Esposa sustituta

• Espanté a una mujer•

El tema de las fotografías sería imitando un día de campo y, su primera cita. 

Para eso, el fotógrafo estaba pidiendo que la pareja hablara acerca de cómo había sido el inicio de su relación.

Maxwell iba a hablar, pero Emily se adelantó porque había ideado la mejor novela con lo que realmente les había sucedido.

—Bueno nos conocemos desde hace un par de años, en el mismo pueblo en el que nos casamos. Yo iba de regreso a la casa de mi madre mientras él cruzaba por la villa, pero su auto se detuvo, como no había más personas en el lugar, me vi en la obligación de llevarlo hasta el restaurante de mi madre, así podríamos llamar a alguien para ayudar. Después de ese pequeño incidente, comenzamos a hablar y todo se dio de manera natural, hasta que, por fin, se atrevió a pedirme matrimonio.

—Y casi que no me aceptas, querida. Te pedí matrimonio, pero tuve que rogarte después — añadió acariciando el rostro de la chica.

—Puedo sentir esa atmósfera de amor ¡Iré por mi cámara! — Exclamó mientras corría en esa dirección.

La confianza en ellos dos se había trabajado de manera adecuada, la salida anterior, bueno, se estaban haciendo grandes amigos en ese poco espacio de tiempo, por lo que, demostrar un poco de cariño no les costaba nada.

Si Emily hace una semana hubiera pensado que se encontraría en una situación de esas, muy seguramente se habría negado, pero ahora era diferente.

Los ojos de la pareja estaban puestos en los del otro, ambos estaban sonriendo de manera tranquila, se encontraban bien, uno cerca de su compañero, por lo que nada se veía forzado.

Tom no dejaba de tomar fotografías al detrás de escena, las estaba publicando en todos los lados posibles y estas se estaban viralizando. ¿Quién diría que el CEO de J&C iba a tener una mirada tan dulce?

Los comentarios en los que felicitaban a la reciente pareja y le deseaban muchos años de feliz matrimonio estaban inundando las redes, eso sin contar los negativos en los que las jóvenes enamoradas descargaban su molestia.

Tom, por un momento, consideró el hecho de eliminarlos, pero, el hecho de que muchos saltaran a defender y a criticar a las jóvenes que los habían escrito fue suficiente para que Tom, el amante de los dramas, dejara las publicaciones tal y como estaban.

Maxwell hasta el momento no conocía que tenía una página oficial, de hecho, su joven asistente no le había mencionado nada de eso, pues, debido a la ajetreada agenda del hombre de traje, no tenía tiempo para «esas pequeñeces» como solía decir cuando algo no le agradaba.

—Por favor, un poco más cerca del otro — indicó el fotógrafo mientras los dos estaban sentados en el capó de un auto. 

Ellos seguían cada una de las indicaciones sin rechistar, no como las otras parejas para las que el mismo fotógrafo había trabajado, la energía que esta desprendía era completamente diferente. 

—¡Perfecto!

Las horas transcurrían y la sesión fotográfica se había extendido más de lo esperado, dentro de poco marcaría el mediodía.

Erick estaba en el mismo lugar que hace dos días, estaba esperando con ansias que esa mujer se sentara en la banca de enfrente. 

Las manecillas del reloj avanzaban de una manera mucho más lenta, a los ojos de Erick. No sabía qué debía esperar por parte de Maya. ¿Accedería a hablar con él, o simplemente se marcharía?

—Doce en punto — dijo y levantó su mirada, frente a él, estaba la figura de la mujer que estaba cargando a su bebé en brazos.

Maya acostumbraba a hacer una pequeña caminata, la cual se había visto limitada debido a que debía cuidar de su pequeño, además de sí misma, aún no habían pasado los cuarenta días de recuperación después del parto. 

Nada en ese proceso había sido sencillo, desde la última parte de su embarazo, hasta el descubrimiento de las muchas infidelidades de su marido, todo había hecho que su mundo se desmoronara.

Erick estaba esperando un poco más, esperaba que sus miradas se encontraran en algún punto, de esa manera sería mucho mejor iniciar una conversación, de esa forma no la espantaría y él podría centrarse en darle el discurso que con anticipación escribió.

No importó lo mucho que Erick se dedicara a observar mientras esperaba que ella lo viera, así fuera por una milésima de segundo.

Maya en ningún instante le dedicó una mirada.

El sol estaba iluminando el día con toda su intensidad y el borde del nacimiento de la melena de Maya se estaba humedeciendo.

«¿Debería darle algo de beber?».

Se preguntaba el joven empresario sin saber exactamente cómo debía acercarse. 

De repente, le pareció haberse armado de valor en el instante en el que la chica se levantaba dispuesta a regresar a casa.

—¿Usted era la secretaria de los Weber? — preguntó en un alto tono de voz, haciendo que los pasos de la joven se frenaran en seco. 

Ella había pensado que había logrado esconder su pasado después de no salir de casa durante algún tiempo.




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