Esposa sustituta

• Remitente desconocido •

 Lo que esto estaba ocasionando, era que el deseo de ella para regresar, aumentara; solo que tendría que acelerar cada uno de sus planes para poder terminar con su cometido.

—¡¿Qué hacen ahí?! ¡Limpien todo este desastre! ¡Por algo les pago! — renegó llena de ira, mientras que, con pasos agigantados, se alejaba de la sala.

Los pobres empleados solamente intercambiaban miradas llenas de impotencia.

No había manera de que pudieran soportar a la harta mujer un día más.

Bien que llevaban poco más de una semana trabajando para ella, a la cantidad de sus escándalos o exigencias no tenían fin.

Les resultaba casi imposible poder conciliar el sueño en medio de la noche.

—¡Estoy harto! — exclamó uno de ellos lanzando lejos su escoba.

—¡Y yo!  — afirmó la más joven con una fuerte voz, lanzando de sus manos el plumero.

De esa manera, se fueron marchando, uno a uno, sin siquiera despedirse de su jefa.

Todos recordaban la vez en la que Elisa llegó ebria, ella se encontraba tan pasada de copas que tuvieron que arrastrarla hasta el interior de la casa; ninguno sabía en dónde se encontraba Pierre, y por qué razón Elisa había llegado sola.

El punto importante aquí, era que vació su estómago sobre todos los que con «buen ánimo» le ofrecieron ayuda.

No solamente había sido una vez, fueron muchas veces. No había ser humano que lograra soportar a una mujer como esas.

—¿Qué es lo que tanto hicieron lejos de aquí? — preguntó Tom en el momento mismo en el que sus amigos cruzaron por el límite del campamento.

Maxwell traía a Emily a su espalda, mientras ella intentaba sostener en su saco, todos los mangos que tuvieron cabida.

—Ambos lucen extraños — masculló una vez más.

—Están cansados — intervino Erick —¿Acaso no vez que estuvieron bajando mangos de un palo? — renegó rodando sus ojos.

Una faceta totalmente desconocida de Erick; pero, a él le convenía dejar todo a un lado del tema y desviar su atención a otro lado. 

—Les traeré un poco de agua — señaló poniéndose de pie.

—Es él quien está actuando extraño — balbuceó Emily frunciendo el ceño. —Tomy, ayúdanos a traer los mangos que quedaron bajo el árbol. Maxwell casi se nos suicida — expuso con dramatismo.

Tom asintió sin ánimos de renegar y corrió en busca de los mencionados; además de eso, le encantaban los mangos.

¿Y a quién en su sano juicio no le agradaban?

Si Tom habría sus labios y decía algo que no tendría que haber dicho, simplemente se quedaría sin esa fruta dorada, y había visto que los mangos estaban bastante caros.

—Creo que ya puedes bajarme — expuso la chica dando un pequeño golpecito en la espalda del mayor, como si fuera una seña para que iniciara el descargue. —Gracias, Max — añadió ella con una pequeña sonrisa.

—¿Max? — preguntó el hombre un poco sorprendido.

—Sí, tu nombre es muy largo y sofisticado como para decirlo cada vez — se burló la menor. —Solo bromeo, de esta manera te siento un poco más cercano, al final de cuentas, somos amigos ¿no?

—Sí… sí, lo somos — contestó el mayor, recogiendo los mangos que habían caído fuera de su lugar.

Erick llegó con el agua por el que había ido, un extraño frío recorrió su cuerpo, era como si se hubiese adentrado en un glaciar.

El ambiente se había tornado un poco incómodo por parte de su amigo; sentía que, su rostro se había demudado por un momento.

—Aquí tienen — expuso entregándoles un vaso a cada uno. —¿Dónde está Tom? Ese hombre me debe una carrera — comentó llevando sus manos a la cintura.

—Fue por el resto de los mangos — respondió la chica con tranquilidad. —Iré a cambiarme, no creo que tarde — comenzó a observar a todos lados en busca de sus muletas.

Si lo olvidaba y descuidaba su lesión, podría tardar años en recuperarse… o tendrían que cortarle la pata. Eso último se lo dijo Tom para hacer que se tomara su medicina.

—Las dejaste en esa dirección, iré por ellas — dijo Maxwell haciendo como había dicho.

Poco después, cuando Emily se había marchado, Erick se detuvo en frente de Maxwell, quien tenía la mirada perdida; era como si estuviera en un universo paralelo.

Meció su mano un par de veces al frente de su cara, pero no se inmutaba ni un poco.

—Tom tiene razón, estás actuando demasiado extraño, ¿ha sucedido algo? — cuestionó, intentando sonar un poco empático, cosa que, muy pocas veces le salía bien.

—Yo… no, no ha sucedido nada. Quizá no trabajar me está haciendo daño. Deberíamos regresar pronto — masculló bebiendo un sorbo de agua.

Su gesto se frunció un poco en el momento en el que recordó lo que Erick había dicho hace unos pocos minutos. —¿Una carrera?

Erick asintió con seguridad, él estaba dispuesto a demostrarle a Tom que podía ser mucho más ágil que el de cabello rizado, que se la pasara todo el día detrás de un escritorio, no significaba que tuviera el cuerpo entumecido.




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