Esposa sustituta

• Como recién casados •

El sonido de un golpe resonó a las afueras de las carpas, justo cuando Erick desató a su amigo y él terminó cayendo en el duro suelo.

Un quejido salió de entre los labios del chico de cabello rizado, para entonces, el sol estaba comenzando a salir por detrás de las montañas.

—Dime, ¿qué acaba de suceder? — cuestionó Erick, frunciendo levemente su ceño —¿A qué te referías con un jabalí? Si en esta zona hay de todo menos jabalíes — susurró una vez más.

—Verás, querido amigo. Un jabalí gigante me estaba persiguiendo en mis sueños. Nota mental: No acariciar crías de jabalíes — respondió de manera casual mientras limpiaba su cuerpo de las hojas y tierra. —Mejor regresemos, no quiero que mi amigo jefe se preocupe por mí — añadió encaminándose de regreso a la tienda.

Erick asintió y comenzó a seguirlo, hasta que reflexionó acerca de lo que sucedería si Tom se enteraba de que Maxwell no había dormido en la tienda junto a ellos, y, a juzgar por no encontrarlo a las afueras de la tienda, se podría decir que se había quedado en la tienda junto a Emily.

—¡Espera! — exclamó con un poco de afán.

No podía permitir que su amigo se enterara de la ausencia de su otro amigo, cualquier cosa podría pasarse por la cabeza de Tom y con eso armaría un escándalo.

Por otra parte,  no descansaría al imaginar que habría esperanza de emparejar a Maxwell y a Emily; para Erick, estaba más que claro el hecho de que su amigo se las había ingeniado para escabullirse y no tener que escuchar los terribles ronquidos de Tom.

—¿Sí? ¿Qué sucede? — masculló Tom un poco confuso.

La verdad era que el tono que su amigo empleó hace unos instantes era diferente y un tanto más impaciente que el que acostumbraba a emplear.

Por un momento, Tom pensó que se le habían subido las hormigas y estaba pidiendo ayuda.

—Según mi investigación hay un par de arbustos de zarzamoras, quizá podamos encontrar unas para el desayuno… eh… de manera que podamos hacer algo con ellas y Emily no se despierte a cocinar — expuso con bastante seguridad, lo que, de cierta manera, le extrañaba a su amigo.

—¿Para que a Emily no se despierte a cocinar? — masculló aún lleno de confusión.

En ningún momento habían quedado en que ella cocinaría, pero viendo que era de las cosas que le hacían sentir más cercana a su madre, quizá, y solo quizá, ella se dedicaría a hacerlo.

Erick agitó su cabeza de arriba abajo con lentitud, no parecía que su amigo se viera convencido con su idea; sin embargo, era algo que debería intentar.

Una sonrisa traviesa se posó en los labios de Tom, esa sonrisa siempre aparecía cada vez que él hacía un descubrimiento o se enteraba de algo que se suponía no debería saber.

—Me estás mintiendo — señaló con picardía. —Dime, ¿qué es lo que ocultas Erick Di Ferro?.

El mayor de los amigos dejó pasar un trago grueso de saliva, sentía que había sido descubierto, y ¿qué tenía de extraño? Sus niveles de actuación eran desastrosos y su amigo era un experto lector de personas.

El mayor había enmudecido, debido a que conocía que, si llegaba a hablar de más, todo eso sería usado en su contra; por lo tanto, debía intentar emplear los menos detalles posibles.

Erick llevó su mano al pecho señalándose, apretando levemente sus labios, hizo una señal con sus hombros indicando que no sabía a lo que se estaba refiriendo el mayor.

—No juegues conmigo, señor jefe de otra persona, yo te conozco perfectamente y algo me estás ocultando — expuso con seguridad. —Ya, dime qué es, y no me burlaré de ti — confesó,

Quizá ese era el momento en el que debería aprovechar, si decía algo nada relacionado con Maxwell o Emily, podría convencer a Tom de que lo acompañara.

Por tanto, también debía ser algo vergonzoso, de esa forma, él estaría seguro de que era cierto.

—Me has descubierto, realmente deseo probar esas zarzamoras… pero temo que un oso salga y me devore; por esa misma razón, necesito que alguien sirva como carnada — expuso con una aparente seguridad.

Los ojos de Tom se abrieron un poco más de lo normal, no se esperaba que su amigo se mostrara un poco más abierto respecto a lo que pensaba.

Al final de cuentas, él era como un témpano de hielo andante.

—Está bien, vamos por zarzamoras — respondió Tom de manera relajada, después de todo, iba a aceptar desde el comienzo.

Unos minutos después, en medio de su expedición, hallaron las famosas zarzamoras.

Estaban aún un poco lejos del campamento, lo que, a los ojos de Erick, le permitiría hacer más tiempo, en caso de que Tom quisiera regresar.

Usualmente, Maxwell era el tipo de persona que despertaba a los primeros rayos del sol; sin embargo, había estado actuando un poco diferente desde que conoció a Emily.

—¡Están demasiado dulces! — Exclamó con satisfacción el chico de cabello rizado, mientras devoraba todo a su paso.

Erick, se mantenía a una distancia prudente, pues su amigo estaba comportando como un completo saltón devorando lo que se le atravesaba.




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