Esposa sustituta

• ¿Me estás retando? •

—¡¿Estás viendo lo mismo que yo?! — exclamó Tom en un chillido, mientras las zarzamoras que había recogido, terminaban en el piso.

—¿De qué hablas? — preguntó Erick lanzando un suspiro.

Durante el tiempo en el que se encontraron fuera, Tom no había dejado de hablar ni por un instante, parecía que esas zarzamoras le habían caído fatal o tenían mucha más azúcar de lo que se suponía.

Tom estaba señalando con bastante energía en dirección a la pareja que se iba en busca de algunos mangos.

—¿No alcanzo a ver nada? ¿De qué hablas? — mintió Erick para hacer que Tom pensara que estaba viendo mal.

—Son ellos, Max está llevando a Emy en sus brazos como la costumbre de los recién casados, ¿recuerdas? El novio lleva en sus brazos a la novia.

—Pero, se supone que es dentro de casa… y hace unos instantes me pareció ver que estaban discutiendo; parece que la lanzará a uno de los ríos que cruzan por esa zona — dijo sin darle mayor importancia.

Sabía que era mentira, pero, por lo menos, lograría molestar un poco a Tom, quien en ocasiones era bastante crédulo e inocente para su edad.

—¡¿Río?! ¡Emy! ¡Emy! ¡Resiste! — exclamó mientras corría despavorido en su dirección.

—Es un tontín — rio Erick. —Al parecer, tendré que ir recolectando mil euros — suspiró terminando de recoger las zarzamoras que se habían caído de entre los brazos de su amigo.

Maya estaba observando a su pequeño niño dormir.

Había mantenido el contacto con la chica que se había ofrecido para ayudarla; quizá, no se encontraba tan mal como pensaba.

Su suerte tendría que cambiar, ella se esforzaría al máximo, pues era su pequeño hijito el que dependía por completo de ella.

Ezra, era el motor de Maya para no haberse dado por vencida, aun cuando el mundo mismo se le vino encima.

Había llegado a creer, por un momento, que no había esperanza para ambos, sus ahorros se agotaban.

Maya, quizá de una manera egoísta, consideraba que, por suerte, su madre no estaba para ver lo que había sucedido con ella, y con el matrimonio que cientos de veces desaprobó.

Si Maya tan solo hubiera escuchado el consejo que tantas veces su madre le había dado; no estaría en esa situación.

Pero, también pensaba en que, si la hubiera escuchado, no tendría la oportunidad de gozar de la existencia de Ezra.

Era sencillo: Maya sin Ezra, no sería Maya.

Al día siguiente, se haría la entrevista.

Ella se encontraba bastante nerviosa, no quería echar a la basura esa gran oportunidad que se le presentaría, pero de algo estaba segura, no volvería a encontrarse con su tramposo exesposo.

Maya había sido consciente de sus infinitas infidelidades, además de eso, era un completo derrochador, que, de no haber sido por ella, jamás habría existido W company.

La dama sentía que había hecho bien al exigir los pagos de una secretaria en el momento en el que ayudaba a su, para entonces esposo. Cada centavo que llegaba a sus manos, terminaba siendo ahorrado.

Para el momento en el que W company dejara de existir.

Ella era consciente de que su esposo, era un bueno para nada.

Lo había aprendido en el primer año de matrimonio, por lo que sabía que era cuestión de tiempo, para que todos terminaran en la calle.

«Las personas nacen una vez, mueren una vez y aman una vez».

Esa frase la había llegado a ver en una película, lo que la llevó a reflexionar en el que, nunca había amado a su exesposo.

Lo supo en el momento mismo en el que se firmó el divorcio, o cuando él renunció a sus derechos de paternidad.

Lo supo, porque no sintió nada.

Nada más que una alegría indescriptible y sensación de libertad.

Aun así, en su interior permanecía la duda de lo que sucedería con ella y con el niño que crecería en su vientre.

No sabía qué había llegado a ser de Pierre, pero estaba segura de que dentro de poco terminaría sin nada de lo que había conseguido, y que, todas las mujeres con las que se había llegado a acostar, le darían la espalda, al no recibir ningún beneficio.

Maya estaba segura de que era cuestión de tiempo para que su exesposo se diera cuenta de lo que había perdido, pero, nunca, le daría una oportunidad.

Por amor a su hijo, nunca le dejaría saber que ese hombre es su padre.

La realidad golpeó a Maya con fuerza.

Si tuviera que trabajar, ¿quién se haría cargo de su hijo? ¿Qué sería de su pequeño hijo mientras ella estuviera fuera de casa?

Ella podría trabajar perfectamente con su hijo al lado, se sentiría mucho más tranquila e impulsada a dar todo en su labor; pero ¿y si la empresa no permitía niños?




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