él se dio la vuelta e intentó caminar hacia la salida, en ese instante la figura de un hombre de casi su misma altura posó su mano sobre la de él con fuerza.
—¿No piensa pagar lo que metió en su bolsillo? — la mirada atemorizante del hombre sorprendió levemente al ladronzuelo.
—¿Puede probarlo? — se escudó de manera feroz mientras daban inicio a una batalla de miradas.
—Él no ha tomado nada — replicó Emma —deja que se vaya, por favor, no quiero formar un alboroto en la tienda — expuso con completa seriedad mientras ingresaba el dinero que el ladrón le dio en la caja registradora.
—Pero — masculló el hombre mirando con sorpresa a Emma, ella simplemente asintió y él, soltando al bribón, dejó que se fuera. —¿Por qué hiciste algo así? ¡¿Estás loca?! Tus jefes pueden despedirte si se enteran.
—Ellos no van a hacer nada, porque ese hombre no robó nada — respondió por segunda vez.
—Yo lo vi — recalcó él señalándose a sí mismo con seguridad.
—Él no sacó nada de la tienda — confesó la chica, ella elevó su mano mostrando lo que el chico había escondido en sus pantalones. —Lo saqué mientras hablaban, gracias por su ayuda — masculló con un poco de dificultad y regresó a su trabajo.
El joven corrió en busca del pedido de su jefe, si no lo encontraba en esa tienda, muy seguramente lo despellejaría vivo.
Suficiente había sido llamarlo «tonto» en su jornada laboral, si él, tan solo se enterara de que significaba lo que realmente significaba, sin duda alguna tendría que buscar una cabaña de alquiler en júpiter.
Tom notó que la chica con la que había hablado con anterioridad era realmente parecida a la chica de la gasolinera.
«¿Quizá serían gemelas?».
Se preguntó frunciendo el ceño.
Luego de conseguir aquello por lo que fue a esa tienda de conveniencia, se armó de valor para poder entablar una conversación «normal» con Emma.
Aclaró su garganta antes de acercarse lo suficiente a ella como para que lo pudiera escuchar.
—¿Nos hemos visto en algún otro lugar? Siento que te he visto en otra parte — Emma se mantuvo en silencio unos cinco segundos tratando de recordar el rostro del joven.
De todas formas, ella veía a tantas personas día a día, que le dificulta saber con exactitud quién era quién.