Las aves comenzaron a cantar con gran intensidad, como si desearan despertar todo el vecindario.
Los ojos de Emily se dirigieron primeramente a su celular, cosa que de verdad no debería hacerse por su propia salud; pero que, por más que la pelinegra lo comprendiera, no dejaría de hacer, le era difícil en extremo.
Por extraño que pareciera, en esa ocasión no vio fotografías de Camila, presumiendo estar en fiestas, o en un viaje, tampoco mostrando lo que comía.
Lo primero que saltó a su vista, fue un mensaje emocionado de Maya informando que ya había conseguido una niñera, y que, se reuniría con ella a las horas de la tarde para poder ajustar los detalles.
Instantáneamente, una gran sonrisa se posó en los labios de la chica, quien, había aprendido a estar feliz con las cosas buenas que les sucedían a los demás.
Pues su principal problema, en ocasiones, era ponerse a sí misma como prioridad.
—Buenos días — saludó la chica mientras descendía por las escaleras dando pequeños saltitos.
—Creo que alguien amaneció de buen humor hoy — dijo Maxwell terminando de poner los cubiertos.
—¿No está envenenado? — preguntó en un murmullo la joven, señalando a la comida que estaba en su mesa.
A pesar de que ella lo estaba preguntando a manera de broma, le sorprendía que Maxwell hubiera podido cocinar algo sin llegar a ocasionar un incendio, otra vez.
Por lo menos, esperaba que fuese algo comible… no deseaba comer carbón una vez más.
—No, no lo creo — balbuceó el hombre sacando de la cesta de la basura el paquete de comida. —y tampoco está vencida — expuso con seguridad.
Una risita se escapó de los labios de la joven, que con pasos mucho más confiados llegó a la mesa.
Por un momento ella había pensado que él habría sido el chef, aun así, agradeció el hecho de poder vivir un día más.
—Oh, Maya consiguió, al parecer, una niñera. Es un alivio por ella. Ser una madre soltera es una gran y difícil labor — susurró la chica bebiendo un poco del jugo de toronja que estaba sobre la mesa.
—No te preocupes por ello, no te dejaré ser una madre soltera — afirmó con su cabeza.
Las mejillas de Emily se tornaron rosadas debido a la vergüenza que sentía en ese momento, pero que, de manera extraña, no le incomodaba este tipo de bromas provenientes de Maxwell.
«¿Por qué tuve que abrir mi bocota?»
Claro estaba que, si llegaban a venir de un tercero, terminaría sin los dientes delanteros, la nariz chueca y un ojo morado.
—Tomaré tu palabra, enviaré a mis hijos con el tío Max — afirmó la chica esbozando una ligera sonrisa.
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Emma estaba una vez más trabajando en la tienda de conveniencia, en la que se había encontrado con Tom tiempo atrás.
La chica, de cabellera rojiza, no podía dejar de pensar en su familia, la cual, le había dado la espalda.
No importaba cuanto tiempo pasara y lo mal que ellos la hubieran tratado, o que la vieran aún como un generador de dinero.
Ella no podrá verlos de una manera diferente a lo que eran: Su familia.
Y al final de cuentas, reflexionaba en regresar una vez más junto a ellos, en un futuro cercano, en un momento en el que las cosas hubieran mejorado para ella y hubiese sanado internamente.
—Soy una tonta — se quejó la chica por lo bajo, secando rápidamente sus lágrimas.
Pensar en ellos, la ponían bastante sensible y, ella detestaba mostrarse sensible, no quería revelar que tenía partes débiles y deseaba ocultarlas a toda costa.
—No, no lo eres — afirmó el chico de melena rizada que se mantuvo al frente de la chica durante un par de minutos sin siquiera ser notado.
—No me conoces, no tienes idea de lo estúpida que he llegado a ser. Si supieras lo que viví, lo mucho que le he permitido a los demás dañarme y, aun así, no tenerles ningún tipo de rencor… soy patética — aclaró su garganta, posó sus ojos sobre las cosas que el joven tenía entre sus manos. —¿Llevará eso?
—Sí, por eso estoy de pie frente a la caja — masculló con una serena sonrisa.
—Lo siento, soy un poco torpe — susurró mientras las comisuras de sus labios se elevaban tan solo un milímetro.
—Me gustaría conocerte — afirmó y ella lo observó con confusión. —dijiste que no te conocía y no tenía idea de nada de lo que has pasado, y me gustaría saberlo. Desearía poder conocer la historia que hay detrás de esos ojos oscuros. Sé que soy un extraño, pero, para conocer a alguien, debes ser primeramente un extraño — sonrió extendiendo su mano. —Soy Tom, en caso de que no recuerdes mi nombre — aclaró con una diminuta sonrisa.
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Maxwell estaba de camino a la compañía, ese sería el segundo día en el que trabajaría como esclavo, eh, es decir, como el secretario o asistente personal de Tom.