Maxwell dejó pasar un grueso trago de saliva, sus ojos, por más que lo quisiera, no podían despegarse de los labios de Emily.
No estaba de acuerdo con hacer algo sin haber contado con la autorización de Emily, así que se limitó a darle un beso en su frente.
Poco después, los ojos de la chica se abrieron, una pequeña y descansada sonrisa se posó en sus labios.
Notó la cercanía que había entre ellos, al hacerlo, sus mejillas se pintaron de un color rosado.
—Buenos días — susurró percatándose de que estaba recostada en el brazo de su compañero, una vez más lo colorado de sus mejillas aumentaron su intensidad; de la misma manera que las de Maxwell.
—Buenos días. ¿Lograste descansar? — Cuestionó con un poco de nerviosismo.
«¿Ella se habrá dado cuenta de lo que sucedió hace unos instantes?».
Se preguntaba de manera mental.
No deseaba que las cosas se tornaran un poco incómodas entre ambos.
—Creo que eres mi oso espanta pesadillas — respondió en un tono de humor. —Gracias por no haber escapado — susurró mientras se sentaba.
—Gracias a ti por haberme recibido.
Las mejillas y orejas de Maxwell se tornaron rojas debido a que la mirada de Emily estaba fija sobre él.
Lo que no había notado, era que ella intentaba acostumbrarse a la imagen de Maxwell sin lentes, le resultaba completamente extraño verlo de esa manera, si desde el día en el que se conocieron, lo había visto solo una vez así.
—¿Sucede algo? ¿Tengo algo en la cara? — preguntó llevando sus manos a la mencionada.
—No, solo intento grabar en mi mente, como luces sin lentes. Eso solo eso — aclaró con un poco de seguridad.
A pesar de que sus palabras sonaran seguras, ella estaba un poco avergonzada por dentro.
—¿No has llegado a usar lentes de contacto? — cuestionó de manera casual recogiendo su lacia cabellera.
—Honestamente, es algo que me da miedo intentar.
Unos minutos después, ambos estaban a las afueras de la tienda, estaban buscando con sus miradas a sus amigos; sin embargo, parecía como si la tierra se los hubiera tragado.
—Leí que cerca de aquí hay un par de árboles de mango. ¿Te gustaría acompañarme? — preguntó Emily emocionada.
Los mangos eran unas de sus frutas favoritas, pero comprarlas era un poco más costoso de lo que pensaba.
El joven se mantuvo en silencio, y solamente con su mirada, señaló en dirección a las muletas de la chica.
¿Cómo sería ella capaz de recorrer el montañoso lugar con un par de muletas y sin poder apoyar demasiado su tobillo?
—Entiendo —suspiró esbozando una muy ligera sonrisa.
No importaba que ella intentara mostrar que se encontrara bien con ella; pero, eran sus ojos los que se habían apagado un poco. Ella realmente se había emocionado con la idea de poder adquirir un par de mangos.
Además de que, los rumores de que estas eran unas de las clases más dulces de mango, habían llegado a sus oídos poco antes.
—¿Entiendes? ¿Solo vas a decir eso? — cuestionó confundido.
Por un momento recordó que decirle que «no» a Elisa, era casi garantizar un escándalo donde fuera que se encontraran.
«¿De qué sirve tener dinero si no lo vas a gastar?»
Era una de las cosas que exclamaba a manera de berrinche.
Decirle que no a Elisa, era la peor ofensa que alguno podría jamás cometer.
Emily enmudeció, ella solo se limitó a asentir con su cabeza.
¿Qué podría decir?
Estaba molesta, no estaba satisfecha con la respuesta, pero comprendía que se debía a su salud; además de eso, no quería, ni loca, tener que continuar con sus medicinas.
Maxwell parpadeó un par de veces, aún incrédulo.
¿Dónde estaban las quejas o los pucheros que Emily acostumbraba a hacer cuando, algo no le gustaba?
Por lo menos verlos, harían que Maxwell se sintiera culpable y decidiera ir por ellos.
—Dijiste que era tu fruta favorita — repitió extrañado.
—Dijiste que estaba lesionada y no deseo tomar más medicamentos, con estos es más que suficiente.
—Eres rara.
—No, tú eres raro.
—Deberías estarte quejando como una niña chiquita.
—¿Por qué lo haría?
—Así son las mujeres.
—No, así era Elisa, ¿Verdad?
Ahora, era Maxwell el que no sabía qué responder.
Él había mantenido el tema de Elisa lejos de Emily, lo más que pudo.
Ni siquiera sabía la razón, no sabía por qué motivo deseaba mantener la historia de Elisa y cada uno de sus detalles lejos de Emily.