Una pequeña risita se escapó de los labios de Emily, sentía como si Maxwell fuese un pequeño gato que le gustaba ser acariciado.
—Ya está — anunció Emily agitando un poco el cabello de su cliente sin paga. —Vamos a dormir, ya se está haciendo demasiado tarde y debes trabajar — susurró Emily envolviéndose a sí misma con los cálidos edredones.
La época de frío lentamente iba llegando; a pesar de eso, la nieve tardaría aún un poco en adornar las calles.
Para muchos, la gran cantidad de nieve era demasiado molesta; pero a Emily, le recordaba los alegres días en los que se dedicaba a escuchar las historias de su madre junto a una chimenea bebiendo chocolate caliente.
—Está bastante cálido, es muy agradable — susurró Maxwell luego de haberse escabullido entre los edredones de Emily. —Ha sido un día bastante largo, ¿No lo crees? — masculló lanzando un suspiro.
—Definitivamente, estar enojada me desgasta demasiado. No me gusta estar molesta — susurró Emily un poco adormecida, lanzando un gran bostezo. —Deberíamos dejar de pelear tanto — sugirió sintiendo cómo sus párpados se volvían más y más pesados.
Los truenos no habían cesado, es más, cada vez sonaba como si estuvieran cerca.
El pequeño cuerpo de Emily se estremecía cada que uno resonaba en la habitación; Maxwell, por su parte, contenía su risa, no quería generar una nueva pelea, además de eso, su cuerpo se sentía extrañamente pesado.
El primero en caer en un profundo sueño fue Maxwell; Emily, en cambio, estaba luchando contra el pavor que aquella tronamenta provocaba en ella.
Era tan fuerte que sentía que el piso retumbaba con cada trueno que se hacía sentir en la habitación.
Un par de minutos habían trascurrido, pero Emily se mantenía despierta.
En ese momento, Maxwell se dio una vuelta y su brazo reposó sobre la pelinegra, ella no sabía si debía retirar su mano o no; pero, de cierta forma, eso la hacía sentir un poco más segura.
Sus párpados comenzaron a pesar más y más, hasta que ella terminó durmiendo como una pequeña bebé.
• • •
La tormenta por fin dejó de causar estragos en la ciudad, el sol comenzó a salir por encima de los altos edificios.
La alarma del celular de Emily estaba sonando demasiado alto, lo que significa que era hora de levantarse y que Maxwell, como era de costumbre, estaría fuera de la cama haciendo su rutina de ejercicios.
La joven estiró su cuerpo y dándose media vuelta se encontró con el rostro de Maxwell, el cual, continuaba profundamente dormido.
Emily se apresuró a callar esa insoportable alarma, al notar que Maxwell no hacía ni siquiera un pequeño movimiento, se quedó detallándolo, sus mejillas estaban un poco sonrojadas.
«Es extraño»
Masculló la joven llevando su mano a la frente de Maxwell.
«Está hirviendo»
Pensó.
Su mente la hizo recordar lo mucho que él había esperado bajo la lluvia, todo por la falta de madurez de la pelinegra, bueno, por lo menos eso era lo que ella estaba creyendo en ese momento.
Antes de que ella pudiera levantarse de la cama para traer unos pañitos para bajarle la fiebre a su amigo, la puerta de su habitación sonó.
Luego de recibir la autorización de abrir la puerta, apareció un adormilado Tom que caminaba arrastrando los pies y cuyos ojos estaban más cerrados que abiertos.
—¿Qué hace Max durmiendo aún? — preguntó el joven posando su mirada sobre su amiga, la cual, haciendo una señal de silencio con su mano, le pidió que bajara el volumen de su voz.
—Tiene fiebre — explicó —iré a buscar unos paños — afirmó poniéndose de pie.
—Yo creo que tendré que ir a reemplazarlo en el trabajo. Sabes que él es muy testarudo, no permitas, por favor, que salga de esa cama hasta que se encuentre mejor. Él es capaz de irse en ese estado, y no es lo mejor para él, no queremos que se enferme. Cuida por favor de mi amigo ¿Eh? Solo tengo dos amigos en este mundo — pidió mostrando su lengua.
—Descuida, lo haré. Es mi esposo, es el único que tengo — respondió de la misma manera que Tom, y se dirigió a la cocina en busca de lo necesario.
El joven chico de melena dorada continuaba descansando. Emily, estaba regularmente cambiando los paños, de manera que conservara mejor su temperatura.
Esta vez, ella se había visto obligada a trabajar desde la mesa de su cuarto, no debía perder de vista a ese escurridizo hombre, que, del caso contrario, terminaría yendo a trabajar antes de haberse recuperado.
Maxwell, con lentitud, comenzó a abrir sus ojos; aun así, sentía como si su cuerpo hubiera sido golpeado brutalmente la noche anterior, y, como si una aplanadora hubiera pasado por encima de él.
—Mi cabeza — se quejó mientras se sentaba en la cama llevando las manos a esta.
—Te daré un poco de medicina, esta no sabe tan bien, pero es muy efectiva — susurró la chica sentándose frente al chico y haciendo que tomara el medicamento que le haría sentir mejor.