En esa fotografía se encontraban los que parecían ser los abuelos, padres, un joven al que ella desconocía y una versión más juvenil de Maxwell, lo que llamó la atención de Emily, fue el hecho de que el chico que permanecía al lado de Maxwell, parecía tener un broche que Emily había visto antes.
Más específicamente, lo vio en la estación del metro, cuando chocó con alguien; pero, en esa ocasión, sintió como si alguien la estuviera siguiendo.
Un escalofrío recorrió su cuerpo de la misma manera que en el bosque, y esa era la misma impresión que ese hombre le ocasionó.
—Aún estás aquí — susurró el joven que salía con su cabello húmedo.
Con una mirada curiosa se acercó a ver qué era lo que Emily sostenía entre sus manos.
—¿Quién es él? — preguntó ella con un extraño tono de voz, como si estuviera intentando ocultar la extraña sensación que recorría su cuerpo.
—Es el sobrino en segundo grado del esposo de mi tía abuela — dijo con tranquilidad —¿Por qué la pregunta? — posó su mirada en Emily, notó como su rostro había palidecido un poco; aun así, creyó que se debía por el frío. —También deberías tomar una ducha, te hará bien.
Emily asintió, de verdad, era que las únicas cosas que podrían ayudarle a mantener la calma y a no sobrepensar la situación, era un baño caliente y un enorme tazón de pollo frito.
Los ojos de Maxwell no se despegaron de Emily hasta el momento en el que ella salió de la habitación.
Maxwell decidió bajar en busca de Tom, por lo menos, debía saber si él continuaba vivo después de la pequeña broma de Emily.
Para Maxwell, la relación entre los dos menores del grupo, podría llegar a ser desastrosa si no se los cuidaba, ambos eran como pequeños niños que deseaban explorar el mundo con la mayor libertad posible.
Para sorpresa del joven empresario, Tom se había quedado dormido sin haber terminado de ver la película que se suponía estaba viendo.
La primera vez que ambos se vieron, eran tan solo unos pequeños y traviesos adolescentes; bueno, Maxwell es solamente tres años mayor que Tom, aun así, al ser tan pequeños, la diferencia de edad se veía bastante amplia.
Tom, había sufrido bastante gracias a su familia disfuncional, había desarrollado la habilidad de leer las emociones de los demás por el mero hecho de querer sobrevivir.
De esa manera, podría esconderse en el momento en que su padre llegaba a casa y, solo salir si sentía que él no estaba completamente enojado; o de lo contrario, este sería un paso directo con el médico.
Maxwell, al conocerlo, le ayudó en lo que pudo; a pesar de haber sido un niño de trece años, para su edad era bastante maduro.
La ausencia de sus padres era «suplida» por numerosos bienes y lo que fuera que él deseara.
El pequeño Tom, de tan solo nueve años y medio, había encontrado en Maxwell la figura de un hermano mayor, uno que le tendió la mano el día en que por fin decidió abandonar a esa familia que hacía mal en intentar permanecer unida.
El joven empresario hizo todo lo que pudo para tomar a su pesado amigo sobre sus hombros y llevarlo a una de las habitaciones; pero, algo que no había notado, era que el resto estaban sin amueblar.
Y, definitivamente, no dormiría con él.
Emily había insistido en dejar vacías las habitaciones que no se estaban utilizando, de forma que la limpieza les resultara un poco más sencilla a la señora que recién contratarían.
Ella aún no se había atrevido a decirle a Maxwell que ese lugar era tan gigantesco, pero a la vez tan vacío, ella realmente deseaba vivir en un lugar más chico, no en estrechez, sino que tuviera el espacio suficiente para limpiar y valerse por ella misma.
Luego de dejar a Tom en su propia cama, se apresuró a cubrirlo con sus edredones, no quería que, una de las pocas personas en las que podía confiar, terminara cogiendo un resfriado.
Con pasos sigilosos se aproximó a la habitación de Emily, estaba a punto de pedir hospedaje, pero, antes de que tocara la puerta o por lo menos su mano se aproximara a la puerta, esta se abrió, revelando a una abrigada Emily.
—¿Sucedió algo? — masculló la joven con una pequeña sonrisita. —¿Quieres ir a comer algo? — susurró la chica reflexionando en que ella había cenado, pero que, las probabilidades de que Maxwell lo hubiera hecho, eran nulas.
La respuesta del joven fue simplemente llevar su cabeza de un lado al otro.
Él constantemente olvidaba alimentarse, salvo que fuera Emily quien se lo recordara.
—Solo, quería preguntarte si podría dormir contigo esta noche. Tom está ocupando mi cama y dormir con él es una verdadera tortura; no quiero invadir tu espacio, pero realmente no me queda ninguna otra opción — intentaba excusarse mientras jugaba con sus manos.
No deseaba que Emily lo viera como un aprovechado o que malinterpretara las cosas.
—Dale, no te preocupes — accedió la pelinegra con una pequeña sonrisa.
La verdad era que la tormenta estaba cada vez más y más fuerte, definitivamente no deseaba dormir sola. De hecho, ella se estaba encaminando a la habitación de Maxwell para pedir exactamente lo mismo.