Los murmullos en el interior de J&C no se detenían, más aún, cuando era el CEO de la compañía que estaba entrando.
Bueno, era el asistente temporal de su secretario, pero, aun así, ninguno se atrevía a hablarle de la manera casual que utilizaban con Tom.
«Qué extraño»
Pensaba el hombre de melena de oro; las miradas de todos estaban sobre él, cosa que, a pesar de ser relativamente común, las miradas se sentían un poco más intensas de lo normal.
«¿Tendré un poco de comida en la cara?»
Cuestionaba en su interior.
Al llegar a su oficina, se percató de que la puerta estaba entreabierta; y, según pensaba, era Tom el responsable.
Había tenido esa lucha con él desde el primer día.
Maxwell apreciaba mucho su privacidad y no permitía que la puerta se mantuviera abierta en ningún instante; cosa que, a Tom, no le importaba ni en lo más mínimo.
La silla que temporalmente estaba empleando Tom se estaba moviendo de un lado a otro.
Lo que indicaba que, en efecto, había alguien sentado ahí.
Los documentos se encontraban en una gigantesca pila, los cuales, al parecer, no habían sido tocados por el chico de melena rizada.
—Ya estoy aquí ¿Qué avances hay en la presentación de la propuesta para los Michels? — preguntó sentándose en el escritorio que se encontraba al lado de la puerta.
Nadie respondió, Tom acostumbraba a responder así fuera con un ruidito extraño; pero, en esta ocasión, no había nada.
Los pasos curiosos de Maxwell se dirigieron a la silla, cuando la persona que estaba sentada sobre ella se dio la vuelta, el corazón de Maxwell se detuvo por un lapso de tiempo.
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El ruido del celular de Emily, interrumpió su productiva jornada de trabajo, estaba logrando avanzar una vez más, por lo que, sentía que contestar en ese momento, sería una pérdida de tiempo.
—No voy a contestar, que llamen más tarde — expuso murmurando. —Los únicos que me llaman son los chicos, y ellos no me respondieron la última vez — sentenció rodando los ojos —¿quién más me llamaría?
El dispositivo continuaba sonando una y otra vez, sin detenerse, lo había hecho en cinco ocasiones para ser exactos, lo que comenzaba a molestar a Emily.
—¡Mamá! — dijo de un solo grito, saltando de su silla para acelerar su paso a la mesa de la sala.
El número, era un número desconocido, pero, se acordaba que en ocasiones su madre olvidaba tener saldo en su cuenta y pedía el celular prestado de alguna de sus amigas.
—¿Hola? — cuestionó la pelinegra esperando escuchar la chirriante voz de su madre, la cual, siempre tenía cuando pasaba tiempo sin que su «amada hija» no se dignara a hacerle una pequeña llamada.
«No sabes cuánto esperaba poder escuchar tu voz, Emily».
Habló una voz completamente delicada, su dulzura era extremadamente fingida; y, a pesar de que Emily no conociera el tono de voz de Elisa, podría jurar que era ella; porque ¡¿Qué otra loca conseguiría su número?!
—¿Hola? ¿Quién eres? — preguntó la joven aparentando demasiada inocencia.
La verdad era, que quería descubrir qué clase de artimañas emplearía Elisa para con ella.
Después de todo, se trataba de la ex de su esposo y… había tardado en regresar para molestarles la vida.
«¡Oh! ¡Lo siento! No me he presentado en lo absoluto. Soy la novia de tu esposo» Se presentó con un falso tono de sorpresa. «Soy la chica a la que estás sustituyendo. No te preocupes, tu trabajo terminará dentro de poco, regresaré con mi novio y tú podrás salir con el tonto de tu jefe, sí, podrás regresar a tu vida rutinaria, poder vivir como tanto sueñas».
—¿De verdad? ¿Cuándo regreses podré volver a mi vida de soltera? — cuestionó mordiendo su lengua, ella esperaba poder reflejar emoción, para saber, hasta dónde podría llegar la joven.
«En efecto, cuando vuelva al lado de mi novio, podrás dejar de fingir ser su esposa» Contestó la rubia esbozando una sonrisa ladina.
La manera de hablar que estaba empleando era la típica usada por los manipuladores, y ella, realmente era una gran manipuladora.
La diferencia, en este caso, era que, Emily, podía leer a las personas como si fuesen un libro, cosa que, hasta el momento, solo Tom había logrado hacer en el grupo.
—Creo que hay un problema. No estoy fingiendo ser la esposa de Max, realmente lo soy. Tú fuiste la mujer que se alejó de él, la que decidió dejar de amarlo, por lo tanto, vi la oportunidad y la aproveché — dijo la pelinegra provocando que su voz saliera temblorosa. —Yo… no… no estoy dispuesta a alejarme de él.
«¿Qué parte de que eres un reemplazo, no entiendes?» gruñó la joven desde la otra línea.
Emily no le daría chance de sentirse con poder sobre ella.
—¿Su reemplazo?