Esposa sustituta

• Cenemos juntas •

Emily había pasado la mayor parte de su día frente a la pantalla de la computadora, lo había estado tanto que había comenzado a sentir que su trasero se estaba entumiendo.

Ella no era el tipo de persona a la que le gustara estar todo el tiempo en un mismo sitio, sin poder haberse movido con libertad; por esa misma razón, ella era la que se encargaba de llevarles el café a sus compañeros. 

No exactamente por ser amable; sino, porque era la excusa perfecta para poder salir a dar un paseo en medio de sus jornadas laborales.

Ahora, ella estaba recostada en su silla mientras daba vueltas en ella, estaba observando toda la habitación, de la que no se había puesto la tarea de poder examinar cada una de las decoraciones que en esta había. 

El problema con Emily, era que, en el momento en el que ella decidiera tomar un descanso, regresar a su trabajo era mucho más difícil que a los demás.

—Falta poco para que oscurezca — murmuró —debería buscar algo para cocinar — se dijo a sí misma, poniéndose en pie. 

Por lo menos, había algo que ella podía hacer sin tener que esforzarse demasiado.

Se acercó a la cocina y comenzó a ojear cada una de las gavetas, intentando memorizar la ubicación de cada una de las herramientas que emplearía en sus preparaciones, eso, en un futuro cercano, le ahorraría mucho tiempo. 

Valioso tiempo en el que evitaría que sus comidas se doraran de más.

Poco después de escanear mentalmente las herramientas, se acercó a buscar los ingredientes a la nevera.

—¡Está vacía! — exclamó demasiado ofendida —¡¿Quién va a poder sobrevivir en una casa si la nevera está vacía?! — exclamó por segunda vez, bastante irritada.

Sus planes se habían ido a la basura, y en vano se había dignado a buscar una receta por internet, una que realmente le hubiera gustado probar. 

Pero ahora, no había manera de hacerlo. 

—Solamente podré preparar sopa de agua — se quejó por lo bajo y caminó en dirección a su computadora.

—Lo único que puedo hacer en un momento como estos, es… pedir comida a domicilio.

Un par de minutos pasaron y el timbre de casa comenzó a sonar.

—¡Comida! ¡Estás aquí! — exclamó con emoción, corriendo con muletas hasta llegar a la puerta. 

Frente a ella estaba el repartidor con cabello un poco largo y de color rojo, este tono se le hizo bastante lindo a Emily; sin embargo, no sabía de qué manera debería preguntarle eso a un repartidor.

El repartidor retiró su casco por un momento, estaba sintiendo bastante calor. 

—Qué linda — dijo Emily mientras creía que lo había pensado. 

No fue hasta que las mejillas de la chica se sonrojaron que ella se enteró de que había hablado de más.

—¿Gracias? — dijo con un poco de vergüenza. 

No sabía exactamente qué había llevado a la joven a decir eso, era la primera vez que ella escuchaba un halago así, y, debía aceptar que se estaba sintiendo bastante bien.

—Esto es mucho para que una sola persona lo coma ¿Te gustaría pasar por un momento? Deberías tomar un descanso — invitó la chica. —¿Cuál es tu nombre?

—Emma — respondió la repartidora con una extrañada sonrisa.

Antes de que ella tocara el timbre, había criticado a las personas que vivían en ese lugar.

Ella estaba ofendida por las personas que desean ocupar terrenos extremadamente gigantescos, mientras otros deberían estar intentando vivir en una pequeña habitación de tres metros cuadrados. 

Pero, ¿por qué una extraña la invitaba a comer pollo frito? ¿Era una trampa?

A pesar de las dudas de Emma, ella debía reconocer que, más allá de que la dueña de casa pareciera amigable, era el pollo que se veía completamente apetitoso.

«Si llego a morir, moriré con mi estómago lleno».

—Mi nombre es Emily, un gusto — extendió su mano, hasta que vio que Emma tenía ambas manos ocupadas. —Lo siento— se apresuró a tomar la bolsa que estaba en una de sus manos. —Bienvenida, siéntete como en tu casa.

—Es demasiado gigantesco — masculló intentando no ser oída por Emily; sin embargo, esto no resultó como Emma quería.

—¿Cierto? Lo es tanto, que me asusta… mi antiguo departamento era bastante pequeño, bueno, al vivir sola, era bastante acogedor. Pero no tuve más opción que venir aquí con Maxwell, es decir… con mi, con… mi esposo — lo dijo con un poco de dificultad. —Todo esto es muy diferente a lo que mi madre me enseñó — una nueva risita nerviosa se escapó de los labios de Emily, ella, al parecer, estaba hablando de más con una desconocida. —¿Qué esperamos? ¡A comer!

La comunicación entre ellas se veía bastante limitada, debido a los trozos de pollo que se encontraban en sus bocas. 

Este era el momento en el que Emily sentía poder tener un poco de agradable compañía femenina; bueno, también había pasado tiempo con Camila; sin embargo, había algo en el fondo de la joven que le hacía desconfiar de su mejor amiga ¿No era extraño?




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