Esposa sustituta

• ¿Acaso tienes miedo? •

Los labios de Maxwell se apretaron con fuerza, una sonrisa estaba amenazando por salir a la vez que una gran carcajada.

Él se mantenía aún en silencio, estaba completamente confuso respecto a lo que estaba sucediendo en frente de él; por un momento había pensado que lo tomaría de una buena manera, luego, que podría mostrarse un poco nerviosa, pero esto, era sin duda alguna, mucho más de lo que el joven había llegado a imaginar.

—Emily, ¿Estás bien? — realmente el hombre no tenía idea de cuál era la manera en la que se suponía debía actuar.

Extendió su mano en dirección a la melena de Emily y con suavidad la despeinó; pero esto no tuvo ningún efecto en ella.

Maxwell observó alrededor, esperaba que nadie notara la extrañeza de Emily, por lo menos, así no tendría que dar alguna explicación a una mente curiosa.

Aquellas que acostumbraban a inventar una historia que no tienen nada que ver con ellos.

A lo lejos, logró divisar a la figura de Jeremy que se estaba encaminando a la cafetería escoltada por su mano derecha, Charlotte.

El hombre estaba centrado en uno de los informes que Charlotte aún sostenía; la pelirroja, por su parte, había elevado por un momento la mirada, encontrándose así con la de Maxwell.

El hombre asintió a manera de saludo.

Los pasos de la chica se frenaron de repente.

¿Qué sucedería si su jefe lograba observar a la pareja en la cafetería?

Bueno, ella no tenía idea de lo que sucedería y, no por eso, tenía el deseo de saberlo.

«Deberíamos ir a la cafetería de la esquina, he escuchado que es bastante deliciosa». Dijo en un tono bajo de voz, por lo menos, debía intentar alejar a su jefe de ahí.

«No, el croissant que venden es bastante bueno; y no debemos perder tiempo». Respondió el hombre con seguridad.

Maxwell no había despegado su mirada de ellos ni siquiera por un segundo, esperaba a que ellos decidieran ir a una cafetería diferente; o por lo menos, se mantuvieran lo suficientemente lejos de Emily.

No era sorpresa para ninguno la enemistad que había entre Maxwell y Jeremy, ni siquiera esta había pasado desapercibida por parte de los medios de comunicación.

—Emily — susurró el chico de melena dorada, mientras se acercaba a ella.

Hincándose casi de rodillas, quedó frente a la joven.

—¿De casualidad tienes miedo de conocerlos? — cuestionó en un tono burlón, estaba seguro de que ella se apresuraría a dar una respuesta, y afectivamente lo fue.

La chica de cabello oscuro giró su rostro de manera brusca en dirección al rostro de Maxwell.

Estos estaban un poco cerca, pero, era una cercanía cómoda para ambos.

No lo estaban demasiado, pero, para los espectadores, las cosas podrían llegar a interpretarse de una manera diferente.

Charlotte estaba haciendo todo lo que le era posible, para llevar la atención de su jefe a un punto completamente diferente; por lo menos, esperaba convencerlo de que fueran a probar el croissant de una cafetería diferente.

Jeremy había comenzado a ceder, hasta que, al elevar su mirada, se encontró con la escena que Charlotte tanto había intentado evitar.

No dijo nada, pero su mirada expresaba lo mucho que le molestó, parecía como si Maxwell y Emily se estuvieran besando.

¿Había algo de malo en que ellos lo hicieran?

No, no en absoluto, ambos eran legalmente esposos, a pesar de que a Jeremy le pareciera que existía algo más allá que un matrimonio, estaba dispuesto a descubrirlo e incluso, a revelarlo.

Pierre permanecía aún en la habitación del hospital en la que se encontraba su amante; ella había perdido demasiada sangre. La mente del hombre continuaba meditando acerca de lo sucedido con anterioridad, ¿por qué Elisa se lastimaría de esa manera?

El ruido de los artefactos puestos en el cuerpo de Elisa era lo único que se alcanzaba a oír, todo estaba en silencio, la joven había sido sedada, luego de reaccionar de manera agresiva contra dos enfermeras y un médico.

«Solo está nerviosa, ella no es así» afirmaba el hombre con una sonrisa nerviosa, intentaba esconder las características destructivas de su amante.

No había mucho que se pudiera hacer; además de eso, el plan de Elisa había comenzado, y mostrarse frágil, era un primer paso para que Pierre no se diera cuenta de lo que estaba sucediendo y podría suceder a sus espaldas.

—Elisa, bebé — susurró por fin en un tono de lástima.

Pierre notó cómo la mano de la chica se había movido levemente, por lo tanto, llegó a creer que ella podría escucharlo y estaba próxima a despertarse, así como había sucedido un par de horas atrás.

—¿Por qué razón te estás haciendo tanto daño? — masculló tomando la mano de la rubia. —¿Hay algo que te está lastimando? — masculló una vez más, esperando a que ella abriera, por fin, sus ojos.




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