Los ojos de la joven se entrecerraron por un momento, intentando observar mejor en la oscuridad.
El tono de voz que su interlocutor estaba empleando, le resultaba completamente familiar; sin embargo, era su rostro el que se veía absolutamente diferente.
—Oh, eres tú — susurró con serenidad mientras esbozaba una ligera sonrisa.
Ya había reconocido el rostro de Maxwell, quien se encontraba sin lentes.
Mas ahora, la verdadera pregunta era: —¿qué haces durmiendo aquí afuera? Se supone que dormirían juntos — masculló recordando su pequeña travesura.
Hasta ese momento, ambos continuaban en el suelo, uno bastante cerca del otro.
Los labios de Maxwell se entreabrieron para dar paso a su respuesta, pero antes de que él dijera la razón por la que Tom no le permitía dormir, un fuerte sonido inundó el lugar.
En esta ocasión, no era como el pequeño gruñido de un oso; sino, esta vez, de su madre. Los sonidos eran tan fuertes que lograron asustar a Emily, la cual se abalanzó sobre Maxwell enrollando sus brazos por su cuello.
Los brazos de Maxwell estaban extendidos a causa de su sorpresa; pero, poco a poco, y debido al grito ahogado que soltó su compañera, estos comenzaron a estrecharla un poco más, entretanto, esperaba a que la joven se tranquilizara.
—¿Estás bien? — preguntó el rubio apretando sus labios para lograr contener esa sonrisa que amenazaba por escapar.
La pelinegra no se había alejado ni un milímetro de él, debido a que esos gruñidos continuaban afectando la serena briza del ambiente.
Cada que los gruñidos resonaban, más se apegaba Emily a Maxwell, quien debía hacer el esfuerzo por no estallar a carcajadas.
¿Quién diría que la pequeña Emily sería tan fácil de asustar?
—Sí, creo que no estoy lista para morir, aún — susurró alejando su rostro un poco del de Maxwell.
Con un poco de curiosidad se puso a detallar las facciones del chico, desde sus ojos que se veían más chicos al no tener las lentes, hasta sus amplios y poco pronunciados labios.
Por su parte, Maxwell pensaba en que no había llegado a observar a Emily tan de cerca; siempre había visto en su rostro, el rostro de Elisa; sin embargo, sus miradas eran completamente diferentes, de una manera que él mismo no había logrado descubrir.
Sin que ninguno de los dos se diera cuenta, sus rostros se estaban acercando un poco más.
Hasta que, nuevamente, el horrible sonido llenaba el lugar, y, una vez más, Emily se había abalanzado sobre Maxwell.
—Talvez sea buena idea despertar a Erick, él sabe cómo funciona esa trampa que trajo — susurró Emily con un tembloroso tono de voz.
Maxwell la observaba en silencio.
¿Cómo le diría que ese horrible sonido se trataba nada más del ogro de Tom?
Esa era una de las razones por las que los jóvenes de traje, se negaban a dormir voluntariamente con Tom.
—Leí en un artículo, que los osos no se acercaban a las tiendas de los visitantes — susurró mintiendo —Deberías regresar a tu tienda, yo iré de regreso con los chicos, y les alertaré para que no salgan.
El chico de cabellera dorada, ayudó a Emily a incorporarse, y de esta manera, él pudo ponerse de pie.
Su intención no era hacer que la joven regresara sola a su tienda; tenía el presentimiento de que ella no regresaría sola, y de esa manera, podrían descansar ambos, lejos de la horrible manera en la que Tom acostumbraba a dormir.
Poco después de que Maxwell le diera unas pequeñas palmaditas en la cabeza a Emily, se dio la vuelta para regresar a la tienda.
Sus pasos eran lentos, porque le estaba dando el tiempo a la joven de que le pidiera estar a su lado esta noche.
—Maxwell, espera — lo llamó y una sonrisa de lado se posó en su rostro antes de que terminara de darse vuelta.
En el momento en el que sus miradas se encontraron una vez más, notó que la joven tenía en su rostro aquellas lentes que había olvidado.
—Oh, gracias — susurró retirándolas con cuidado de su rostro. —Ahora, ve a dormir — le dedicó una serena sonrisa, y en esta ocasión se quedó esperando a que la joven ingresara a su tienda; aun así, esperaba a que ella se diera la vuelta y le permitiera ser su acompañante.
En silencio, la joven sacudió su mano y dándose la vuelta, caminó en dirección a la tienda de acampar.
Maxwell observaba aún en el punto en el que la chica se encontraba, él no se había movido ni un solo milímetro.
—Maxwell — susurró ella una vez más, ya en el interior de la tienda, su cabeza estaba fuera. —Buenas noches.
—Buenas noches — respondió. Emily se apresuró a cerrar la entrada
Una vez más asomó su cabeza, con una tímida sonrisa, le hizo una señal a Maxwell para que él se acercara.
Con un poco de extrañeza, el hombre de traje que no llevaba traje se acercó a la pelinegra.
—¿Me acompañas? — el tono de voz de ella se notaba un poco nervioso y apenado; sin embargo, ella no estaba dispuesta a correr el riesgo de ser atacada por un oso mientras dormía.