Erick y Tom continuaban buscando a Emily por lugares completamente diferentes; todos estaban preocupados de que algo realmente malo le hubiera sucedido; Erick temía que ella hubiera sido atacada por un oso y Tom, de que hubiera caído en una de las trampas para osos que Erick había puesto en el lugar.
—¡Emily! — gritaban cada uno de los chicos sin haberse enterado de que su amiga había sido rescatada por Maxwell.
Ellos estaban comenzando a adentrarse más y más en el bosque.
Algo les decía que posiblemente Emily hubiera terminado dentro de ese sitio; Era extraño que ella se hubiera marchado sin siquiera avisar de dónde se podría encontrar; pero no era el momento para culparla; sino, para encontrarla.
Tom había estado dando vueltas en el mismo sitio sin siquiera haberse enterado, de igual manera sentía que alguien estaba siguiendo sus pasos, pero, cada vez que se daba la vuelta, no había nadie.
—Esto parece una película de terror psicológico. Creo que me estoy asustando yo mismo — se decía en un tono bajo de voz, para no ser escuchado de lo que sea que lo estaba observando.
El corazón del más joven estaba yendo a mil por hora, sin duda alguna, debería haberse ido con Erick desde el comienzo; solo si no hubieran dicho que «divididos, las posibilidades de encontrarla aumentan».
—Tonterías — se quejó una vez más.
El ruido de una rama crujiendo a su espalda, hizo que su débil corazón se detuviera por un breve espacio de tiempo; se dio rápidamente la vuelta para evitar que el responsable de ese «espeluznante» ruido no tuviera tiempo de escapar.
Los pasos del chico iban en reversa, hasta que sintió que algo chocaba con él mismo.
Un par de gritos, nada varoniles, salieron de sus bocas, al darse la vuelta, se encontraron con su amigo.
—Pareces niña — expuso Erick con una sonrisa de lado. Quizá, si actuaba de esa forma, Tom no recordaría que él también gritó.
—No soy el único asustado — replicó —¿Encontraste a Emy? Puede que esté de cabeza en una de las trampas que pusiste — sentenció Tom con cierto tono de bronca; al final de cuentas, él había caído dos veces en ellas.
—Ya revisé cada una de las que puse, y no hay nadie, ni nada — intervino lanzando un suspiro. —La única opción creíble es que Emily ha…
—¿Ha sido raptada por alienígenas? — cuestionó una vez más. Tom con cierta curiosidad.
—Que haya caído en algún hoyo. De esa manera se justificará el que no la hubiéramos encontrado. Tengo una reunión importante, no puedo darme el lujo de faltar una vez más a la empresa — masculló observando su muñeca. —¡¿Y mi reloj?! — exclamó revisando cada uno de sus bolsillos, sin hallar nada.
—Al parecer no soy el único descerebrado. Por cierto, ¿Emy te ha dicho algo de Maya? Ella había dicho que no quería verte… ¿Crees que al verte una vez más decida cambiarse de continente? Sabía que eras torpe para las chicas, pero no que las espantarías — se burló el joven haciendo que la atención de su amigo se centrara en otra cosa.
—No ha dicho nada; regresemos al campamento, no sea que ellos ya hayan llegado y nosotros continuemos dando vueltas en este lugar.
—Está bien, te sigo — susurró Tom cediendo el paso con una pequeña sonrisa.
—No. Deberías ir tú primero, no quiero que vayas a caer en una trampa sin que la hayamos notado — expuso el joven con una serena sonrisa.
—No sabes dónde estamos, ¿Verdad? — preguntó Tom llevando una de sus manos a su cadera. Con lentitud, Erick asintió aclarando su garganta, sin duda alguna este no era su fuerte. —Estamos perdidos — rechistó el más joven llevando, esta vez, su mano a su frente.
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—Emily… abre los ojos — susurró Maxwell sentándola en una de las tiendas que ya estaban en el suelo.
Con un par de golpecitos, intentaba despertarla, pero no tenía ningún tipo de reacción.
—Ya te he dicho que duermes como un oso — lanzó un pesado suspiro mientras se sentaba al lado de la joven. —¿De qué manera podré despertar a una fea durmiente? — se preguntaba mientras observaba alrededor, buscando son sus ojos, a sus amigos.
Aún no recibía señal de vida de la joven, bueno, sus labios estaban completamente blancos.
Él recordó que Tom acostumbraba a esconder dulces entre sus cosas.
Asegurándose de que él no se encontrara en el lugar, decidió abrir una de sus maletas encontrando en su interior un par de chocolates.
Después de poco tiempo, los ojos de la chica se abrieron con lentitud.
Su mirada fue de un lado a otro, intentando reconocer el punto en el que ella se encontraba, segundos más tarde, su mirada se posó una vez más en la de Maxwell, encontrándose con la del chico, quien, con una sonrisa, acariciaba su cabello para hacerle saber que se encontraba a salvo.
Ella no pensó dos veces, se acercó rápidamente a su amigo y se aferró a él en un abrazo.
Sus ojos se habían llenado de lágrimas y la punta de su nariz se estaba llenando de color.