Esposa sustituta

• ¿Tom y Emily son hermanos? •

Los rayos del sol comenzaban a iluminar cada una de las copas de los árboles más altos, un par de metros lejos de las afueras de la tienda.

Las aves del cielo inundaban el ambiente con animadas serenatas, como si fuera un reloj, los ojos de Maxwell se abrieron en el momento en el que el reloj marcó las cinco y media.

Se sentía un poco extraño, como si una parte de sí mismo le faltara.

Cuando intentó sentarse, se percató de que su brazo estaba sirviendo de almohada para Emily, la cual permanecía aún inmersa en sus sueños.

Un gran dolor recorrió por completo su brazo, desde la punta de sus dedos hasta su hombro. Mordió sus labios con fuerza para no despertar a su joven; lentamente y al cabo de unos minutos, esa molestia había comenzado a desaparecer casi por completo.

Fue entonces cuando se percató de los ruidos que venían en el exterior, parecían ser provenientes de las tiendas de los chicos.

Se mantuvo en calma, sabía que, debido a la obsesión de Tom por los Alpes, su pesadilla recurrente era ser perseguido por jabalíes.

—Y, aun así, sigue decidido a cabalgar en uno — masculló Maxwell soltando un suspiro.

Para el hombre de traje, le resultaba completamente extraño lo mucho que Emily y su amigo tenían en común.

Era como si tuvieran una extraña especie de conexión que, ni siquiera, la ciencia podría explicar; a menos de que fueran gemelos o se hubieran criado juntos.

Pero recordaba que muy claramente Miriam había dicho en medio de la boda: 

«Te estoy dando a mi único retoño, cuídala o te saco las tripas».

Lo dijo en un cálido tono.

—¿Tripas? ¿A qué se refería con esa palabra? —  se preguntaba el joven en su inocencia.

Pero, aun así, tenía el presentimiento de que se trataba de una amenaza mortal.

No había manera en la que Emily y Tom se hubieran criado juntos, eran de ciudades completamente distintas; pero, aun así, podían comunicarse incluso sin decir ningún tipo de palabras; sus gustos eran tan extraños que no había manera de justificar su similitud.

Quizá, estaban hechos el uno para el otro.

—Tonterías — renegó Maxwell posando su mirada una vez más sobre Emily.

No había manera de que ambos pudieran vivir juntos, el mundo no estaba listo para semejante desastre.

Sabía que había una conexión entre ambos, pero, para Maxwell, era imposible imaginar que esta conexión fuera de manera romántica, no estaba dispuesto a aceptar una relación de ese estilo. 

Claramente, esos dos personajes necesitaban a una persona que fuera su polo a tierra, o de lo contrario, terminarían vagando por el mundo entero.

—¿Tonterías? ¿Qué son tonterías? — masculló Emily en su adormilado tono de voz.

Maxwell estaba a punto de inventarse una excusa que a su parecer fuera creíble, pero Emily volvió a quedarse dormida.

¿Qué diría si se enterara de lo que estaba pensando?

Quizá terminaría tachándolo de celoso, y no, en definitiva, Maxwell no se consideraba una persona celosa.

Los pasos de los chicos se escuchaban acercarse a las tiendas, ¿qué dirían si se enteraban de que había dormido con Emily?

Bueno, no tenían nada que hacer si se consideraba que estaban casados ¿No era así?

Maxwell fue presa del pánico en el momento en el que se percató de que los pasos de uno de ellos estaban acercándose a la tienda en la que se encontraba.

A manera de reflejo, logró girarse y medio cubrirse con la manta; no podía mostrarse despierto, porque, si pasaba el tiempo, las probabilidades de que Tom dejara a un lado ese tema, eran más altas.

En un movimiento rápido, lleno de torpeza, sintiendo que cada vez estaban más y más cerca, Maxwell terminó quedando extremadamente cerca al rostro de Emily; rogaba para que ella no se despertara, resultando así las cosas más incómodas para los dos.

Tom abrió la tienda, los observó por un momento con una gran sonrisa y se alejó. Antes de que Maxwell se moviera, sintió la mirada de Erick sobre ellos, y él, al igual que Tom, se marchó.

Un suspiro aliviado salió de Maxwell, en ese instante, se percató de que la cercanía que tenía con Emily era mucho más estrecha de lo que había pensado.

Su corazón comenzó a agitarse un poco, creía que se había debido al nerviosismo por la reacción de los chicos, pero, aun así, se atrapó observando fijamente los labios de Emily. 

 




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