Esposa sustituta

• Destruyes todo lo que tocas •

El humo estaba cubriendo casi por completo el lugar; los ojos de Emily se movían rápidamente intentando encontrar a su compañero.

—¿Max? — preguntó una vez más y le pareció ver cómo una silueta salía de entre el humo.

—¿Qué sucedió? — cuestionó ella una vez más lanzando un pesado suspiro, llevó sus manos en dirección de su pecho mientras entrecerraba sus ojos.

—Solo intenté cocinar — masculló con su rostro enrojecido. —Deberíamos abrir las ventanas y salir un momento — susurró poniendo su mano en la espalda de su compañera y de esta manera la guio a las afueras de la casa.

—¿Qué intentabas cocinar?, ¿una barbacoa? — indagó la joven con curiosidad.

—No, no era eso… — respondió sin ánimos —¿sabes? No se puede ser bueno en todo, las personas perfectas no existen — expuso con una diminuta sonrisa; por lo menos, había intentado hacer algo, fracasó, casi incendia su cocina; pero, después de todo, tenía la intención de cocinar algo para Emily.

—Habla por ti mismo, yo soy perfecta — rechistó la joven con una sonrisa traviesa, ocasionando que, en esta ocasión, la sonrisa de Maxwell se mostrara más animada. —¿Sabes? ¡Te enseñaré a cocinar! — exclamó la pelinegra de repente, con una notoria emoción.

•          •          •

Poco después de que el humo cediera y de que hubieran tenido que pedir pollo frito a domicilio, cada uno regresó a su cuarto para poder descansar.

Al día siguiente, Emily tendría mucho trabajo que adelantar y, para Maxwell, bueno, él debía vivir su primer día como secretario de Tom, de seguro, sería el día más largo del año.

En medio de la noche, los ojos de Emily se abrieron de repente; su frente se había empapado en sudor y sentía que su corazón podría salirse de su pecho.

En ese momento, ella no sentía sus piernas, era como si estas no existieran.

La joven intentaba gritar, pero ni una sola palabra salía de su boca, era como si hubiera perdido el sonido de su voz.

Según las extrañas historias de su madre; esto sucedía cuando había algún fantasma alrededor… sabía que era algo muy poco probable, pero que una silueta apareciera en ese momento la hizo presa del pánico.

Emily intentaba mover sus piernas, o por lo menos, lograr arrastrarse con sus manos y tomar algo para defenderse en caso de que eso se acercara más a ella.

Finalmente, logró encender la lamparita de noche y encontrarse con la preocupada mirada de Maxwell, que se había detenido a pocos centímetros de ella.

Los ojos de la chica estaban llenos de lágrimas, estas parecían detenerse por una muralla invisible.

Maxwell tomó a Emily entre sus brazos, logrando percibir el terror en su mirada.

Los numerosos quejidos de la joven lo habían hecho despertar, instantáneamente llegó a su mente la imagen del hombre del bosque, ¿qué haría si ese extraño se atrevía a entrar a la casa esa misma noche?

La sorpresa del chico de melena dorada fue más grande al ver que Emily estaba luchando en sus sueños, contra sí misma.

Los latidos de la joven, lentamente, comenzaron a normalizarse.

Esas pesadillas se estaban pasando de realismo e intensidad; en ellas, justo esta noche, había experimentado cada una de las sensaciones en su propio cuerpo.

Parecía tan real, que podría jurar que se encontraba en ese lugar.

—¿Tuviste una pesadilla otra vez? — preguntó el joven acariciando la cabellera de su compañera, haciendo que esta se sintiera mucho más tranquila.

Sin decir una sola palabra, Emily se limitó a asentir mientras enterraba su cabeza un poco más en el pecho de Maxwell.

Para ella era extraño, estar de esa manera la hacía sentir mucho más segura, un poco más en paz.

Maxwell, por su parte, recordó que la noche anterior ella no había deseado hablar acerca de su horrible sueño; por lo tanto, no la presionaría con intentar saberlo.

—Estás segura, así que no tengas miedo — aseguró el joven con una pequeña sonrisa. —Regresa a dormir, todo lo que hayas visto, fue solo un mal sueño. No tengas miedo — expuso con serenidad entregando, se ponía de pie.

—No… quédate un poco más — pidió la joven con sus mejillas sonrojadas.

Ella era un poco cobarde, pero esta situación la estaba llevando a cruzar uno de sus límites. 

—No quiero estar sola.

Maxwell asintió levemente y regresó a su posición anterior, al lado de Emily. Por lo menos, debería darle un tiempo para que durmiera, y luego regresaría a su habitación.

—Ese sueño fue tan real… cada vez sueño lo mismo, pero, entre más sueño con ello, más real se siente — confesó jugando con sus manos. —En ellos, está la misma persona siguiéndome, estoy en una enorme casa en medio de la nada, para que nadie pueda encontrarme — masculló intentando recordar un poco más de su sueño. —A ese hombre no logro verle el rostro en ninguna ocasión, pero sé que lo conozco, lo he visto antes, me da esa sensación. ¿De qué crees que se trate? Honestamente, ir a dormir se ha vuelto un martirio.




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