Esposa sustituta

• Decir que tengo un amante •

Era una manera que tenía de proteger su imagen en frente de sus empleados. Creía que, si se mantenía de esa manera, todos lo respetarían.

—Es una sorpresa— respondió Emily soltando la mano de Tom de forma abrupta.

—No consideres que tiene algo que ver con tu cumpleaños, solo estamos hablando de manera casual — expuso para desviar la atención de su amigo. Emily golpeó su hombro para seguir la corriente de su cómplice de rizos definidos. 

—¡Eres un tonto! Se supone que no se debe enterar — gruñó jalando su oreja y regresó a una posición neutra en la que toda su atención reposaba en Maxwell y analizaba su semblante para asegurarse de que hubiera mordido el anzuelo.

—¿Qué es lo que tienes en tu mano? — cuestionó acercándose un poco más a la dirección de la menor y vi que sostenía las fotografías de Elisa. —Oh, si quieres, puedes quemarlas — dijo con frialdad.

—¡¿Cómo voy a hacer eso?! ¡Es mi rostro! — exclamó de manera dramática.

—Pero no eres tú — sentenció Maxwell. 

Él había olvidado por completo que había tenido esas fotografías en su escritorio.

—Deberías quemarlas, y, de esa manera, podremos llenar el escritorio de Maxwell con muchas fotografías de tu rostro real. Será una gran manera de demostrarles a los demás que son un matrimonio feliz.

—Somos un matrimonio falso — masculló Emily.

—Un matrimonio feliz, dije — sentenció Tom frunciendo su nariz.

—Me parece una buena idea — dijo Maxwell —debemos ambientar cada uno de nuestros lugares, para que no haya duda de la autenticidad de nuestro matrimonio falso.

La intención con la que ambos jóvenes hablaban, no tenía nada que ver con probarle a nadie nada, bueno, Tom deseaba que el entorno de Maxwell se llenaba de Emily para que pudiera desarrollar sentimientos por ella y por fin olvidara a la desagradable Elisa, además de ganar la apuesta. 

Maxwell, por su parte, deseaba que el lugar de trabajo de Emily se llenara de sus imágenes, para que Jeremy supiera que no podía acercarse a la joven de ninguna manera.

Sin duda alguna, ambos esperaban sacar un beneficio de esto, pero ¿y Emily?

¿Qué cosa podría ganar Emily si todos se enteraban de que estaba casada con uno de los hombres más ricos de la ciudad?

Esto no sería nada bueno para ella y la incomodidad crecería.

—Al parecer, Emy, estás dudosa de que esto vaya a servir de alguna manera. Pero es parte del trato y de las condiciones que tú misma firmaste. No quería llegar a esto, pero si no accedes, no me dejarás opción — masculló Tom con el ánimo de convencer a la chica.

—No estoy muy convencida de eso, ¿qué dirán las personas a las que no invité a la boda?

—Te daré dos mil euros — intervino Maxwell.

—¡Excelente! ¡Trato hecho! — exclamó Emily con una gran sonrisa. 

Esa sonrisa se desvaneció de repente y dijo:

—Esperen… así fue como terminé arrastrada a esta situación de matrimonio, Maxwell Jones — gruñó mostrando sus dientes.

—Lo siento, amada esposa falsa, creo que ya no hay vuelta atrás… envié el dinero a tu cuenta — un travieso semblante por parte de Maxwell hizo que una risita se escapara de entre los labios de Tom.

—Amo el poder de convencimiento que tienen los millonarios — masculló despeinando a Emily. —Considero que organizaré una sesión de fotos para la recién casada pareja.

—Me debes una — dijo Emily entre dientes.

—Descuida, tú terminarás ganando más que yo en esto.

Respondió refiriéndose a los dos mil euros de las fotografías en comparación a los mil euros de la apuesta; pero, al final de cuentas, ambos terminarían ganando algo, no había mayor sensación de satisfacción para Tom en ese momento. 

Sin duda alguna, ese era uno de sus mejores días. Logró ver a Emma una vez más, además de conocer su nombre y saber que esta vez sí lo recordaba, y la oportunidad de conocerla y ganar mil euros.

La misión de Tom, el casamentero, había comenzado oficialmente y se encargaría de sacar las fotografías más románticas jamás vistas en la compañía. 

Todos se sorprenderán del amor tan puro y nada obligado que nacerá entre su CEO y su esposa debido a la intervención de Tom.

—Ahora comprendo por qué debería pedir un día de karaoke a la semana, pero no pensé que fuera debido a ti — exhaló la joven.

—¡Todo está en orden, jefe! El día de mañana le agendé una sesión fotográfica, incluso esparcí un poco el rumor de su repentino casamiento en la prensa nacional.

—Al parecer estás siendo bastante dedicado en este trabajo, deberías obtener un aumento — felicitó Maxwell mientras Emily comenzaba a reconsiderar su decisión.

—Mi madre debería haberse opuesto a la boda y decir que yo tenía un amante — masculló dejándose caer en el sofá de la oficina.

—Dentro de poco podrás ver que casarte conmigo fue la mejor decisión que jamás podrías haber tomado — susurró Maxwell acercándose a la chica y dando unas pequeñas palmaditas en su cabeza. 




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