Esposa sustituta

• No me iré de aquí, hasta que hablemos •

—Mira, Ezra está sonriendo — dijo Emily con bastante emoción.

Ella se había quedado por dos razones: Ayudarle a Maya a encontrar una niñera adecuada para el pequeño bebé, y la segunda, evitar a Maxwell a toda costa, con el fin de tener mucho más tiempo para poner en orden sus emociones.

Una pequeña sonrisa se posó en el rostro de Maya.

Ella mantenía su atención centrada en el ordenador.

Estaba dispuesta a encontrar a una persona que pudiera cuidar de su hijo; aun así, la pequeña duda se mantenía en su interior, ella no estaba segura de, si lo mejor era dejar a su hijo en manos de un desconocido; pero, ¿Ella tenía algún conocido que pudiera darle una mano?

La respuesta era clara: No había nadie.

Maya había perdido a todas sus amistades; aun así, no era algo que le molestara, la escuela de la vida le había enseñado que no todos eran sus amigos, y que aquellos que llevaban el título, en su mayoría, solo estarían en los momentos de prosperidad.

Para la chica de cabello color cobre, la amistad era algo que se tenía que probar en los momentos de adversidad, si sobrevivía, significaba que se trataba de una amistad verdadera; pero, si no, ella se habría librado de un falso amigo.

Respecto a Emily, ¿Maya debería considerarla una amiga?

Desde que se conocieron, Emily se había esforzado por ayudar a la joven madre; los ojos de la chica de melena ondulada fueron llevados con discreción a la pelinegra, quien no apartaba su vista y radiante sonrisa del rostro de Ezra.

«Le daré el beneficio de la duda, ella parece ser inofensiva».

Pensó con una muy camuflada señal de esperanza.

El corazón de Maya había sido dañado durante mucho tiempo, por lo que, sería cuestión de tiempo para que se diera la oportunidad de abrirse a las demás personas una vez más.

—Emily… ¿De verdad no deseas hablar con tu esposo? — cuestionó ella lanzando un suspiro. —No tengo idea de lo que haya pasado, pero todo se soluciona hablando.

—Y si no funciona hablar, con un bate de béisbol — expuso la chica con una juguetona sonrisa. —Honestamente, no sé — un suspiro salió de sus labios —siento que, si llego a hablar antes de poder meditarlo bien, llegaré a ser hiriente… no deseo serlo, no con él.

La voz de la chica sonaba serena, a diferencia de lo que estaba diciendo, ella realmente deseaba conversar, pero, manteniendo la mente fría, cosa que no sería posible en ese momento.

Ella se encontraba un poco perdida en sus emociones; la imagen de su madre luchando para poder llevar la comida a casa hacía que su corazón se estremeciera.

¿Por qué todo era tan difícil para las madres solteras?

¿Por qué cada puerta se les cerraba, viendo que hay dos vidas en juego?

Maxwell había llegado al parque, estaba seguro de que ellas no permanecerían en el lugar; sin embargo, tenía la esperanza de que, por lo menos, alguien conociera a Maya Everard.

Un par de minutos pasaron y muy pocas personas lo sabían.

¿Quién era Maya?

Esa mujer se mantuvo en su casa durante bastante tiempo, y, lo único que sabían de esa extraña mujer era que iba, a la misma hora, a tomar el sol con su hijo recién nacido.

El celular de Maxwell vibró, alertándole de un mensaje de texto.

En él, estaba escrita la dirección de la casa de Maya, por un momento pensó en que había sido Tom quien se apresuró a enviarlo, pero, a diferencia de lo que creyó, la dirección provenía del número registrado como «Maya Everard».

A pesar de lo que había sucedido entre ambos, bueno, más exactamente, de que no se permitiera el trabajo con niños, ella aún mantenía su formalidad e intención de ayudar.

—Un momento… ella no tiene idea de que soy el presidente de J&C ¿No es así? — un suspiro aliviado salió de entre sus labios, al menos sentía que un poco de descanso llegaba a sus hombros.

Mientras conducía en dirección de la casa de Maya, reflexionaba acerca de que quién había hecho la entrevista, claramente, fue Tom, y no él, por lo que, podría estar mucho más tranquilo respecto al asunto.

Antes de llegar hasta la puerta para tocar el timbre, notó que las ventas estaban abiertas y que, ambas estaban conversando de manera agradable, los ojos de Maxwell se posaron sobre el niño que estaba entre los brazos de Emily, y lo mucho que ella sonreía al acariciar su rostro.

Ella realmente se estaba esforzando para ayudar a Maya, y ahora él podía entender la razón.

Su padre la abandonó de una forma similar a la que el padre de Ezra lo hizo; ambas mujeres estaban solas intentando sacar a sus hijos adelante, esto no solamente había tocado la fibra sensible del corazón de Emily; sino que, lentamente, llegaba a tocar el corazón de Maxwell.

Los pasos de Maxwell lo acercaron hasta la puerta de la entrada principal, se apresuró a tocar el timbre esperando a que Emily por lo menos quisiera verlo.




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