Esposa sustituta

• Gotas de sangre •

El final de la carrera era el momento decisivo, y el hecho de que uno de ellos cayera en la trampa, le había dado la victoria en bandeja de plata a su contrincante. Los ojos de los legalmente Jones se abrieron mientras se acercaban a la dirección de sus amigos.

—¿Estás bien? — preguntó Maxwell conteniendo su risa, frente a tan graciosa escena.

—Qué tonto — masculló Emily frustrada. —¡Tú mismo pusiste las trampas! ¡¿Cómo no pudiste esquivarla?! ¡¿Sabes qué es lo que has hecho?! — renegó casi abalanzándose sobre él para golpearlo.

—¡Gané! ¡Gané! — exclamó Tom con una radiante sonrisa mientras hacía su baile de la victoria. —¿Lo ves? ¡Eres un abuelo tieso!

Las mejillas de Erick comenzaron a cambiar de color. 

«Abuelo tieso» masculló Erick aclarando su garganta, no podía creer que había caído en la trampa que él mismo había puesto; si no hubiera sido por eso, era seguro que habría ganado, solo por no prestar la suficiente atención.

—Ahora, aquí está la persona que me debe un deseo — expuso Maxwell con solemnidad, incluso antes de que Erik fuese rescatado de su propia red.

El joven señaló a Emily, quien, con un ceño fruncido, dio un par de pasos lejos de Maxwell.

—Debiste haber confiado en mí. Pero me despreciaste — señaló Tom elevando sus hombros, aún se encontraba un poco molesto debido a que su amiga no apostó por él.

—¿Qué es lo que quieres? — respondió Emily en medio de un quejido, había rodado sus ojos; al parecer, ella era el tipo de personas a las que no les gustaba perder. —Habla Ahora, ¿Cuál es tu deseo? — cuestionó soltando una bocanada de aire, sus brazos se encontraban cruzados y con su pie lesionado, daba unos pequeños golpecitos en el suelo.

—No, aún no te lo diré. Debo pensar en algo que me resulte útil… eso es, lo dejaré para después.

Los tres se dieron la vuelta y comenzaron a caminar en dirección al campamento, ellos habían olvidado a Erick, quien estaba colgado de cabeza; al notarlo, él comenzó a llamar la atención de sus amigos, pero, solo Emily lo escuchó.

Ella lo dejaría un poco más de tiempo ahí.

Emma estaba disfrutando de un incómodo día libre, no había tenido ninguno desde el día en el que sus padres la habían echado.

Estar sin nada que hacer, era algo que jamás había llegado a experimentar, por lo que, no sabía cuál era la mejor manera para disfrutarlo.

En la ciudad, no conocía a nadie con quien pudiera hacer una caminata o hablar sobre algo, además, en su mente había demasiadas cosas, sus padres, eran los que encabezaban la lista y no solo ellos, sino también su hermano menor.

Desde que la echaron de casa, no tuvo manera de saber qué había sucedido con ellos; tenía miedo de que su hermano menor, la estuviera pasando mal; pero, si se consideraba el hecho de que sus padres estaba cuidando de él en extremo, era difícil concebir esa idea de «esclavizarlo».

Emma se levantó con un poco de lentitud, se dirigió a una de las cajas en las que guardaba las pocas pertenencias que había adquirido durante esos tres o cuatro meses; estaba buscando una pequeña caja, esta era la que contenía sus ahorros y comenzó a contarlos.

—Al parecer es suficiente — señaló con una pequeña sonrisa de satisfacción.

Ella por fin podría hacer el primer depósito para poder adquirir su propio hogar.

Claro estaba que ella no tenía el dinero suficiente para pagar una casa por completo, pero, una adorable señora que se vio conmovida por la historia de Emma; esa señora, le permitió adquirir una de las casas que, a pesar de que no se encontraran en el mejor de los estados, sería suficiente para que Emma pueda trabajar para ella misma, sin tener que preocuparse por el resto de los gastos.

El pago se realizaría cada mes, hasta el día en el que este se hubiese completado; en ese momento, la casa sería completamente de Emma.

La joven sabía perfectamente que lo más difícil para ella estaba a punto de comenzar, eso si realmente deseaba perder decir que esa casa era suya, de manera pronta.

La suerte, al parecer, había comenzado a estar de su lado.

Hasta dónde había llegado a escuchar, según los rumores, la señora había quedado en embarazo de una niña; su esposo murió repentinamente y de esa manera ella tuvo un aborto espontáneo.

Desde ese día no volvió a ser igual, esa brillante sonrisa desapareció, al igual que la de Emma.

Ambas estaban solas en el mundo; ambas habían perdido a su familia en un abrir y cerrar de ojos; pero ¿Emma había tenido familia alguna vez?

La joven decidió estirar un poco sus piernas, esperaba poder encontrar qué hacer, pero el día estaba extremadamente nublado, y esto, le traía una sensación familiar, pero no sabía qué recuerdo le traía con exactitud.

Pierre llegó a casa justo cuando el reloj marcaba la medianoche en el lugar donde se encontraban.




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