Esposa sustituta

•Seré tu paño personal de lágrimas •

—No, no lo tengo, pero no aprendí a nadar — cesó apretando sus labios —¿Por qué lo preguntas? — cuestionó con un dulce y curioso tono de voz.

—Ya lo verás… solo me dices si reconoces el camino, así no arruinaremos la sorpresa.

—Lo haré, dejaré que me sorprendas — la joven se dedicó a observar a las afueras del auto.

El cielo estaba especialmente estrellado y la luna no aparecía en ningún lado, permitiendo, que las protagonistas de esa noche fueran las estrellas y no ella.

El vehículo en frente de la playa, el rostro de sorpresa de Emily no tenía precio. 

A decir verdad, era la primera vez que veía una escena tan serena como esa. 

Las olas llegaban a la orilla con suavidad, y el sonido de estas, era extremadamente relajante.

—Es precioso — susurró acercándose a la orilla.

—Es maravilloso que en este momento no haya gente, normalmente las personas suelen quedarse en esta zona, lo que hace que esta escena tan acogedora sea difícil de apreciar en su totalidad. Además de eso, la luna nueva permite que las estrellas brillen con mayor intensidad, es completamente maravilloso.

—Mamá dice que el Creador de esta maravilla es un completo artista, nosotros pintamos con pinceles y lápices, pero él lo hace con árboles, agua y estrellas… Este es el lugar en el que me gustaría vivir para siempre.

«Un verdadero artista» Realmente me agrada cómo suena eso. Buscaré un lugar en el que podamos sentarnos un momento.

—¿Por qué no aquí? La arena no es dura y no dejará que tengamos frío — sugirió Emily y Maxwell, luego de pensarlo unos escasos segundos, terminó sentándose justo al lado de la joven.

—Jamás imaginé que una chica se sentiría cómoda tirándose a la arena mientras su ropa se arruina — susurró con curiosidad.

—Déjame adivinar, ¿Elisa nunca se sentó en la arena contigo? — Maxwell asintió —Conmigo no tienes por qué pensar en cosas de ese estilo, soy diferente a todas las chicas que jamás hayas conocido. No tengo problema alguno de comer algo preparado en casa, en un restaurante o en un puesto de comidas ambulante; si quieres acampar o navegar en medio del océano, créeme que estaré para disfrutar contigo, eso sí, si me caigo, tendrás que ayudarme a salir del agua porque no sé nadar. Si tienes algo que contarle a alguien y no sabes a quién, soy la persona perfecta para escuchar, y mi memoria no es tan buena, así que no recordaré mucho de lo que me digas… siempre guardaré tus secretos.

—¿Puedo contarte lo que sea? ¿Incluso conversar contigo sobre aquello que no les diría a los chicos? — cuestionó con un poco de curiosidad.

—Seré tu paño de lágrimas si es necesario — susurró observando en dirección de su compañero.

Él mantenía su mirada fija en las olas del mar. Ese sonido era realmente relajante para cada uno y la compañía de Emily era diferente a las demás, era confortante.

—Entonces, utilizaré tu amabilidad para poder decir algo que he estado guardando desde el día en el que nos conocimos — masculló posando su mirada en el rostro de Emily, su suave y oscura melena se mecía gracias a la brisa de la noche.

Los ojos de la chica estaban bastante abiertos; sin embargo, en el momento en el que le dedicó una sonrisa a Maxwell, estos se hicieron un poco más pequeños.

¿Maxwell estaba observando bien? 

¿Cómo era posible que los ojos de una persona sonrieran de esa manera tan hipnotizante? 

Jamás en su vida había llegado a ver algo igual.

—¿Y bien? ¿Qué es lo que te has guardado desde el día en el que nos conocimos? — expuso Emily con sutileza. 

Una parte de ella le decía que se trataba de Elisa, al fin y al cabo, Tom le había dicho que él había hablado poco de ella y de su reacción al separarse.

—Te dije que a ella no le agradaba el agua, pero es una de las cosas que me hace sentir más relajado y seguro. Lograba convencerla y, nos sentábamos justo en esa parte de allá — señaló una de las rocas que sobresalían del agua —lo hacíamos cuando la marea estaba baja, ni loca llegaría hasta ese lugar — susurró con una pequeña sonrisa.

—¿Cómo se conocieron? — indagó la pelinegra.

—Nos conocimos desde que estábamos en la universidad, y, antes de que digas algo al respecto. Ella nunca tuvo nada que ver con Berremy — aclaró presintiendo que Emily diría algo de ese estilo. —Cuándo salíamos de la universidad, en los momentos que nuestros horarios se alineaban, nos sentábamos en esta playa mientras le insistía acercarse, cosa que jamás logré. Nos sentábamos lo más lejos posible del agua y ella se sentaba a mi lado, justo en el lugar en el que tú estás… y apoyaba su cabeza en mi hombro — extendió su mano para hacer que la cabeza de Emily imitara la acción que describía —de esta manera. Hablábamos de muchas de las cosas que teníamos en común, incluso habíamos decidido que nos casaríamos después de cierto tiempo de noviazgo. Si tan solo hubiera sabido lo que sucedería en el día mismo de nuestra boda, no habría perdido tanto tiempo a su lado

—¿Crees que perdiste el tiempo? — masculló Emily con la cabeza aún apoyada en el hombro de su compañero, el cual, afirmó con un sonido gutural. —¿Llegaste a ser feliz a su lado? — indagó levantando su cabeza y detallando su rostro, en silencio, Maxwell asintió. —Entonces, no lo perdiste, solo que, ustedes dos no estaban destinados a estar juntos. Como te dije el primer día en el que nos conocimos: «Le aseguro que para cada encrucijada hay una salida y esto solo le abrirá las puertas a una nueva y sana relación». Eres un gran hombre, y en algún lugar del mundo hay una gran mujer para ti, solamente, debes ser paciente y ella llegará en el momento en el que menos imaginas.




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