Esposa sustituta

• Una pesadilla recurrente •

❀.°• ─ ─ •°.❀ EN LA NOCHE ANTERIOR ❀.°• ─  ─ •°.❀

—Esta se ve mucho más cálida que la otra — señaló Maxwell observando cada uno de los rincones de la tienda.

En efecto, lo era, Emily se había encargado de llevar lo suficiente para no pasar tanto frío en el lugar. Añadiendo un poco más, según los reportes del clima, las probabilidades de que lloviera eran bastante altas; aun así, no fueron claros de qué tan fuerte sería la lluvia.

—Ponte cómodo — sonrió Emily con picardía —preferiblemente en la orilla, para que el oso te devore primero a ti.

Los ojos del rubio se entrecerraron, su mirada parecía demostrar su inconformismo con la respuesta de su amiga.

Pero, debía reconocer que por lo menos era sincera y le permitiría dormir lejos de los terribles ronquidos de Tom.

—Deberías haber traído una manta — señaló la joven ladeando su cabeza.

—Lo olvidé, iré por una — respondió con naturalidad y se puso de pie.

Antes de que lograra salir, el sonido que parecía el rugido de un león resonó en el sitio.

Esta vez, se sentía mucho más cercano que hace unos momentos, posiblemente se encontraba mucho más próximo a ellos que antes.

De manera automática, Emily se asió del brazo de su compañero, en definitiva, no deseaba morir ese día.

—No, no deberías despertarlos. La mía es lo suficientemente grande para los dos — señaló, intentando encubrir el nerviosismo que la estaba asediando.

Maxwell, por su parte, no deseaba regresar a la tienda junto con sus amigos.

Las probabilidades de que Erick estuviera despierto debido a los ronquidos de Tom, eran extremadamente altas.

Y esos ronquidos, eran los que estaban llenando de nerviosismo a Emily.

Los ronquidos de Tom eran fuertes, demasiado fuertes; tanto que no le habían permitido a Maxwell conciliar el sueño, y esa fue la razón por la que decidió dormir a las afueras de la tienda.

En el momento en el que la oportunidad de dormir junto a Emily se presentó, no se deshizo de ella, sino que la aprovechó.

Quizá, ese era el motivo por el que Maxwell preferiría mantener el secreto de los fuertes ronquidos de su amigo, después de todo, Emily desconocía ese detalle de su «alma gemela».

—No, ¿cómo podría dejarte pasar frío? — insistió con la intención de que ella lo hiciera una vez más.

Y así sucedió, luego de que ambos insistieran un par de veces, Maxwell había terminado accediendo.

—Buenas noches — se despidió Emily dándole la espalda a su amigo.

—Buenas noches — repitió él con un tono de voz satisfecho, no tendría que dormir con sus amigos, en especial con el bulloso de Tom.

Los ojos de ambos se cerraron, los dos entraron en un profundo sueño; hasta que, una vez más, los ronquidos de Tom sonaron incluso mucho más fuerte que las veces anteriores.

El pequeño cuerpo de Emily se estremeció por completo y terminó abalanzándose sobre Maxwell.

De la boca de Emily había salido un grito ahogado, pues, este sonido se había mezclado junto con sus recurrentes pesadillas.

Una vez más, se encontraba corriendo en medio del bosque, su vestido era de color lila, su cabello que se había peinado con un medio recogido, estaba revuelto y sus pies estaban descalzos.

—Ya, está bien. No hay ningún oso cerca — susurró Maxwell con un poco de preocupación.

Los ojos de Emily se habían llenado con lágrimas, su corazón palpitaba con fuerza, su respiración estaba agitada y su rostro se había palidecido.

A Maxwell le costaba creer que esto únicamente se debía a los ronquidos de Tom, quizá, debería confesar que se trataba de su amigo.

El joven empresario rodeó con uno de sus brazos a Emily, la cual no se había soltado ni un poco de él, su agarre era fuerte, tanto como el de una pulga o garrapata.

La frente de la joven estaba humedecida con el sudor.

—Emily, ¿estás bien? — preguntaba con constancia, mas ella no le respondía. —Esos no son gruñidos de oso, son los ronquidos de Tom — aclaró, pero ella no se inmutaba.

La alejó un poco de sí, mientras se sentaba.

Maxwell deseaba tener una mejor vista de su compañera; de esa manera podría tener una pista en lo que a su estado se refería.

—Hey… Emily — susurró acariciando su cabello —todo está bien — repetía con delicadeza hasta que la pérdida mirada de Emily se encontró por fin con sus ojos. —¿Has tenido alguna pesadilla? — preguntaba una vez más.

A los ojos de Maxwell, no era posible que se pusiera de esa manera simplemente por un ruido, ya que, un par de horas atrás, no había reaccionado de esa forma al escucharlos por primera vez.

Con lentitud, la cabeza de la chica se inclinó.

En sus sueños estaba siendo perseguida por alguien, sus pies dolían y estaban comenzando a llenarse de sangre.




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