Esposa sustituta

• Acostumbrarse al mundo de millonarios •

—Cualquiera que llegue a escuchar eso, puede malinterpretarlo — susurró Emily aclarando su garganta. 

—Únicamente estamos nosotros dos, no hay manera de que alguien más nos oiga — respondió con naturalidad. —Ahora, sí o sí, beberás tu medicina. O tendré que llamar de verdad a tu madre, y ambos sabemos que las personas como la señora Miriam, no descansará hasta haberte hecho beber la última gota.

—Y se quedará con nosotros hasta que su hija se recupere — suspiró —está bien, pero que sea rápido, no quiero vivir más este martirio; después de esto me llevarás a comer y a comprar los víveres necesarios para esta casa. 

Maxwell no tuvo más opción que acceder, era la primera vez para ese joven empresario, en el que alguien lo trataba de esa manera. 

Como lo había dicho Tom en la mañana anterior: Maxwell había crecido alejado de la «gente común» por lo que, con el simple hecho de haber conocido a Emily, su vida y manera de ver las cosas cambiaría de una manera casi radical.

Emily siempre había sido de un «espíritu libre» a pesar de que en ocasiones llegara a cerrarse a los demás, su personalidad era tan impredecible que podría pasar de ser completamente social y extrovertida, a ser una absoluta ermitaña; quizá, esta facilidad de adaptarse a una situación, hacía de este tiempo de personas, seres interesantes de conocer. 

Un par de minutos transcurrieron, esta pareja de esposos falsos se había encaminado primero al restaurante con estilo victoriano del que Maxwell habló; sin embargo, no había hecho ninguna reservación y esta no era necesaria para el joven heredero de J&C.

Los ojos llenos de admiración de Emily recorrían la edificación, estaba llena de decoraciones delicadas, además de ese característico estilo de época. 

Era la primera vez que ella llegaba a ir en un restaurante como esos y le sorprendía, por el simple hecho de que creyó que había visitado casi todos los que estaban en la ciudad. 

—¿Vas a pedir algo? — preguntó Maxwell luego de haber tomado asiento. 

Sus ojos estaban detallando el rostro de la jovencita que intentaba decidirse por algún plato, además de que, no deseaba pedir nada extremadamente costoso.

Esa no era la imagen que ella deseaba dar, pero todo se veía tan delicioso que estaba a poco de perder la gota de cordura que conservaba. 

—Pide algo que no hayas probado antes, será una nueva experiencia — aconsejó como si eso le facilitara en algo su elección. 

Emily no tenía idea de qué sería lo más delicioso, estaba a punto de terminar pidiendo todo el menú, para simplemente no tener que elegir.

¿Qué cosas de aquí había llegado a probar o ver en algún otro restaurante?

Si ella lograba decidirse en ese aspecto, podría tomar una decisión.

—Estoy a punto de pedir todo esto — masculló con un poco de humor. 

—Está bien — dicho eso, Maxwell llamó al mesero y pidió todo lo que se encontraba en el menú.

—Si sabes que estaba bromeando, ¿no es así? — preguntó en un hilo ahogado de voz. Quizá debía enseñarle a su esposo falso, lo que la «ironía» significaba. 

—¿Era una broma? — los ojos del mayor se entreabrieron debido a su sorpresa. —pensé que hablabas en serio.

«Creo que tendré que acostumbrarme al mundo de los millonarios». 

—Cierto, no considero que una persona normal sea capaz de comer semejante cantidad de comida. Podríamos llevar lo que sobre.

—¿Por qué comeríamos sobras? — masculló el hombre con curiosidad.

Era la primera vez que alguien decía semejante cosa delante de él. 

Incluso, cuando salía a comer con Elisa, ella se rehusaba a ir a cualquier tipo de restaurante, jamás en su vida se habría dignado a comer las sobras de lo que pidió en un restaurante. 

—No son exactamente sobras si no las hemos llegado a tocar, podríamos hacerlo o en algún otro caso, ha de haber alguien que lo necesite más. ¿No has llegado a ir al barrio más cercano a la represa? — el joven negó moviendo su cabeza con suavidad. 

«¿Por qué no me sorprende?».

Susurró la chica con un poco de dulzura. 

—Cuando se nos presente la oportunidad, te llevaré conmigo. Por ahora, llevaremos esto a un lugar diferente.

¿A qué clase de barrio lo arrastraría esa alocada chica?

Sin embargo, él no tenía duda de que sería muy diferente a lo que él acostumbraba a hacer. 

Al parecer, Maxwell se estaba interesando en vivir nuevas aventuras, y tan solo se conocían desde hace tres o cuatro días. 

—Señor jefe de otra persona — dijo Tom sentado en frente de su amigo, el cual, no le prestaba ni un solo poco de atención. —Estás en las nubes desde que llegué, ni siquiera te molestaste conmigo por haber aumentado la calefacción.

—¿Aumentaste la calefacción? — repitió Erick en medio de su pensamiento. 




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